martes, mayo 27, 2014

Micro-reseñas primaverales 2014

La primavera es una estación turbulenta para el lector de tebeos español. La celebración anual del Salón Internacional del Comic de Barcelona coincide con el florecimiento de la vegetación, las crisis alérgicas y la llegada de las minifaldas, haciendo del mundo un lugar mejor para los geeks hispanoparlantes y dejando sus cuentas bancarias en números aún más rojos.


Las editoriales, ignorando la actual coyuntura económica, siguen concentrando lo más granado de sus lanzamientos en los días inmediatamente anteriores al festival por excelencia del tebeo en nuestro país (por mucho que yo prefiera, de largo, acudir como público al espléndido Viñetas desde o Atlántico que Miguelanxo Prado y Carlos Portela organizan cada verano en A Coruña), y un servidor cae un año más en la fiebre consumista y rompe su cerdito-hucha para darle un tiento a algunas de las novedades más destacadas:


Los Muertos Vivientes 20: Guerra sin cuartel (parte 1)
Guión: Robert Kirkman. Dibujo: Charlie Adlard.
144 págs. Rústica. Planeta de Agostini.


No queda mucho por decir, a estas alturas, de la longeva serie escrita por Robert Kirkman, el guionista multimedia del momento (con permiso de Joss Whedon), y dibujada por el mediocre Charlie Adlard. Las siempre trágicas desventuras del grupo de supervivientes liderado por Rick Grimes en un mundo postapocalíptico plagado de zombies y cosas mucho peores (¡humanos!) alcanzan nuevas cotas de ruido y pirotecnia con la primera parte de la saga “Guerra sin cuartel” con la que, presumiblemente, Kirkman nos guiará hasta el final del largo arco argumental dedicado al personaje de Negan.


Resulta evidente, al menos para mí, que “Los Muertos Vivientes” no se encuentra en su momento de mayor interés. Tras 120 episodios, recopilados por Planeta de Agostini en 20 tomos en rústica, la sensación de que la colección encara un lento declive es algo más o menos palpable; todo lo contrario que su melliza catódica, más interesante con cada nueva temporada emitida por la cadena AMC. Lo cual no significa que el tebeo que propulsó a Kirkman al estrellato no mantenga siempre unos estándares de calidad bastante altos, muy por encima de la media del tebeo comercial estadounidense, convirtiéndose en cita ineludible cada vez que una nueva entrega llega a las librerías de nuestro país. Eso, claro, y que en el momento menos pensado Kirkman vuelve a dar un golpe sobre la mesa (como en el número 100 USA) y nos pone a todos los huevos de corbata por enésima vez.



  
47 Ronin
Guión: Mike Richardson. Dibujo: Stan Sakai.
144 págs. Rústica. Planeta de Agostini.


Ésta no es estrictamente una novedad del Salón del Comic, puesto que fue publicada por Planeta de Agostini a finales de marzo, pero sí entraría por fecha en el lote de lecturas primaverales del abajo firmante. No sé si es casual o no que a principios de este año se estrenase una libérrima (por utilizar un adjetivo eufemístico) adaptación al cine de la leyenda japonesa de los 47 ronin, pero la versión en viñetas propuesta por Mike Richardson (hombre para todo de Dark Horse Comics) y Stan Sakai (creador del célebre conejo samurai Usagi Yojimbo) bajo la supervisión de Kazuo Koike (genuflexión: "El lobo solitario y su cachorro") pretende reflejar el espíritu del relato original manteniendo una gran fidelidad respecto al contexto histórico.


Así, "47 Ronin" es un tebeo sobrio, a caballo entre los modos narrativos occidentales (formato comic-book de 24 páginas en color) y la sensibilidad oriental, presente tanto en las motivaciones de los personajes y las decisiones que éstos toman como en el trazo cartoon, personalísimo, de Sakai. Con una apabullante sencillez narrativa, el dibujante estadounidense de ascendencia japonesa sabe dotar al relato del ritmo idóneo tanto para los momentos más reflexivos, plenos de esa filosofía abnegada que define al bushido, como para las escenas de acción, alejadas de los tópicos occidentales sobre la esgrima samurai. No todo es perfecto: por un lado, me hubiera gustado un mayor desarrollo en los personajes secundarios, pues apenas hay tres o cuatro caracteres bien definidos en la trama; por el otro, el estilo de Sakai funciona mejor para los animales antropomórficos de "Usagi Yojimbo" que para los humanos de "47 Ronin": por momentos me ha costado distinguir los rostros de los distintos samurais y señores feudales. Aún así, "47 Ronin" sigue siendo un título más que recomendable para todos aquellos que disfruten de las historias japonesas de época... asumiendo, por supuesto, que el resultado está mucho más cerca del cine de Akira Kurosawa que de la última superproducción protagonizada por Keanu Reeves.




100 Balas: Hermano Lono
Guión: Brian Azzarello. Dibujo: Eduardo Risso. Color: Patricia Mulvihill.
192 págs. Rústica (aunque también existe una edición en cartoné). ECC Ediciones.


Brian Azzarello y Eduardo Risso recuperan a uno de los personajes más carismáticos de la colección de género negro que los consagró, “100 Balas”, en una miniserie de ocho números ambientada en la ciudad mexicana de Durango. “Hermano Lono” funciona casi como un áspero combinado de las crípticas e hiperviolentas novelas criminales de Cormac McCarthy con “El jinete pálido” de Clint Eastwood.


Tras varios años encubriendo su predilección por el hard boiled bajo los códigos del género super-heroico, Azzarello regresa por fin a su legítimo hogar literario y uno percibe claramente cómo el escritor italoamericano se siente mucho más cómodo retratando el decadente México de los narcos torturadores y la corrupción institucionalizada que narrando la última aventura mitológica de Wonder Woman (por curiosa que le esté quedando su etapa como guionista de las aventuras de la amazona). El dibujo atmosférico del argentino Eduardo Risso, deudor del claroscuro de sus compatriotas Muñoz y Breccia, reanima la simbiosis perfecta que ya había hecho de “100 Balas” una cabecera de una coherencia y solidez memorables. La sensación que uno tiene leyendo “Hermano Lono” es, en definitiva, la de que no ha pasado un día desde que nos vimos obligados a despedirnos de Dizzy Córdoba, Cole Burns y el enigmático Agente Graves.




Este del Oeste: Uno
Guión: Jonathan Hickman. Dibujo: Nick Dragotta. Color: Frank Martin.
152 págs. Rústica. Norma Editorial.


Jonathan Hickman es uno de los guionistas norteamericanos del momento. Tras varias miniseries de corte independiente, sus guiones para “Fantastic Four”, "Guerreros Secretos" y "Shield" lo pusieron en el punto de mira del fandom, y su trabajo actual como arquitecto principal del relanzamiento de Marvel Comics, desarrollando en paralelo varias cabeceras de la franquicia vengadora, lo ha elevado al estatus de estrella. Aún así, y como suele ser tan común en estos casos, son sus proyectos de creación propia los que a priori más me seducen. Al igual que Brian Wood (“The Massive”), Rick Remender (“Black Science”, “Deadly Class”), Brian K. Vaughan (“Saga”) o más recientemente Jason Aaron (“Southern Bastards”), Hickman da cobijo a estas ideas más personales en Image Comics, la editorial que ha tomado el relevo a Vertigo como sello estandarte de los comics de terror y ciencia-ficción para adultos. Allí es donde mensualmente publica la divertidísima “Los Proyectos Manhattan”, dibujada por Nick Pitarra, y también donde viene serializando desde hace unos meses “Este del Oeste” en colaboración con el artista Nick Dragotta.


“Este del Oeste” mezcla el western, la ciencia-ficción futurista, las distopías históricas, el misticismo y las artes marciales en un tótum revolútum que, contra todo pronóstico y al contrario que en “Los Proyectos Manhattan”, se toma mortalmente en serio a sí mismo. Su planteamiento se revela ambicioso desde las primeras páginas, con multitud de personajes en danza, alianzas políticas, profecías apocalípticas, magia, tecnología y religión dándose la mano en una trama que promete desarrollarse a lo largo de decenas de episodios. Esto no es nuevo en Hickman, un tipo frío y calculador que sólo sabe pensar a lo grande y que habitualmente concede más importancia al avance de las distintas tramas que al desarrollo de los personajes, defecto que “Este del Oeste” no consigue eludir en este primer recopilatorio publicado por Norma. Como Hickman es un guionista de largas distancias, de esos que se disfrutan mucho más de veinte en veinte números que de cinco en cinco, y como el dibujo de Dragotta me parece espléndido, yo me subo sin reparos al carro de “Este del Oeste” a la espera de poder comprobar si las altas expectativas generadas acaban teniendo los resultados deseados. Por ahora la cosa pinta bien.




Fatale 2: Los trabajos del diablo
Guión: Ed Brubaker. Dibujo: Sean Phillips. Color: .
136 págs. Cartoné. Panini Comics.


La feliz asociación entre el guionista Ed Brubaker y el dibujante Sean Phillips continúa dando magníficos frutos en la segunda entrega de "Fatale", con la que Panini recopila los episodios 6 al 10 de la serie, a punto de concluir en el número 24 en su país de origen de la mano de Image Comics. Una vez más, me veo en la obligación de subrayar esa posición privilegiada que ahora la editorial ocupa entre las preferencias de los propios autores norteamericanos a la hora de introducir en el mercado sus nuevas colecciones. Tanto es así que Brubaker y Phillips han firmado un contrato en exclusiva por 5 años para publicar todas sus obras de creación propia bajo el paraguas de Image, llevándose consigo dos de sus licencias más importantes en el sello Icon de Marvel: "Incognito" y "Criminal".


Este segundo volumen de "Fatale" repite las mismas virtudes (y los mismos tics, tan propios de su equipo creativo) que el tomo precedente: mezcla de género negro y terror sobrenatural en una proporción, digamos, 80% James Ellroy / 20% H.P. Lovecraft; un dibujo atmosférico, cada vez más ágil y expresivo, y una narración precisa como un mecanismo de relojería por obra y gracia de Phillips; violencia, sexo y mujeres malas que manipulan una y otra vez a hombres mucho más simples e ingenuos que ellas. Todo ello contextualizado en esta ocasión en la ciudad de Los Angeles de los años setenta, meca del cine, la droga y las sectas al estilo Manson. Quienes llevamos siguiendo a Bru y Phillips desde los tiempos de la imprescindible "Sleeper" ya sabemos lo que podemos esperar de un tebeo firmado por este equipo creativo. Compra segura, llueva, nieve o salga el sol.

martes, mayo 06, 2014

El último vuelo de Miyazaki

Quienes hayan seguido la trayectoria de Hayao Miyazaki como animador, dibujante de manga y director de cine ya sabrán, a estas alturas, que el patriarca del estudio Ghibli es un apasionado de la aeronáutica. Desde el planeador de la princesa Nausicaä en el tebeo que lleva su nombre hasta el Savoia S-21 de Marco Pagot en “Porco Rosso”, pasando por los recurrentes artefactos steampunk que inundaban los capítulos de “Sherlock Holmes” (“único y genial”), la imaginación de Miyazaki ha estado habitualmente propulsada por el amor a la tecnología que permite al hombre (o al cerdo) volar.


Ahora el maestro se despide del cine con “El viento se levanta”, biopic de Jiro Horikoshi, el ingeniero que diseñó el caza insignia del Servicio Aéreo de la Armada Imperial Japonesa durante la II Guerra Mundial. El adiós de Miyazaki suena a dejà vu, pues el padre de Totoro y de la princesa Mononoke ya había amenazado con retirarse del mundo de la animación en anteriores ocasiones, aunque el anuncio oficial realizado tras la presentación de “El viento se levanta” en el último Festival de Venecia parece tristemente definitivo.


Su nuevo film no sólo narra la vida de Jiro desde su infancia, cuando sus sueños de ser piloto comienzan a truncarse debido a sus problemas de vista, hasta el momento en que culmina su obra maestra, el avión Zero-sen con el que Japón combatió a las Fuerzas Aliadas en enclaves como Pearl Harbor o el Mar de Coral; también es el fresco de una época de grandes cambios para el país del sol naciente. La juventud de Jiro está marcada por el terremoto de Kanto en 1923, por la Gran Depresión, la epidemia de tuberculosis o el clima de represión política imperante durante la alianza del Imperio nipón con el gobierno alemán de Adolf Hitler. Pero, por encima de todo, “El viento se levanta” es un drama romántico de gran sensibilidad lírica.


Tal vez suene a perogullada, dada la trayectoria previa de Miyazaki, pero uno no puede sino quedarse boquiabierto ante la belleza plástica de cada plano proyectado en pantalla durante la película. El detallismo con el que se recrea el Japón de entreguerras sólo se ve superado por la magnificencia de los escenarios naturales (bosques, ríos y, sobre todo, cielos) que siempre han subrayado el sentir ecologista del estudio Ghibli. El aspecto visual del film es arrebatador y su prodigiosa técnica de animación concede la misma atención tanto a los grandes gestos, como el épico despegue de un hidroavión de dimensiones descomunales, como a los pequeños, como el ademán de un hombre cansado que enciende un cigarrillo tras una larga noche de trabajo ante su mesa de dibujo. La elegancia narrativa de Miyazaki se manifiesta en numerosos recursos visuales que traducen las emociones de Jiro al terreno de lo onírico. Su deliciosa banda sonora, apoyada en el sonido de las mandolinas, evoca la nostalgia de tiempos pasados y el romanticismo de los grandes amores trágicos. “El viento se levanta” es, en resumidas cuentas, una maravilla técnica.


Es un pena, por tanto, que su ritmo excesivamente contemplativo y, sobre todo, su desmedida duración (126 minutos que podrían perfectamente haber sido 100) terminen por adormecer al espectador (a mí, al menos) en sus compases finales. Como el dolor o la audición, también la belleza tiene un umbral, y una exposición prolongada al más hermoso de los estímulos puede acabar por insensibilizar al sujeto paciente. Lo cual me recuerda a aquella larguísima tarde que pasé recorriendo los pasillos del Louvre en diciembre de 2005, pasando del síndrome de Stendhal al de Asperger en algo menos de cuatro horas.


Los defensores más apasionados de Miyazaki encontrarán en “El viento se levanta” un nuevo motivo para alabar al maestro del anime, subrayando además la importancia del film como cierre a una trayectoria cinematográfica de altura. Yo, que he disfrutado más con algunas de sus películas que con otras, reconozco en esta cinta muchos de los valores que han hecho de Miyazaki uno de los realizadores más venerados de los últimos 30 años en el campo de la animación, pero no puedo evitar sentir que “El viento se levanta” está un par de peldaños por debajo de sus films más redondos, e incluso de otros títulos del estudio Ghibli que no están necesariamente dirigidos por él.

viernes, mayo 02, 2014

Llaves y cerraduras

Hace cuatro o cinco años leí un libro titulado “El traje del muerto”. Bajo el nom de plume de su autor, Joe Hill, se encontraba Joseph Hillstrom King, segundo hijo del célebre escritor de novelas de terror Stephen King. La opera prima de Hill tenía un planteamiento muy atractivo (una vieja estrella de rock obsesionada con lo paranormal adquiere en una subasta un traje al que está atado un fantasma) y mantuvo vivo mi interés durante su primera mitad, más o menos, para luego hundirse en convencionalismos y soluciones fáciles que acababan por torcer sus buenas intenciones iniciales. De ahí, supongo, que hasta hace poco un servidor no prestase demasiada atención a la producción posterior de Hill y decidiese ignorar su salto a uno de mis medios favoritos de expresión artística. El comic, por supuesto.


“Locke & Key” comenzó a publicarse en febrero de 2008 bajo el logo de la editorial independiente IDW Publishing. Originalmente iba a constar de seis miniseries de otros tantos números cada una, pero la sexta serie (“Omega”) sólo contó con cinco capítulos a los que después se añadió una séptima y última entrega (“Alpha”) dividida en dos episodios dobles. Hasta ahora, en España la colección ha sido editada por Panini Comics en cinco tomos recopilatorios, a la espera de que “Omega” y “Alpha” aparezcan en un mismo volumen que cierre la trama principal a mediados del mes de junio. Por otro lado, existen planes para publicar un total de seis one-shots ambientados en distintas épocas del universo de “Locke & Key”, de los que hasta el momento en EE.UU. sólo han aparecido dos: “Open the Moon / Guide to the known keys” y “Grindhouse”.


Pese a mi escasa curiosidad previa hacia esta colección, fueron dos las circunstancias que finalmente me llevaron a darle una oportunidad: la primera, el recuerdo de la entusiasta recomendación por parte de dos bloggers con gustos muy diferentes, Fran G. Lara, patrón del tristemente desaparecido “El Pequeño Misántropo en el País de los Sueños”, y Joaquín G. Haro, responsable de la incombustible bitácora “De Fan a Fan”; la segunda, el hecho de ser, a estas alturas, una serie (más o menos) cerrada que puede ser leída de principio a fin sin largas esperas entre un arco argumental y el siguiente. Tras disfrutarla del tirón, en apenas una semana (y en inglés, aunque ya he comenzado a agenciarme los recopilatorios en castellano publicados por Panini), debo reconocer que mi desconfianza inicial hacia el trabajo de Hill se ha borrado de un plumazo y que no podría estar más de acuerdo con las alabanzas que en su día le dedicaron Joaquín y Fran.


“Locke & Key” sigue los pasos de los hermanos Locke, dos adolescentes (Tyler y Kinsey) y un niño (Bode), cuya familia es atacada en su casa de verano por dos compañeros del instituto de Tyler. El patriarca de los Locke, Rendell, es asesinado por los asaltantes, y su esposa Nina, la madre de los chavales, consigue sobrevivir después de haber sido víctima de una brutal agresión sexual. Tras este traumático episodio, los cuatro supervivientes se mudan junto a su joven tío Duncan a la antigua mansión familiar de los Locke en el condado de Lovecraft, Massachusetts, con el fin de empezar de cero. Inevitablemente, un lugar llamado Lovecraft tiene que esconder infinidad de secretos inenarrables (que diría el viejo H.P.), empezando por el nuevo hogar de los Locke, Keyhouse, un enorme caserón colonial en el que existen numerosas llaves desperdigadas que, introducidas en la cerradura apropiada, tienen efectos mágicos de lo más variado. Asediados por una fuerza maligna que pretende hacerse con las llaves de Keyhouse para sus propios e indudablemente oscuros propósitos, los hermanos Locke irán poco a poco desentrañando los secretos de su árbol genealógico mientras nuevas llaves fabulosas se cruzan en su camino. Y todo esto, claro, sin dejar de asistir al instituto local e intentando tener una vida social acorde con sus respectivas edades.


Pese al trágico punto de partida de la narración y a los evidentes elementos terroríficos que vertebran su trama, “Locke & Key” no es una serie tan oscura como uno a priori podría suponer. Es verdad que hay un montón de violencia y muerte, y también un puñado de personajes entrañables a los que les ocurren cosas terriblemente crueles, pero de la lectura de las andanzas de la familia Locke se desprende además una loca inconsciencia aventurera, un sentido de la diversión eminentemente juvenil, que sitúa a “Locke & Key” más cerca de la whedonesca Buffy o, sobre todo, de los “Runaways” marvelitas de Brian K. Vaughn y Adrian Alphona, que de la horripilante gravedad cósmica del escritor de Providence. De hecho, la mitología que rodea a las llaves de Keyhouse es tan fantasiosa que permite numerosos cambios de registro y la exploración de géneros insospechados: desde el romance adolescente hasta el terror más puro, pasando por los super-héroes o las narraciones de corte social, todo cabe en el amplio margen de maniobra que las bases conceptuales de la colección permiten a su guionista. Gracias a los múltiples usos de las llaves mágicas, Hill expande un mundo con posibilidades casi infinitas, lo cual justifica momentos puramente cómicos, grandes escenas de acción o brillantes homenajes a referentes clásicos de la historia del comic (como en la maravillosa historia central del one-shot “Open the Moon / Guide of the known keys”).


También hay espacio en “Locke & Key” para retomar algunos de los elementos distintivos de las novelas del padre del guionista, adaptándolos al contexto en que se desarrolla la trama. Especialmente llamativa me parece la referencia implícita a King en la pandilla de los años de instituto del difunto patriarca de los Locke: un grupo de adolescentes que pondrá en marcha acontecimientos que afectarán al condado de Lovecraft muchos años después y que recuerda tanto a los Perdedores que se enfrentan al malvado payaso de “It” como a los cuatro amigos que protagonizan “Cazadores de sueños”. Y ése no es, desde luego, el único guiño a la bibliografía del autor de “Carrie”.


Resulta fascinante, por otro lado, cómo Hill consigue meterse en un berenjenal de misterios de difícil explicación (o eso pensaba yo a la altura de la segunda miniserie, “Juegos mentales”) y salir airoso del desafío en una conclusión perfectamente hilvanada que no deja nada ni al azar ni al capricho de un escritor menos esforzado en atar cabos. Pese a que en determinados momentos parezca imposible, todo en “Locke & Key” tiene perfecto sentido siempre y cuando uno asuma los fantásticos fundamentos de la trama. Un caso insólito de coherencia interna y respeto a la inteligencia del lector.


Me he reservado hasta ahora, intencionadamente, mi valoración del trabajo de Gabriel Rodríguez, el dibujante que ilustra todos y cada uno de los episodios (incluyendo one-shots) de la cabecera. En el contexto de las series de larga duración del comic angloparlante, los lectores solemos cometer el error de otorgar más importancia al trabajo del guionista que al del profesional encargado de plasmar sus ideas sobre el papel, supongo que por estar ya habituados a los continuos bailes de dibujantes en las series de las grandes editoriales, o a los acabados más o menos apresurados que exige el ritmo mensual de publicación en el modelo de producción norteamericano. Sé que es una generalización injusta, pero de algún modo existe la percepción de que las series regulares con más de 30 ó 40 números de recorrido son buenas gracias a sus guionistas y a pesar de sus dibujantes. El caso de “Locke & Key” es, afortunadamente, excepcional: al haber visto la luz en forma de sucesivas miniseries espaciadas en el tiempo, su responsable gráfico no se ha visto obligado a cumplir con las exigentes fechas de entrega de la tiranía editorial, ni a delegar parte del trabajo en manos ajenas que desvirtuarían la coherencia gráfica de la obra. Además, la evolución de Rodríguez durante los 37 episodios que conforman la serie es apabullante.


Confieso que mi primer acercamiento a las páginas de “Locke & Key” fue un poco escéptico no sólo en lo relativo a las capacidades literarias de Hill, sino también en lo que respecta al apartado visual. Desde un trazo más tosco, a caballo entre la expresividad cartoon de Philip Bond y el estilo amerimanga de Joe Madureira, el dibujante chileno va puliendo progresivamente su personalidad artística hasta alcanzar una línea diáfana que lo acerca tanto a la nitidez en el diseño de personajes de Terry Moore como al detallismo del mejor Steve McNiven. Manteniendo siempre, además, un hábil sentido de la narración y la puesta en página y haciendo que tanto las escenas más introspectivas como las secuencias de acción se lean con una claridad expositiva incuestionable. La guinda del pastel la ponen los esporádicos cambios de registro que Rodríguez efectúa con brillantez cuando las planchas de “Locke & Key” guiñan un ojo al trabajo de gigantes como Winsor McCay o Bill Watterson, a las aventuras bélicas del Sargento Rock y Nick Furia o a los clásicos de género negro de la EC.


De la conjunción de los talentos insospechados de Joe Hill y Gabriel Rodríguez ha salido una serie divertidísima, adictiva como pocas y con una enorme pegada emocional, que no hace sino mejorar saga a saga y número a número. Un título al que posiblemente le haya faltado la visibilidad de los grandes hitos del sello Vertigo o de las cabeceras más pujantes de Image Comics, pero que yo no me cansaré de recomendar a todo aquel que aún dude si darle o no una oportunidad.


Queda para el anecdotario la truncada adaptación televisiva de “Locke & Key” que la Fox, siempre tan inspirada a la hora de abortar proyectos (“Firefly”, “Futurama”, “Dollhouse”...) canceló aún a pesar de la buena acogida que el episodio piloto, dirigido por Mark Romanek (“Nunca me abandones”), tuvo entre el público asistente a la Comic Con de San Diego en 2011. Actualmente los derechos de adaptación de la obra de Hill y Rodríguez están en manos de Universal Pictures y de la productora de Alex Kurtzman y Robert Orci, K/O Paper Productions (responsable de films como “Cowboys contra Aliens”, “Amazing Spider-man” y “Star Trek: en la oscuridad”), y se especula con la posibilidad de que sea llevada a la gran pantalla como una trilogía de películas. Yo personalmente creo que la televisión hubiera sido el medio perfecto para trasladar al lenguaje audiovisual todo el potencial que encierra “Locke & Key”, y el trailer de la abortada serie de la Fox (único material disponible en internet de aquel proyecto) no hace más que subrayar esta intuición.