domingo, mayo 12, 2013

El rockero tímido

Siguiendo el camino más largo y difícil, el del esfuerzo constante y el “paso a paso”, Quique González ha ido convirtiéndose a través de los años en uno de los cantautores más respetables y honrados del panorama nacional. Sin hits especialmente reconocibles, completamente ajeno al glamour y la pose de otras figuras del pop-rock que lucen más por el embalaje que por el contenido del paquete (no, cochinos, no ese paquete), el madrileño ha sabido ganarse a un público muy fiel y cada vez más numeroso tirando únicamente de talento y determinación.


Durante los quince años transcurridos desde su debut en “Personal”, Quique González ha ido alejándose de la figura del músico intimista en solitario bajo lo focos al estilo de Antonio Vega o los hermanos Urquijo para caer en el terreno más rockero de Ryan Adams y el Bob Dylan eléctrico. Su octavo larga duración, el reciente “Delantera mítica”, viene a confirmar su adscripción cada vez más evidente al sonido americana (la mención a Neil Young no es baladí), tirando de instrumentistas estadounidenses para su grabación en los mismos estudios de Nashville, Alex the Great, en los que ya había registrado su inmediatamente anterior “Daiquiri Blues”. Esta evolución, inmensamente positiva a oídos del abajo firmante, se traduce en una integración más satisfactoria entre música y letras, ganando protagonismo el aspecto puramente instrumental y permitiéndose ahora momentos tan brillantes como el solo final de “Tenía que decírtelo”, excelente single de presentación de este último LP.

“Delantera mítica” me parece el disco más redondo de Quique González, aunque eso no implique necesariamente que estos nuevos 11 temas (12 si contamos la traducción directa del “Is your love in vain” de Dylan como corte extra) sean los mejores de su cancionero. Pero como conjunto, ya digo, posiblemente el cantante y guitarrista se haya acercado más que nunca a su techo artístico… y eso que “Daiquiri Blues” ya era un soberbio trabajo de madurez. Ayuda también, en mi caso, esa lírica cada vez más directa, menos pendiente del recurso estilístico de turno y más cercana a mi universo personal en sus referencias extra-musicales: la clase de guiños que le llevan a uno a esbozar una sonrisa cómplice (desde “el gol de Iniesta” hasta “la botella de Jimmy McNulty”). Nada que lamentar, entonces, al comprobar el pasado viernes en la sala La Riviera de Madrid que son estos dos últimos discos los que acaparan la mayor parte del setlist en la gira con la que el músico y su nueva banda recorren actualmente la geografía española.


Con una sobria puesta en escena (con una jaula colgante conteniendo una pantera de atrezzo como único destello de excentricidad) y sin dilatar el concierto con profusiones retóricas, el humilde e incluso tímido Sr. González va directamente al grano desde el minuto uno y llena dos horas de música con canciones prácticamente inéditas en los turbios dominios de la radiofórmula, pero que suenan como auténticos grandes éxitos a oídos de sus fieles. Pasadas por el filtro de su sonido actual, pedradas injustamente desconocidas para el gran público como “La ciudad del viento”, “Miss camiseta mojada”, “Vidas cruzadas”, “Salitre” o el inevitable himno de clausura “Y los conserjes de noche” fueron coreadas por una platea entregada que acudía, en su mayoría, con la lección aprendida.

Reconozco que no fue un concierto especialmente sorprendente, más allá de la aparición sobre el escenario de la vocalista Zahara para interpretar a dúo, y con mucho encanto, las canciones en las que precisamente ya colaboraba en el disco (“Me lo agradecerás” y “Las chicas son magníficas”). Que igual suena un poco obvio, pero yo no me lo esperaba. Por lo demás, un servidor ya había visto a Quique en concierto dos veces en el pasado y las expectativas estaban bastante ajustadas a la satisfacción finalmente obtenida. Lo cual no es en absoluto un demérito. Y, para mi propio orgullo personal, siempre me quedará la satisfacción de saber que una de mis acompañantes, que en su vida había escuchado una sola canción firmada por el autor de “Kamikazes enamorados”, salió del concierto convertida en una fan confesa.

Supongo que ésa es la mejor lectura que se puede hacer del trabajo actual de Quique González: es difícil escucharlo y no quedarse prendado de él.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los antiguos seguidores del primer Quique, esos a los que de casualidad una amiga les pasó hace 10 años un disco de un cantautor desconocido, creo que se sintieron satisfechos del sonido y calidad correcta de la banda, tristes porque no tocase más canciones del pasado, sin desmerecer lo nuevo, por supuesto.La música, ese arte tan ligado a los recuerdos... Lync

Jero Piñeiro dijo...

No sé qué decirte, Lync. A mí de las "clásicas" del repertorio sólo me faltó "Pequeño rock'n'roll", que me gusta mucho y no la tocó. El resto me parece que estuvo todo muy bien: presentando el disco nuevo (que no desmerece en absoluto a lo anterior) y dándole a los fans de toda la vida su dosis de nostalgia...