domingo, agosto 12, 2012

Relecturas estivales IV: "Una aventura rocambolesca de Vincent Van Gogh: La línea de fuego"

Descubrí al dibujante y guionista francés Manu Larcenet a mediados de la pasada década gracias a una serie titulada “Los combates cotidianos”. Mientras aguardaba la publicación por parte de Norma de su tercer tomo (de los cuatro de que finalmente constaría la colección), la editorial catalana tuvo a bien iniciar en España otra de las series creadas por el artista de Issy-les-Moulineaux, “Una aventura rocambolesca de…”, conjunto de álbumes autoconclusivos protagonizados por personajes históricos descontextualizados. Así, mientras el primer número (“Vida de perros”) nos presentaba a un Sigmund Freud que había cruzado el océano para dejarse fascinar por la mítica del Lejano Oeste norteamericano en una suerte de western surrealista, el segundo llevaba a Vincent Van Gogh a la guerra de las trincheras en un relato radicalmente antibelicista no exento de humor absurdo y referencias cultas.


“La línea de fuego” (“La ligne de front” en el original francés) arranca con la voluntad del alto mando de descubrir la (insólita, según ellos) razón por la que sus soldados no quieren marchar a la guerra. Para averiguar qué se cuece realmente en la primera línea de combate, deciden enviar a un pintor que documente el auténtico espíritu de la contienda desde la perspectiva trascendental que sólo el arte puede ofrecer. El elegido para tal tarea es el cabo Van Gogh, retirado del servicio tras el fracaso en una misión de infiltración entre la cúpula cubista y oficialmente dado por muerto con la ayuda de una rebuscada historia inventada (aderezada con una oreja cortada y un suicidio desesperado).


El dibujo de Larcenet combina aquí el trazo caricaturesco de sus obras más desenfadadas con la vertiente expresionista de claroscuros dramáticos que anteriormente había cultivado en títulos como “Presque”. El guión, por su parte, conjuga el sentido del humor característico de publicaciones como “Fluide Glacial” (referente galo semejante a “El Jueves” español), en la que Larcenet ha publicado multitud de planchas, plagado de gags surrealistas y elementos marcadamente paródicos, con un poso sociológico, artístico y filosófico que aborda materias como la comercialidad del arte para las masas, la frivolidad con que la clase política y militar toma decisiones bélicas desde la seguridad de sus despachos o el (inevitable) sinsentido de la(s) guerra(s).


Superadas las cómicas intenciones iniciales del relato , las últimas páginas de “La línea de fuego” abrazan abiertamente un sentido poético del nihilismo, en el que Tardi y Miyazaki se dan la mano con la angustia vital de un artista (Van Gogh no; el propio Larcenet) que siempre ha buscado en el tebeo un medio para expresar sus propios miedos e inseguridades ante el monstruo voraz que es la propia existencia humana. A veces con resultados irregulares; pero en ocasiones, como en el caso que nos ocupa, dando directamente en el centro de la diana.

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