sábado, julio 28, 2012

Relecturas estivales III: "Xenozoic Tales"

De pequeño me volvían loco los dinosaurios. Loco de remate. Tenía (y aún debo tener, amontonada en algún oscuro recoveco del desván de la casa de mis padres) una extensa colección de enciclopedias y libros de ilustraciones sobre lagartos prehistóricos que revisitaba a diario y utilizaba como referencia constante para los miles de dibujos protagonizados por deinonychus, triceratops y diplodocus que hice a lo largo de mi infancia. Tantos que aún es hoy el día en que puedo dibujar con los ojos cerrados un T-Rex de proporciones correctas, mientras que necesito echar mano de toneladas de material fotográfico para conseguir plasmar sobre el papel un caballo que no parezca un perro anoréxico. Por aquel entonces me hacía ilusión ir al médico porque, cuando la enfermedad o la dolencia era lo suficientemente importante, al salir de la consulta mi madre me compraba una figurita de plástico de un dinosaurio en una tienda de Ferrol que juraría que hoy ya no existe (y si existe dudo mucho que aún conserve alguna de aquellas figuras).  No es difícil imaginar que, llegado un momento, mi padre fuese capaz de adivinar la gravedad del parte médico según el tamaño del dinosaurio de pvc que servidor llevase en las manos al atravesar junto a mi madre la puerta de casa. Por suerte (para mi salud, que no para mi colección) nunca conseguí convencer a mi vieja para que me comprase el supersaurus.


Otra cosa que me volvía majareta de pequeño eran los videojuegos. Cuando yo tenía 8 ó 9 años, las consolas caseras aún no podían medirse en potencia gráfica ni jugabilidad con las máquinas recreativas, así que los fines de semana J. (mayúscula) y yo nos gastábamos una buena parte de nuestra asignación semanal en el salón de juegos de Pontedeume repartiendo estopa en beat’em up’s como “Captain Commando”, “Mutant Fighter”, “World Heroes” o, meses antes de que la Super Nintendo fuese lanzada al mercado español, el revolucionario “Street Fighter 2”.

Dos de mis pasiones infantiles se fundieron en un solo título el día en que una nueva máquina recreativa llegó a nuestro pueblo: “Cadillacs and Dinosaurs”. ¿Un juego de lucha en scroll lateral ambientado en un futuro post-apocalptico donde vestigios de nuestra civilización (viejos automóviles, principalmente) conviven con la flora y la fauna de la prehistoria? Existe una expresión en internet acuñada para casos como éste:


El dato en el que aquel Jero de metro veinte jamás reparó, durante aquellas mañanas de domingo jugando a “Cadillacs and Dinosaurs” junto a J. (mayúscula), era la leyenda en letra pequeña que acompañaba al título de la recreativa y que rezaba: Tales based upon the comic “Cadillacs and Dinosaurs”. Supongo que mi inglés estaba aún un poco verde por aquel entonces.

Poco tiempo después, la irrupción de las videoconsolas de 16 bits hizo que la excitación del salón recreativo se trasladase a otro salón, el de nuestra casa, y “Cadillacs and Dinosaurs” se transformó en una más de esas cosas entrañables de la infancia que poco a poco se van enfriando en la memoria hasta convertirse en una anécdota. Al menos hasta que una tarde de diciembre, en 1994 o tal vez 1995, J. (mayúscula) y yo descubrimos en la televisión una serie de dibujos que reproducía el ambiente y los personajes del videojuego y que era de lo mejorcito que habíamos visto hasta la fecha en cuanto a animación televisiva occidental (el anime nipón es otra historia, desde luego). La existencia de aquella serie evidenciaba que “Cadillacs and Dinosaurs” no era sólo un juego de arcade, sino que su argumento tenía una base previa más compleja, posiblemente literaria o, como descubrí muchos años más tarde, de tebeo. Tenéis que entender que por aquel entonces aún no había llegado la (bendita) internet a los hogares y que, viviendo en un pueblo de 7.000 habitantes donde sólo había dos librerías que vendiesen comics (y apenas un puñado de títulos en grapa, nada de recopilatorios o álbumes en tapa dura), estar al corriente de este tipo de pormenores era sencillamente una utopía. Durante los 90, y en lo que respecta al Noveno Arte, si no lo podías encontrar en Áncora o en Cunqueiro, no existía.


No fue hasta 1999, ya en plena adolescencia, que Planeta de Agostini publicó en España el primer número de una serie limitada titulada “Xenozoic Tales” cuya portada desvelaba el obvio parentesco con la recreativa y la serie animada que J. (mayúscula) y yo habíamos conocido tiempo atrás. El cambio de título era desconcertante, pero un vistazo rápido a sus viñetas en blanco y negro fue más que suficiente para reconocer en aquellas páginas a Jack Tenrec, Hannah Dundee y toda la maravillosa biodiversidad prehistórica que había llamado mi atención desde un primer momento.


No por obvia era la verdad menos reveladora: el universo de “Cadillacs and Dinosaurs” procedía de la imaginación del guionista y (por encima de todo) dibujante Mark Schultz, un tipo que probablemente también pasó muchos años de su infancia garabateando dinosaurios en toda superficie dibujable que se le pusiese a tiro. Las historias escritas e ilustradas por Schultz habían comenzado a publicarse con el título de “Xenozoic” en la antología “Death Rattle” de la editorial Kitchen Sink, a la que pronto le seguiría una cabecera propia, "Xenozoic Tales", estrenada en EE.UU. en febrero de 1987. A partir de 1990, y gracias al hecho de que Schultz poseía los derechos íntegros sobre su obra, Marvel reeditó dentro de su sello Epic las primeras entregas de la colección, coloreadas para la ocasión y rebautizadas con el título algo más comercial de “Cadillacs and Dinosaurs”, que fue el que finalmente quedaría para los anales.


El modelo narrativo de los relatos xenozoicos que Planeta publicó durante 15 meses en nuestro país está fuertemente inspirado en los tebeos de terror y ciencia-ficción de E.C. Comics (como “Tales from the Crypt” y “Weird Fantasy”), con un estilo gráfico deudor tanto de Wallace Wood y Jack Davis como de Frank Frazetta y Harold Foster (en mayor medida cuanto más avanza la serie). Releídas ahora, estas historias vuelven a entretenerme con sus nostálgicos (y algo bisoños) guiones en clave pulp y a maravillarme con una evolución gráfica que se traduce, a partir del décimo ejemplar, en un alarde constante de detallismo, precisión anatómica, fascinante creación de atmósferas y una narrativa tan clásica como deslumbrante.


Desgraciadamente, Schultz lleva años alejado de la Era Xenozoica, escribiendo desde 2004 las andanzas de “Príncipe Valiente” que dibuja Gary Gianni, así como diversas mini-series para Marvel, DC y Dark Horse, por lo que desde aquel decimoquinto número publicado por Planeta no ha vuelto a haber noticias de “Xenozoic Tales” ni en EE.UU. ni en lo que respecta al escenario editorial español (Planeta no llegó a publicar las historias de complemento guionizadas por Schultz y dibujadas por Steve Stiles). Una pena, dado el extraordinario nivel gráfico que manifiestan las últimas ilustraciones y bocetos realizados por Schultz que he podido ir encontrando a través de la red. Me temo que aún tardaremos muchos años en conocer la conclusión de las aventuras de Jack Tenrec y Hannah Dundee, si es que algún día llega a publicarse.


4 comentarios:

David dijo...

No sabía que había videojuego...Sí lo de la serie de dibujos, aunque lo primero que conocí fue el tebeo... Uno de los primeros Comics Journal que pillé era una entrevista conn Schultz.
Por lo demás, la evolución gráfica como bien dices es impresionante.
Y aunque la historia también progresa, no lo hace al mismo ritmo que los dibujos...
Así que, una serie muy bien dibujada, con unas historias que no están mal pero tampoco me matan.
A mí de crío me gustaba esa de dinosaurios e indios. La de Turok.

Jero Piñeiro dijo...

Estoy bastante de acuerdo en tu valoración de la serie, David, y por eso me sorprende tanto que Schultz haya sido contratado por otras editoriales como guionista cuando su auténtico punto fuerte es el dibujo.

Precisamente a "Turok" lo conocí también por un videojuego: un estupendo shooter en 1ª persona que salió hace un porrón de años para la Nintendo 64. Años después supe de la existencia del comic (del que nunca llegué a leer nada) a través del primer ejemplar del "Previews" yanki que sostuve en mis manos. Ya digo que en mi pueblo era complicado enterarse de qué se cocía en el mundo del comic...

David GB dijo...

A mí me pasa al revés: conocía la coin-op (guau, qué profesional ha quedado eso) pero acabo de enterarme de que era la adaptación de un cómic. La recreativa era genial, con un diseño de personajes magnífico (ahora entiendo por qué) y el cómic tiene pinta de ser muy pulp, con lo cual debe tener su encanto. ¿Soy al único al que las ilustraciones le recuerdan a Frank Cho cuando se pone serio en Liberty Meadows?

Jero Piñeiro dijo...

El tono pulp es claro y manifiesto, David GB. Se nota que a Schultz le pirran los clásicos de prensa como "Tarzan" o "Flash Gordon". Por otro lado, yo no he seguido "Liberty Meadows", pero Cho tiene un tebeo plagado de dinosaurios, "Shanna la diablesa", que cuenta con un dibujo magnífico. La pena es que el guión sea tan deficiente en todos los aspectos...