domingo, junio 17, 2012

El reino de Anderson

Por regla general, los realizadores de cine con un estilo narrativo y estético especialmente característico suelen generar las más polarizadas reacciones entre los espectadores. Tipos como Tim Burton, Quentin Tarantino o Jean-Pierre Jeunet, tan fieles a su propio libro de estilo que en numerosas ocasiones uno no puede evitar preguntarse cuánto hay de personalidad y cuánto de autoplagio en su obra, mueven al encarnizamiento más visceral en el ámbito del debate entre aficionados al cine. Dentro de este grupo de directores, uno de los más esquivos para el gran público es Wes Anderson, claramente reducido (en términos comerciales) a la consideración de autor de culto, además de ser uno de los que suscita los rechazos y adhesiones más pronunciados. Pareciera que, haga Anderson lo que haga, sus defensores encontrarán razones más que suficientes para encumbrarlo y sus detractores sentirán que el responsable de títulos como “Viaje a Darjeeling” o “Fantástico Mr. Fox” ha vuelto a tomarles el pelo.


El estreno hace unos días de su último largometraje (recientemente proyectado en el Festival de Cannes) ofrece una ocasión perfecta para que los seguidores de Anderson nos rindamos a sus nuevas ocurrencias, sus críticos se desgañiten arremetiendo contra su condición de icono gafapasta y, sobre todo, los desconocedores de su filmografía puedan descubrir al realizador de Houston (Texas) a través de uno de los trabajos que mejor representan su imaginario personal.


“Moonrise Kingdom” viaja hasta 1965 para retratar el amour fou entre Sam (encarnado por el debutante Jared Gilman), un boy-scout huérfano e incomprendido, y Suzie (una también primeriza Kara Hayward), ávida devoradora de literatura fantástica que se siente aprisionada en una familia de afectos desnaturalizados. La pareja planeará una fuga hacia lo salvaje que revolucionará el pequeño pueblo costero donde se cruzan las infelices vidas del jefe de exploradores Ward (Edward Norton), el policía depresivo Sharp (Bruce Willis) o la pareja de abogados (y padres de Suzie) formada por Walt y Laura Bishop (Bill Murray y Frances McDormand, respectivamente). Completan el espectacular reparto de la cinta los nombres de Harvey Keitel, Tilda Swinton y Jason Schwartzman.


Bastan apenas 30 segundos de “Moonrise Kingdom” para identificar inequívocamente la mano de su responsable tras las cámaras: la característica paleta cromática, el ecléctico uso de la música (que, además de las composiciones originales de Alexandre Desplat, en esta ocasión abarca diversas piezas de Benjamin Britten, Hank Williams y Françoise Hardy), el zoom vintage y los siempre reconocibles travelings laterales despejan cualquier duda posible. También encontramos en la película su personalísimo humor, más simpático que descacharrante, y esa melancolía implícita en la visión que el director tiene de las relaciones humanas (con la familia desestructurada como constante telón de fondo).


Las mejores escenas de “Moonrise Kingdom” provienen del sentido de descontextualización omnipresente en el libreto firmado por Anderson y su colaborador habitual Roman Coppola (hijo de Francis Ford y primo de Jason Schwartzman). Mientras los niños protagonistas reflexionan y se comportan como adultos de lógica intachable, los supuestos adultos riñen como chiquillos incapaces de tomar conciencia de sus auténticas emociones. Los boy-scouts son presentados como un cuerpo militar regido por una disciplina espartana, permitiendo diálogos y situaciones que homenajean en tono y forma a los clásicos bélicos y al cine de evasiones. Pese al marcado tono fabulístico de la cinta, la corrección política brilla por su ausencia: Sam es un niño de doce años que fuma en pipa y tiene conversaciones sobre mujeres mientras bebe cerveza; Suzie experimenta sin rubor las vicisitudes del despertar sexual y protagoniza estallidos de violencia que terminan en sanguinario acuchillamiento. Pese a la imagen cándida de su cartel y a estar protagonizada por críos, “Moonrise Kingdom” no es una película para niños, sino una película para aquellos adultos capaces aún de recordar con nostalgia la ingenuidad con que los niños viven el sentimiento del primer amor. Lo cual no significa que “Moonrise Kingdom” no sea una cinta cándida a pesar de todo. Lo es, y mucho.


Detrás de su kitsch extravagancia audiovisual, del patetismo de sus personajes de mediana edad y de sus surrealistas situaciones tragicómicas, Wes Anderson se descubre una vez más como un romántico disfrazado de cínico, y también como uno de los directores más personales e inconfundibles del panorama cinematográfico actual. “Moonrise Kingdom” es la última muestra de su gran talento, aunque también una de esas películas que uno no se siente capacitado para recomendar a todo el mundo. A mí el realizador de Texas ha vuelto a conquistarme pero, tal y como decía en el primer párrafo, “hipsters gonna hip” y “haters gonna hate”. Advertidos quedáis.


6 comentarios:

La Manzana de Eva dijo...

Jero!! Nosotros la fuimos a ver ayer, y nos encantó!
Me ha llamado especialmente la atención, la simetría de la mayoría de prácticamente, todos los planos. :)

Ahora me ha entrado el gusanillo, quiero ver las anteriores!!


Un beso enorme!!!

Jero Piñeiro dijo...

Me alegro de que os haya gustado, pekecha ;)

Es verdad lo que dices sobre la composición de los planos. Se nota que hay un trabajo enorme detrás para conseguir ese juego de geometrías perfectas. Lo cierto es que técnicamente el film me parece impecable (la primera escena, con ese movimiento en 360ª de la cámara presentando a la familia de Suzie ya es toda una declaración de intenciones...)

Si ésta te gustó creo que las anteriores también lo harán, porque el estilo de Anderson es totalmente reconocible en todas ellas.

David dijo...

Muy bonita.

Jero Piñeiro dijo...

Normalmente argumentas mucho más tus opiniones, David. Debe ser que con ésta estamos más de acuerdo que de costumbre ;)

Anónimo dijo...

la edad adulta tan sujeta a lo correcto y la norma, la infancia capaz de escuchar y actuar según sus sentimientos o, como tú escribes: adultos que son niños, niños que son adultos. Gran peli! Lync

Jero Piñeiro dijo...

Como ya lo comentamos por teléfono, tan sólo quiero añadir (repetir, más bien) que me alegro de que te haya gustado, Lync. Un abrazo ;)