domingo, noviembre 06, 2011

Craig es amor

Hay gente que tiene clara su razón para vivir. Como Craig Thompson. El dibujante y guionista de tebeos de Michigan (no puedo pensar en Thompson si no es con Sufjan Stevens como acompañamiento musical) vive por y para el amor. Criado en una familia de profundas creencias cristianas, como se vio en su autobiográfica obra “Blankets”, Craig siente un ambiguo fervor religioso que no puede ser definido más que como amor a lo divino. Marcado a fuego por su romance adolescente con la idealizada Raina (ésta también salía, y mucho, en “Blankets”, y era la inspiración para el ratoncito Dandel en su conmovedor “Adiós, Chunky Rice”, uno de mis tebeos favoritos de todos los tiempos), Thompson vive además fascinado por la noción de un amor humano imperecedero que supere todas las zancadillas que el espacio y el tiempo pongan en su camino. Sospecho que al muchacho le gustaría “El amor en los tiempos del cólera” de García Márquez tanto como a mí.


Hace unas semanas apareció a nivel internacional el cuarto trabajo de Thompson, una mastodóntica odisea romántico-coránica titulada “Habibi”. En ella, el amor humano y el amor divino vuelven a ser el eje alrededor del que pivotan las vidas de Dódola, una niña vendida como esposa a un escribano, y Zam, un esclavo huérfano al que Dódola criará como si fuera su madre/hermana mayor.


Inspirado en la religión musulmana y en las narraciones de “Las 1.001 noches” (con Dódola ejerciendo de Sherezade para divertimento e instrucción del pequeño Zam), “Habibi” es además un intrincado estudio sobre la caligrafía árabe. Durante sus casi 700 páginas plagadas de bellísimas viñetas en blanco y negro se percibe con claridad el esfuerzo de investigación desarrollado al respecto por Thompson durante los últimos siete años (los que han pasado desde “Cuaderno de viaje” hasta “Habibi”). A veces con demasiada claridad, me atrevería a decir, pues no deja de ser obvio el interés de Thompson por que el lector reconozca ese esfuerzo, como diciendo “os guste o no, os vais a enterar de cuánto me lo he currado”.


Es un pero menor, sin embargo, pues lo que a mí realmente me interesa del libro, esa relación entre Dódola y Zam que discurre alternativamente por los senderos de la maternidad, la amistad, la sexualidad culpable y el amor sublimado, me sirve por sí misma para sostener el delicado equilibrio narrativo entre los pasajes místicos sustraídos de la religión musulmana (y por ende cristiana y judía, pues todas estas doctrinas tienen una tradición común que comparte la mitología del Antiguo Testamento) y las desventuras de esta pareja de desamparados a caballo entre una Arabia fabulada y la actual realidad de las desequilibradas economías de Oriente Medio.


Lo que más me fascina del Craig Thompson guionista es su especial intuición del ideal del amor. Su manera de tratar el vínculo emocional entre Dódola y Zam conecta conmigo desde la primera viñeta, del mismo modo en que lo hacían los sentimientos de Craig y Raina en “Blankets” y de Chunky y Dandel en “Adiós, Chunky Rice”. Que son siempre, por cierto, los mismos personajes bajo apariencias distintas. Porque, no conviene engañarnos al respecto, Craig Thompson es guionista de una sola historia, un poco como le ocurre a Bastien Vivès. Si esa historia sigue interesándome, involucrándome y conmoviéndome como lo hace, es porque las distintas variaciones que Thompson ha sabido introducir en cada ocasión justifican cada una de sus obras como algo totalmente nuevo y al mismo tiempo perfectamente reconocible. Como si Craig se hubiese convertido, a su manera, en un género propio.


Y luego está el Thompson dibujante, claro. Un tipo superdotado para la ilustración, con un estilo sintético y caricaturesco que hace fácilmente comprensible hasta la más compleja de las soluciones narrativas con que desgrana sus viñetas. Thompson es un explorador del medio, un artista gráfico de una ambición desmedida que se lanza en un salto al vacío sin red en cada página y consigue salir (casi) siempre airoso. Leer “Habibi” es, por momentos, redescubrir las posibilidades del medio, del mismo modo en que ocurre al leer a otros temerarios de la experimentación formal como Chris Ware, Dash Shaw o el mentado Vivès. Y lo más fascinante, ojo, es que “Habibi” se lee del tirón, sin sentirse nunca sobrepasado por el arrojo narrativo de Thompson o fatigado por su continua búsqueda de nuevos modos de componer una página o de realizar una transición entre escenas (habrá quien disienta, lo sé, pero si yo no lo he leído de una sola sentada ha sido porque no he tenido tiempo material para dedicarle una tarde entera a sus cientos de páginas; apagar la luz antes de dormir sabiendo que aún me quedaban tantos episodios de la historia de Dódola y Zam por descubrir fue durante días un obligado ejercicio de autocontrol).


Le edición española por parte de Astiberri es, como ya nos tiene acostumbrados la editorial vasca, excelente. Es verdad que el precio del libro es elevado, pero después de haber pagado 15 machacantes por las 120 páginas del lamentable “Némesis” de Mark Millar y Steve McNiven, nadie podrá decirme que los 39 € que cuestan las gloriosas 672 de “Habibi” resultan abusivos.

Yo lo tengo perfectamente claro: “Habibi” es uno de mis tebeos favoritos del año.

2 comentarios:

Emma dijo...

Caligrafía y amor :
http://hassan.massoudy.pagesperso-orange.fr/galerie.html

El libro que más me gusta de él: Calligraphies d'amour

Jero Piñeiro dijo...

El enlace no funciona bien, Emma (lo cual es un fastidio, porque acabo de quedarme con las ganas de ver qué era, jeje). Gracias de todos modos ;) Biz!