sábado, diciembre 31, 2011

Feliz 2012

A los que estáis ahora en el mismo edificio que yo. A los que vivís a un océano de distancia. A aquellos de vosotros que conozco personalmente y a aquellos que no. A los que llevais ahí desde el principio. A los que aterrizasteis por primera vez en este blog hace 30 segundos. A los que comentáis. A los que no lo hacéis. A los que me leéis, a todos vosotros, Joseph, Zooey y yo os queremos desear un feliz 2012:



lunes, diciembre 19, 2011

Preestrenos: "No tengas miedo a la oscuridad"

Comentaba en la entrada inmediatamente anterior a ésta que últimamente publico más artículos en otras webs que reseñas destinadas a mi propio blog. Pues bien, aquí tenéis otro buen ejemplo de ello. Mi nueva colaboración con Nuestros Comics tiene como objeto de crítica el film "No tengas miedo a la oscuridad", dirigido por el debutante Troy Nixey y escrito y producido por Guillermo del Toro ("El espinazo del diablo", "El laberinto del fauno").


Podéis descubrir mis impresiones sobre la cinta, de estreno en España el próximo 23 de diciembre, clickando aquí.

Para vetustos colores

Se da la alegre circunstancia de que últimamente casi escribo más para otros medios que para mi propia bitácora. A mis irregulares (en tiempo y en calidad) colaboraciones cinematográficas con el portal Nuestros Comics y a cierto misterioso proyecto pseudo-secreto del que pronto ofreceré algunos detalles, se suma ahora una muy bienvenida participación en el blog vecino Paragustoscolores.


Lo primero, lógicamente, es agradecerle a Tenenbaum, estupendo blogger musical y mejor persona, la posibilidad que me ha brindado de acudir como periodista acreditado a uno de los conciertos que Vetusta Morla ofrecía estos días en la sala La Riviera de Madrid, y que registraron (¡los cinco días!) un lleno absoluto.

Lo segundo, celebrar la compañía de la fotógrafa (también acreditada) Laura Menéndez, cuyas instantáneas ilustran la reseña que un servidor ha redactado para la ocasión.


Y por último, congratularme por la buena forma musical en que se encuentra el sexteto de músicos de Tres Cantos, los cuales ofrecieron un recital magnífico sobre el que podéis leer un poco más haciendo click en este enlace.

domingo, diciembre 18, 2011

El riff como senda, el rock como destino

“El Camino” (nada que ver con Escrivá de Balaguer, imagino) es el nuevo disco de The Black Keys. Apenas un año después de su celebrado “Brothers”, el dúo de Akron (Ohio) formado por Dan Auerbach y Patrick Carney vuelve a las andadas, y lo hace con un LP que continúa abriendo la vereda del blues-rock a un público más amplio, dulcificando la rudeza setentera de sus primeros trabajos y encontrando en la colaboración compositiva del productor Danger Mouse (curtido en mil y un proyectos y artífice junto a Cee Lo Green del exitoso fenómeno Gnarls Barkley) la clave para desentrañar el misterio del estribillo perfecto.


“El Camino” es un disco de pegada inmediata, plagado de riffs guitarreros que se reconocen al vuelo de forma casi instintiva como algo que uno ya llevase escrito en su propio código genético. Tras el pelotazo inicial de ese “Lonely boy” que invita desde el primer acorde a mover enérgicamente el buyate (si al escuchar este tema no te sientes impelido a agitar las caderas como una gogó puesta de speed es que no tienes sangre en las venas), el álbum golpea al oyente con una colección de trallazos en quinta marcha que conforman lo que bien podría ser un recopilatorio de singles de los White Stripes siempre que a Jack White le hubiesen bajado los testículos al llegar a la edad adulta.


Pepinazos como “Dead and gone”, “Gold on the ceiling”, “Sister”, “Stop stop”... (¡y así hasta 11!) se suceden sin aminorar la marcha, salvo en los primeros compases de la estupenda "Little black submarines", durante 38 minutos que piden una reescucha inmediata porque saben a mucho, sí, pero también porque dejan con ganas de más todavía.

El único defecto de “El Camino” es tal vez (y sólo tal vez) que esa misma condición de blíster para píldoras monodosis diluye el sentido discursivo del álbum. No hay una secuenciación (llamémosle) necesaria en él porque cada canción es en sí misma una meta. “El Camino” no pierde punch aunque sea escuchado de forma desordenada porque sus cortes son, todos, una alegría individual. Como en un greatest hits, donde lo que sonó antes y lo que sonará después no influyen demasiado en lo que está sonando ahora. Aunque, planteado así, tampoco parece algo especialmente negativo...

viernes, diciembre 16, 2011

Con "I" de "Imperio"

La HBO me recuerda un poco a cierto equipo de la liga española de fútbol: después de tanto tiempo siendo número uno indiscutible en el mercado de las series de televisión, parece que algunos tienen ganas de verla caer.


“AMC viene pisando fuerte”, dicen. Y es verdad: cuenta en su alineación con valores seguros como “Mad Men” (clase y elegancia: el interior perfecto) o “Breaking Bad” (killer del área), uno de esos centrocampistas irregulares con destellos de genio como es “The Walking Dead” y dos promesas (el fichaje danés “The Killing” y la canterana “Hell on wheels”) con mucho que decir en el futuro próximo.

Viendo los números del rival, los aficionados comienzan a pensar que la HBO ya no es la gran favorita. Que tuvo una época gloriosa con la quinta de Tony (aquella alineación de ensueño con James McNulty haciendo y deshaciendo a su antojo en el medio del campo, el sargento Winters y sus muchachos de la compañía Easy corriendo la banda como guepardos, la familia Fisher defendiendo hasta la muerte la portería de Al Swearengen y el impredecible Sr. Soprano hartándose de (a)batir al guardameta rival), pero que glorias como aquéllas no volverán a repetirse. ¿Quién tomará el relevo de estas series que hicieron historia, que redefinieron el medio y lo llevaron a cotas insospechadas de madurez y sofisticación? No será “True blood”, desde luego; producción que, si de muchos de nosotros dependiese, habría sido traspasada ya a una de esas ligas asiáticas de escaso prestigio que pagan buenas sumas por antiguas estrellas en decadencia.


En esto que la cadena ficha al emergente delantero del Poniente F.C. y la HBO comienza de nuevo a acaparar portadas y a vender camisetas como si el invierno fuese a llegar mañana, y los números se igualan y parece que vuelve a haber campeonato. Una competición reñida.

Pero no la hay. Qué va.


El equipo que mejor juega al fútbol no es necesariamente el que tiene los mejores números. Cuando ambas plantillas saltan al campo y se miden de igual a igual, sea en el feudo del uno o del otro, son la posesión de la pelota, el talento combinado y la unidad como equipo los que deciden quién se lleva la victoria a casa. Quienes marcan la diferencia, al final, son esos jugadores que no ganan el premio de la prensa (esférico y dorado) cada año porque, por razones que a los auténticos sabios del deporte se les escapan, no resultan tan mediáticos; no están en boca de todos. Malabaristas del balón que no posan para anuncios de ropa interior ni llevan ostentosos brillantes en los lóbulos de las orejas. Series como “Treme” o “In treatment”, que sostienen al equipo con su calidad constante, sus aspiraciones a nada salvo la excelencia.

Series como “Boardwalk Empire”.


Ahora que promediamos diciembre y proliferan por la web numerosas listas con los mejores lo-que-sea del año (discos, tebeos, libros, etc.), me sobreviene la frustración de que las películas y las series no puedan ser comparadas en una categoría común. Sería estupendo meterlas en el mismo saco para poder poner unos cuantos largometrajes (bastante buenos, ojo) en los puestos que van del 10 al 3 y luego enmarcar a “Boardwalk Empire” en un rotundo número 1. Y, más importante aún, dejar el segundo lugar desierto para establecer una respetuosa distancia y no insultar a la mejor obra audiovisual que un servidor haya podido ver en pantalla grande o pequeña a lo largo de este 2011 que se nos va.

Así de buena, sí. No, no exagero.


¿Recordáis lo que escribí por estos lares hará algo menos de un año? Fue al terminar de ver los doce primeros episodios de esta serie. Decía tal que así: Boardwalk Empire” se revela, con apenas una temporada en su haber, como una serie imprescindible (otra más, lo siento por vuestra agenda ociopática) y con entidad propia, alma y encanto, fantásticamente realizada, estupendamente interpretada y magníficamente escrita.

Y era cierto.

Pero en su segunda temporada, Nucky Thompson y James Darmody se superan ampliamente a sí mismos. Se superan tanto que por momentos uno se plantea seriamente qué puede hacer ahora el cine para resistir la embestida de un medio que ya ha demostrado, en el momento actual, ser mejor en absolutamente todo. Con “Boardwalk Empire” la gran pantalla se queda pequeña ante la edad de esplendor de su hermana tradicionalmente fea, ésa que sólo necesitaba crecer y mudar las plumas para demostrar que realmente pertenecía a una especie de aves distinta.


La producción de Terence Winter, Mark Wahlberg (¡Mark Wahlberg!) y Martin Scorsese contiene a un tiempo todas las trazas de los mayores exponentes del cine negro, desde “El Padrino” hasta “Muerte entre las flores”, pasando por “Érase una vez en América” y “Camino a la perdición”. Es, además, la respuesta al creciente naturalismo que el género venía experimentando en los últimos años. Tras la deconstrucción desmitificadora que “Los Soprano” y “The Wire” (los “Dark Knight Returns” y “Watchmen” del ramo) hicieron del crimen organizado, con su puesta en escena estilizada y sus mimbres de tragedia griega “Boadwalk Empire” (¿“All-Star Superman”?) devuelve a la figura del gangster la categoría de icono cultural, de leyenda mitológica: Shakespeare con una ametralladora Thompson.

Una serie que cuando salta al terreno de juego te ofrece todo lo que el deporte rey siempre debería ser. Capítulo tras capítulo, durante 600 minutos de regocijo futbolero, “Boardwalk Empire” corre, pasa, regatea, baja a defender, hace un sombrerito al rival, y otro, da la asistencia perfecta y en el último minuto anota ese gol de la victoria que años después algunos todavía recordarán con los ojos humedecidos.

Es, hoy por hoy, desde Fuentealbilla a Atlantic City, el mejor jugador del mundo.

lunes, diciembre 12, 2011

De abusones y abusados

Ahora se le llama "bullying", pero hace quince años yo lo llamaba “mamá, en el cole me pegan”.

No pongáis esa cara: nos ha pasado a muchos, le sigue pasando a miles y le pasará a nuestros tatara-tatara-tataranietos cuando vayan al cole en las colonias espaciales de Júpiter. Es otra de esas cosas sin sentido que los seres humanos llevamos eones haciendo. Por suerte, la mayoría de los que sufrimos acoso escolar nunca nos presentamos una mañana en el instituto con una escopeta recortada y dimos matarile a medio alumnado, copando las portadas de los periódicos de mayor tirada internacional. Qué va: acabamos el bachillerato y nos fuimos a la universidad, hicimos amigos nuevos, empezamos a hablar con las chicas (¡y ellas con nosotros!) y descubrimos que aquellos fulanos que nos aterrorizaban en las aulas de enseñanza secundaria sólo eran unos críos que no sabían contra quién dirigir sus frustraciones. Ahora somos conscientes de que no era algo personal: simplemente atacaban al débil, al que no se la iba a devolver. Lo cierto es que ya ni siquiera los recordamos, del mismo modo en que probablemente ellos no se acuerden de nosotros.


Pero eso no quita que historias como la del comic “Hollywood Jan” (o las de películas como “Déjame entrar” o “En un mundo mejor”) me toquen la fibra sensible. Más aún si el dibujante encargado de poner en imágenes el texto (seguramente) autobiográfico del guionista Michaël Sanlaville es mi idolatrado Bastien Vivès (si no sabéis de quién hablo, podéis pasaros por aquí, aquí, aquí o aquí y poneros rápidamente al día).

Otra vez Vivès en un ambiente estudiantil. Otra vez contándonos la historia de un muchacho introvertido que se ve superado por la dinámica social del microcosmos adolescente. Otra vez la soledad existencial del inadaptado. Pero en esta ocasión con Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Russel Crowe como aliados.


Y es que el pobre Jan, que sueña a largo plazo con ser director de cine y a corto plazo con que los abusones de su instituto lo dejen vivir en paz, recurre constantemente a su desbordante imaginación para recibir consejos de las tres superestrellas del celuloide de acción, cada una de las cuales encarna un aspecto del subconsciente de nuestro protagonista: Crowe representa el lúbrico desajuste hormonal del quinceañero, Sly su necesidad de socializar y El Roble su inclinación hacia la misantropía y el desprecio colectivo. Más motivos para la empatía: yo los he experimentado todos.

“Hollywood Jan” no es excesivamente original. Y el final es un poco desmadrado (aunque tiene sentido, a su manera). Pero me ha parecido divertido y cercano, me he sentido representado, me ha hecho mirar a mi aborrecible paso por el instituto desde la distancia que otorgan diez años de una vida infinitamente mejor y me ha recordado que quizás hoy soy la persona que soy porque entonces fui el pringado sin media leche que fui. Y además, como decía, maravillosamente ilustrado y narrado por Vivès, verdadero santo de mi devoción.


Un buen comic, en suma. Aunque si tú eres de los que le hacían la puñeta a sus compañeros de instituto cuando eras adolescente, igual "Hollywood Jan" no te dice nada de nada. Otra cosa más de la que puedes sentirte orgulloso.

sábado, diciembre 10, 2011

"Justin Timberlake por el camino de Swann" o "Una lección muy básica de economía"

Ya expuse por estos lares hace un tiempo mi teoría de que no existen las malas ideas, sino las ideas mal desarrolladas. Mi reflexión, sin embargo, resulta no ser bidireccional: las buenas ideas sí existen. El problema, me temo, es que para llegar a buen puerto también deben estar bien desarrolladas.


“In time”, la cuarta película escrita y dirigida por Andrew Niccol (tras las estimables “Gattaca” y “El señor de la guerra” y la curiosa aunque olvidable “Simone”) nace de un planteamiento con mucho potencial: en un futuro distópico (no pongo ejemplos, ya estaréis hartos de conocerlos) el dinero ha sido sustituido como valor económico por el tiempo de vida. Los seres humanos nacen con 25 años de existencia garantizados (salvo muerte accidental) y a partir de ahí su longevidad vendrá determinada por lo bien que les vayan los negocios. Si uno quiere, por ejemplo, comprarse un periódico, abonará al kioskero equis minutos que se restarán al tiempo que le queda para morir y se sumarán al tiempo de vida del vendedor. Y así con todo lo demás.


Bajo esta philipkadickiana (¡toma epónimo!) premisa, el argumento del film arranca cuando Will Salas, un joven que vive al día (literalmente) en el ghetto de los temporalmente oprimidos recibe de un bon vivant centenario y suicida un siglo extra de vida bajo el juramento de emplearlo en hacer lo correcto. Al descubrir que las élites sociales pueden acumular esperanzas de vida milenarias mientras algunos de los menos favorecidos mueren antes de cumplir los 26, Will buscará el modo de reparar ese injusto desequilibrio, poniendo en jaque al sistema.

Y ahí, damas y caballeros, se acaban las buenas noticias. Y empiezan las malas, que son legión.


La historia de amor entre el insulso Will (interpretado por un abofeteable Justin Timberlake) y la niña-pija-que-quiere-un-novio-malote Sylvia (Amanda Seyfried, luciendo palmito y poco más) es tópica y sólo despierta bostezos. Las escenas de acción parecen prefabricadas y decididas por cuotas porcentuales (“el contrato dice que al menos un 30% del metraje debe tener tiros y persecuciones, así que andando”). Los diálogos dan risa o, peor aún, lástima (en un momento dado Timberlake dispara a un malo y grita sin venir a cuento: “¡sí, soy cojonudo!”... o algo así). Ni siquiera la participación del habitualmente cumplidor Cyllian Murphy como villano de férreos principios o la estimulante presencia en pantalla de Olivia Wilde redefiniendo el concepto de MILF logran alegrar un poco la función.


Lo peor no es que “In time” parezca en un momento dado una versión ci-fi con gente tope guapa de “La dama y el vagabundo” para a continuación convertirse en un popurrí de “Robin Hood”, “Bonnie & Clyde” y “Equilibrium”. Tampoco que la subtrama mafiosa no aporte absolutamente nada al devenir general del film, y que si se le extirpasen todos los planos en que aparece Alexander Pettyfer (sobreactuadísimo, además) el final de la cinta no cambiaría ni una coma. Ni siquiera que nunca lleguen a explicarnos de dónde saca tiempo el personaje de Justin para trabajar esos abdominales que se empeña en mostrarnos incansablemente si siempre se está quejando de que malvive con un margen de horas o incluso minutos.


Lo peor es que esa buena idea que mencionaba al principio, ese "tiempo=dinero", se viene abajo, con la complicidad de un guión de mierda (te lo dedico, Fran), por pura lógica económica. La frase que motiva a Will Salas a encabezar su propio 15-M, puesta en boca del yuppie que le concede la tan ansiada longevidad, es la siguiente: “para que unos pocos sean inmortales, el resto debe morir joven”. Pero no, carambas, eso no es así. Porque a poco que uno sepa cómo funciona el mundo, será consciente de que el estado ideal de la economía es que exista una cantidad inmutable de dinero en circulación. Si esa cantidad aumentase, el dinero se devaluaría. Esto se debe a que el valor de la moneda es algo establecido por convención. Así, teniendo en cuenta que los estados no buscan acuñar más dinero salvo en circunstancias excepcionales porque hacerlo tiraría por los suelos el valor del mismo, una cantidad constante de moneda cambia de manos ininterrumpidamente y, para que unos tengan más, otros deben, necesariamente, tener menos. No mola, lo sé, pero así es como es.


El tiempo, sin embargo, no es un concepto susceptible de devaluarse. Un minuto son 60 segundos aquí y en China, hace diez años y dentro de otros mil. Por consiguiente, si existe la posibilidad de emitir más tiempo sin que éste vaya a perder su valor, ¿por qué necesitan los amos del cotarro arrebatárselo a quienes no ostentan el poder? El tiempo es para la sociedad retratada en el film un bien infinito, pues sus líderes pueden manipular la esperanza de vida de las personas a su antojo. Y es ahí donde ese “para que unos pocos sean inmortales, el resto debe morir joven” se revela como una trampa de guión absurda e inexplicable. El típico error de planteamiento ciencia-ficcionero que a mí personalmente me resulta imposible pasar por alto. Como la conversación entre Cifra y el agente Smith en un restaurante en “Matrix”, o el absurdo plan (que ni es plan ni es nada, sólo un guionista tomándole el pelo a los espectadores) contra el personaje que encarna Tom Cruise en “Minority report”. La ciencia-ficción no es un género que los escritores deban tomarse a la ligera. Es un saco en el que cabe prácticamente todo, sí, pero en el que cualquier transgresión de las reglas establecidas tira por tierra todo el castillo de naipes. E “In time” es una película que, además de ridícula y aburrida, se da argumentalmente por culo a sí misma desde el minuto uno.

¿Quién me devuelve a mí ahora estas dos horas de vida malgastadas?

martes, diciembre 06, 2011

Una disculpa a Manos de Topo

Nunca digas de este agua no beberé”: ¡qué sabio, el refranero popular!

Yo, que siempre aborrecí al histérico e histriónico cantante de Manos de Topo, me veo ahora en la situación de defender y, aún diría más, ensalzar el tercer LP de la formación barcelonesa, “Escapar con el anticiclón”. Un disco tan cargado de humor negro y corrosivo como los anteriores, pero mucho más complejo y trabajado en la faceta estrictamente musical. Se nota, para bien, la mano de Ramón Rodríguez a los mandos; un tipo que ya se cuidaba en sus propios discos de sonar exquisitamente elegante.


Que Manos de Topo son muy conscientes de sus limitaciones es algo que ya sabíamos. También que son unos freaks con una sensibilidad lírica harto particular; unos fulanos capaces de usar el desastre de Fukushima como metáfora sexual o de hacer referencias de lo más peregrino al cine musical taiwanés. Lo que no se sabía, o al menos yo no sabía, era que también podían componer melodías tan rotundas como las diez que integran este “Escapar con el anticiclón”.


Así, lo que antes me parecía un chiste alargado que sólo se ganaba mi complicidad en momentos muy puntuales (como la apreciable “Es feo” de su álbum de debut), ahora me resulta terriblemente atractivo incluso a pesar de que Blanca haga todo lo posible para sacarme de mis casillas con sus gemidos lastimeros. O quizás (y sólo quizás) sea esa misma forma de cantar la que acaba por redondear uno de los discos nacionales más sólidos que he tenido la oportunidad de escuchar este año.

Y lo dice un tipo que hasta ahora no podía ver a Manos de Topo ni en pintura.

lunes, diciembre 05, 2011

Preestrenos: "Attack the block"

Poligoneros londinenses VS. Aliens peludos de dentadura fluorescente. O lo que es lo mismo: mi más reciente colaboración con Nuestros Comics tiene como objeto de análisis el último grito en cine fantástico británico, "Attack the block".

Un fan-art muy chulo de la peli, obra de Kevin Justin Ang.

Vetusta Morla y la posibilidad de plagio

Cualquiera que lleve un tiempo leyendo este blog sabe que soy un seguidor muy fiel de la banda de rock madrileña Vetusta Morla. Llevo cuatro años hablando bastante a menudo sobre ellos, y siempre en términos muy elogiosos. Confío, entonces, en que no se confunda esta entrada con la acusación de uno de esos haters del grupo que tanto ruido arman en internet siempre que los de Tres Cantos dicen, hacen, publican o tocan cualquier cosa.

Mi buen amigo Álvaro, su hermana Laura y unos amigos suyos presentaron hace mes y medio un cortometraje de su autoría, "Llamada a la revolución", al Concurso Amal Express 2011, celebrado entre el 24 y el 29 de octubre en Santiago de Compostela. Dicho vídeo puede verse aquí.

Hace tan sólo unos días, Vetusta Morla hizo público el videoclip del segundo single extraído del disco "Mapas". La canción elegida fue "El hombre del saco", y la pieza audiovisual presentada, ésta que podéis ver aquí. En los créditos finales aparece el siguiente texto: "El hombre del saco es un viaje desde "Det perfekte meneske" de Jørgen Leth a "La charme discret de la burgeoisie" de Luis Buñuel, pasando por "Saló o le 120 giornate di Sodoma" de Pier Paolo Pasolini. Muchas gracias también a ellos por la inspiración". Sin embargo, no hay ni una sola mención al corto "Llamada a la revolución", con el que tiene tantos puntos (narrativos e ideológicos) en común.

Soy consciente de que algunos atribuirán los aspectos coincidentes en ambos vídeos a las tan traídas "serendipias" que Iker Giménez investiga (con asombroso rigor científico) en su programa "Cuarto milenio". Permitidme sin embargo ser un poco malpensado y apuntar la posibilidad, dadas las fechas de aparición de uno y otro vídeo y la misteriosa tardanza por parte de la banda en publicar un segundo single de "Mapas" tras aquel "Lo que te hace grande" que data de hace ya seis meses, que me pregunte si no estaremos ante un caso de plagio (esa palabra que según el Enrique Bunbury de Muchacha Nui significa "cuando le pillas manía a la gente que no es de tu país").

Homenajear a Leth, Buñuel y Pasolini está muy bien, más aún si se reconocen públicamente dichas fuentes de inspiración. Saquear el planteamiento de un cortometraje obra de unos jóvenes realizadores desconocidos sin cederles ningún tipo de crédito me parece un acto que no tiene justificación.

Comparad vosotros ambos vídeos y sacad vuestras propias conclusiones.

miércoles, noviembre 30, 2011

Preestrenos: "Jane Eyre"

Proyectos, agobios y entretenimientos varios me mantienen estos días alejado de la bloguesfera, pero acudo raudo una vez más a cumplir mi compromiso con la web Nuestros Comics y publicar mi reseña de la nueva adaptación de "Jane Eyre" (de Charlotte Brontë) que Cary Fukunaga ha realizado con la participación de dos de mis actores preferidos del panorama cinematográfico actual: Mia Wasikowska y Michael Fassbender.


Podéis conocer mis impresiones sobre la cinta seguiendo este enlace.

jueves, noviembre 24, 2011

Preestrenos: "Si no nosotros, ¿quién?"

Ya tenéis a vuestra disposición una nueva reseña fruto de mi contribución como crítico cinematográfico a la web Nuestros Comics. En esta ocasión el film objeto de análisis es "Si no nosotros, ¿quién?", narración que recrea el sentir socio-político de la juventud de la República Federal Alemana en los años 60 y que se estrena mañana en nuestro país.


Para conocer mi opinión sobre el film no tenéis más que clickar aquí.

sábado, noviembre 19, 2011

Preestrenos: "El gato con botas"

Nueva colaboración con la web Nuestros Comics. Sobre cine, ya sabéis. En esta ocasión la película reseñada es "El gato con botas", el spin-off/precuela de la saga "Shrek" protagonizado por Antonio Banderas, Salma Hayek y Zack Galifianakis (creo que lo he escrito bien... a ver, que lo googleo... sí, está bien) que se estrena en nuestro país el próximo 25 de noviembre.


Como siempre, para conocer mi opinión sobre la cinta tan sólo tenéis que clickar aquí.

viernes, noviembre 18, 2011

Fluyendo con Sidonie

Fieles a su cita bienal, Sidonie regresan este otoño con un nuevo LP dispuesto a superar los importantes logros conseguidos por sus tres trabajos previos en lengua castellana (“Fascinado”, “Costa azul” y “El incendio”). En su último álbum, “El fluido García”, las alusiones (implícitas o explícitas) a los grupos que conformaron el gran cuadro musical de los años 60 (los sempiternos Beatles, sí, pero también los Beach Boys, los Kinks o los Byrds, entre muchos otros) hacen de nuevo acto de presencia para verse enriquecidas por unas guitarras que jamás en la discografía de los catalanes habían sonado tan salvajes y desatadas.


Todo cambio es para mejor en el nuevo disco. Aumenta la densidad sonora, se acelera el sonido tradicionalmente modoso de la banda, las melodías se desmelenan en delirios psicodélicos que recuerdan al arrojo de los Super Furry Animals de “Rings around the world” y los juegos vocales alcanzan cotas de belleza mayúscula en los primeros compases de “Bajo un cielo azul (de papel celofán)”, un ambicioso corte de siete minutos y medio llamado a convertirse en un clásico instantáneo.

El otro gran acierto de este nuevo trabajo es su condición de disco unitario. Al contrario que en “El incendio”, que era una colección de canciones independientes con mayor o menor pegada, “El fluido García” es un álbum sin fisuras, que se disfruta sin altibajos ni límite de escuchas desde los primeros compases de “El bosque” hasta la breve coda final con que concluye “No mires atrás”. Por el camino quedan otros ocho cortes indispensables (además de la ya citada “Bajo un cielo azul...”) entre los que resulta imposible sugerir descartes. Yo, que soy muy dado a establecer favoritismos incluso entre niveles muy parejos de excelencia, confieso que me subo por las paredes cada vez que suena “A mil años luz”, rareza espacial del LP por donde pasan el Mayor Tom y Hal 9000, confesando alegremente la inspiración lírica para semejante melocotonazo.


“El fluido García” es el mejor trabajo de “Sidonie” hasta la fecha (en mi nada modesta pero siempre discutible opinión), así como un claro candidato a presidir el podio de mis álbumes favoritos de 2011. Un discarral, vamos.

lunes, noviembre 14, 2011

El apocalipsis según San Lars

Polémico. Artista. Bocazas. Profundo. Pedante. Transgresor. Aburrido. Arrogante. Genio. Cretino. Idolatrado. Denostado. Lars. Von. Trier.


Parte 1: Lars y dos chicas de verdad

El cineasta danés Lars Von Trier siempre ha manifestado un especial interés por los personajes femeninos llevados psicológica y emocionalmente al límite, así que no sorprende encontrarnos en “Melancolia”, su último largometraje hasta la fecha, con la circunstancia de que dos mujeres acarrean todo el peso dramático del relato. El film nos presenta a Justine, una joven bipolar sumida en una profunda depresión, y a su hermana Claire, cabal, responsable y profundamente organizada. También es la historia de un planeta azulado cuya extraña trayectoria cósmica lo llevará a colisionar con la Tierra, erradicando toda forma de vida.


La cinta se divide en dos partes, precedidas por un prólogo que supone uno de los mayores logros estéticos de Von Trier en toda su filmografía. Los diez primeros minutos de “Melancolía” están conformados por bellísimas imágenes a cámara lenta (metafóricas o literales, eso deberá decidirlo el espectador al terminar de ver la película), acompañadas por una sublime composición musical de Richard Wagner, que nos ponen inmediatamente en situación: Von Trier no conoce el significado de la palabra “humildad”. También contribuyen estos compases iniciales a generar el primer déjà vu con que seremos sorprendidos a lo largo del film: teniendo “El árbol de la vida” tan fresca en la memoria, resulta de lo más llamativo que otro de los directores más amados/odiados del actual panorama cinematográfico internacional haya decidido estrenar precisamente ahora un drama que interrelaciona lo cósmico con lo íntimo a ritmo de música clásica y fastuosas imágenes galácticas.


Las dos partes en que se divide “Melancolía” casi parecen películas diferentes. La primera mitad pasa de puntillas sobre el tema planetario y relata los acontecimientos que tienen lugar el día de la boda de Justine (soberbia Kirsten Dunst) con su prometido Michael (un Alexander Skarsgard muy alejado del televisivo vampiro Eric al que el actor da vida en “True blood”). Encontramos aquí a un Von Trier que mete el dedo en la llaga de las relaciones familiares disfuncionales, evocando poderosamente a “Celebración”, aquel corrosivo film inaugural del movimiento Dogma dirigido por su amigo Thomas Vinterberg. El plantel actoral que pulula por el lujoso castillo donde se celebra el enlace es muy ilustrativo del prestigio que el danés ha cosechado entre los profesionales de la interpretación. Nombres como Stellan Skarsgard (padre de Alexander en la vida real, aunque amigo en la ficción), John Hurt (el cual interpreta al progenitor de las protagonistas), Kiefer Sutherland (que da vida al marido de Claire) o Charlotte Rampling (desencantada madre de ambas hermanas) elevan hasta la estratosfera el nivel dramático del convite.


Se ocupa esta sección del film de presentar al complejo personaje de Justine y de oponerlo a su racional hermana, encarnada por la no-excesivamente-guapa-pero-terriblemente-atractiva Charlotte Gainsbourg, quien ya había colaborado con Von Trier en su film previo “Anticristo” y que aquí vuelve a estar tan maravillosa y natural como en cada interpretación suya que yo haya podido ver hasta la fecha. Divertido a ratos, incómodo en su mayor parte y casi siempre sorprendente, el primer capítulo de “Melancolía” resulta apasionante tanto desde el punto de vista técnico como desde una perspectiva puramente argumental.


No obstante, “Melancolía” va de más a menos.

En su segunda mitad la película pierde fuelle, quizás porque Von Trier se aleja del agrio retrato familiar que acaba de presentarnos para alzar progresivamente la vista a los cielos y enfrentar a unos personajes muy anclados a nuestra realidad con un contexto fantástico que me ha recordado, en su aproximación intimista a un género tradicionalmente palomitero, tanto al cine de M. Night Shyamalan (no el de la execrable “Airbender: el último guerrero”, sino ese otro que se se marcó en “Señales” una reflexión sobre la fe disfrazándola de serie B con alienígenas verdes) como al Andrei Tarkovsky de “Stalker”, que partía de un concepto de ciencia-ficción (la misteriosa Zona) para acabar hablando de... vaya, ¿de qué demonios iba esa película? La alusión al cineasta ruso no es en absoluto baladí, pues Von Trier ha manifestado en varias ocasiones una profunda admiración hacia su obra, resultando además que el título de este último film del danés remite claramente a la “Nostalgia” de Tarkovsky.


Obviamente Von Trier no es Michael Bay ni Roland Emmerich (por suerte) y el trasfondo apocalíptico de “Melancolía” es un pretexto para indagar en las reacciones del ser humano ante lo inevitable. Justine y Claire representan dos actitudes opuestas ante la inminente desaparición de todos los seres vivos. Precisamente las mismas actitudes que enarbolaron previamente frente a los sinsabores cotidianos de la existencia. Claire se aferra a la necesidad de sentir que las circunstancias están bajo control (aunque sea, pírricamente, en el aspecto puramente estético de la extinción) y es incapaz de asumir que hay situaciones ante las que el ser humano sólo puede resignarse y claudicar. Justine, por su parte, encara la vida y la muerte con idéntico nihilismo depresivo. Para ella, la amenaza de un gigantesco planeta a punto de hacer añicos la Tierra no supone un motivo mayor de desesperanza que levantarse cada mañana de la cama. No es casual, por supuesto, que dicho planeta se llame Melancolía (y a partir de aquí cada uno es libre de extraer una segunda lectura alegórica si lo cree conveniente).


Hay mucho y muy bueno, también, en esta parte del film. Más allá de un incomprensible desliz visual en sus instantes finales (leo por ahí que a otros, sin embargo, les ha parecido un momento especialmente memorable), la cinta continúa siendo un prodigio técnico y un auténtico recital interpretativo. El problema es que la inamovible certeza del desenlace (no spoileo: el destino de la Tierra se conoce desde el prólogo) y lo inútil de cualquier posible reacción humana anulan de algún modo mi implicación emocional en el asunto. Se pierde el suspense, quedando únicamente la experiencia audiovisual (fabulosa, ya digo) y el regodeo en la fatalidad como único estímulo para el espectador. De ahí que el final me haya dejado con una terrible sensación de vacío, de intrascendencia. Algo que, me temo, está totalmente en las antípodas de lo que Von Trier pretendía lograr con su película.


O quizás no, y precisamente esa nada absoluta que tengo instalada en el pecho desde que abandoné la sala era precisamente su objetivo. Con Lars nunca se sabe.

sábado, noviembre 12, 2011

Tan bueno como Tom

Tom Waits es una institución en esto de la música. Con cuarenta años de trayectoria a sus espaldas y una legión de devotos cuyo número es sólo comparable al de sus detractores (salvo en círculos reducidos, en España su figura no ha calado tanto como en territorio angloparlante), el cantautor californiano ya no tiene a estas alturas nada que demostrar. Tras siete años sin alumbrar canciones de nuevo cuño, Waits publica ahora “Bad as me”, trece nuevas tonadas que se aferran a su peculiar estilo compositivo e interpretativo y que, más que una sorpresa, supondrán para sus seguidores esa alegría que surge del reencuentro con un viejo conocido por el que no parecen haber pasado los años.


La fórmula no ha cambiado: rocks indigentes y blues tabernarios, arreglos jazzísticos y valses plagados de sentimiento, además de ese particularísimo registro vocal marca de la casa que incluye toda clase de gruñidos, susurros y aullidos aguardentosos (habrá aún algún insensato que diga que Waits no sabe cantar; que haga el favor de escuchar “Talking at the same time” y cierre el pico). No hay novedades sustanciales en el característico sonido que el músico lleva décadas desplegando en sus creaciones pero, como se suele decir en estos casos, si algo no está roto, ¿para qué arreglarlo?


“Bad as me” es un disco especialmente asequible dentro de los estándares de su artífice. No es que un servidor sea una eminencia en lo que se refiere a la carrera del viejo pirata Tom (apenas habré escuchado con detenimiento cinco o seis de sus álbumes de estudio, de los veintitantos que pueblan su discografía), pero me ha sorprendido positivamente encontrarme con una colección de temas de fácil asimilación tras apenas un par de escuchas, logrando que este último LP resulte perfecto para quienes busquen un punto de partida desde el que acceder a la vasta obra del showman multidisciplinar.


Así pues, “Bad as me” es un álbum tan brillante y personal como cabría esperar de su autor, absolutamente recomendable tanto para el fan de toda la vida como para el neófito, y una confirmación rotunda de que Waits sigue en un estado de forma musical envidiable. De mayor yo quiero ser tan bueno en lo mío como él lo es en lo suyo.