martes, noviembre 16, 2010

Mis músicos favoritos: Radiohead (parte 2)

(Previously on “Mis músicos favoritos”...)



En el año 2000, tras el arrollador triunfo musical que supuso “OK Computer” y como si estuviesen siguiendo a pies juntillas aquella máxima de Corto Maltés que reza “siempre un poco más lejos”, Thom Yorke, Jonny y Colin Greenwood, Philip Selway y Ed O'Brien se reinventaron como banda una vez más para su cuarto álbum de estudio, abandonando totalmente las convenciones de la música rock para dar un salto de fe hacia el terreno de la electrónica. Dicho salto, que a muchos artistas les cuesta algunas de sus peores críticas (y no, no estaba pensando en Dover... ¿o tal vez sí?), condujo a los ingleses hasta uno de sus más sonados éxitos: “Kid A”. Claro que este disco no era el típico acercamiento tímido al género, sumando un par de sintetizadores y bleeps al estilo compositivo del grupo, sino una auténtica deconstrucción y recreación de su sonido de los pies a la cabeza.


Se dice que Thom Yorke estaba por aquel entonces deprimido a consecuencia del éxito de sus anteriores trabajos (otros se deprimen porque no pueden pagar la hipoteca o porque su señora los deja por un jardinero cachas veinte años más joven, pero ya se sabe cómo se las gastan las celebrities) y que las guitarras ya no le despertaban sentimiento alguno, por lo que convenció a sus amiguitos radiocabezudos para meterse de lleno en el fregao electrónico que Yorke ya había catado en sus años mozos como DJ. El resultado fue un álbum complejo, difícil en las primeras escuchas, plagado de letras inconexas y rematadamente experimental, que encumbró a sus artífices como banda (aún más) de culto y estandarte de una música pop (en el sentido de popular, no como subgénero) apta sólo para el público más exigente.


A mí personalmente me parece un disco maravilloso, pero reconozco que no es mi primera opción cuando quiero escuchar a Radiohead sin comerme demasiado el coco. “Kid A” debe ser apreciado en su conjunto, como una experiencia integral, y prácticamente ninguno de sus cortes es, por sí mismo, carne de hit. Lo cual no quita que sean composiciones asombrosas, como la introductoria “Everything in its right place”, “The National Anthem” (con unos metales alucinantes) o mi favorita del LP, “Optimistic”. La que más tirón comercial ha demostrado tener (tal vez por su idoneidad para ser remezclada como tema rompepistas) es “Idioteque”. El final, con la subyugante “Motion picture soundtrack”, se acerca más (tal y como adelanta su título) al estilo sonoro de los acompañamientos musicales cinematográficos que a todo lo que el quinteto de Oxford había facturado en su discografía precedente.


Este gusto por las composiciones para el cine ha tenido gran protagonismo en la trayectoria singular de Jonny Greenwood, quien posteriormente firmaría, al margen de sus compañeros, las bandas sonoras del documental dirigido en 2003 por Simon Pummell “Bodysong” (que no he tenido ocasión de ver, así que poco más puedo añadir al respecto) y de la sobresaliente película “There will be blood (Pozos de ambición)”, con la que Paul Thomas Anderson desempolvó en 2007 el legado del mejor Stanley Kubrick, regalándonos de paso unas interpretaciones memorables a cargo de Paul Dano y un histriónico y sobrecogedor Daniel Day-Lewis. La banda sonora de Greenwood estuvo a la excepcional altura de las circunstancias, aunque cualquier parecido con el sonido característico de Radiohead es pura coincidencia.


Volviendo a “Kid A”, resulta imprescindible mencionar una de sus curiosidades más célebres: si uno hace sonar el disco por duplicado en dos reproductores distintos con un desfase de 17 segundos, las distintas capas de sonido encajan perfectamente (incluso en los espacios en silencio entre corte y corte) ofreciendo una experiencia musical barroca y preciosista que se conoce como “Kid 17” o “Kid A 17”. Y, aunque esta versión puede localizarse fácilmente por internet ya mezclada, personalmente creo que tiene mucho más encanto hacer el experimento en casa, usando dos reproductores de audio en un mismo ordenador y ajustando los tiempos lo máximo posible hasta que los temas se solapen perfectamente (yo lo he probado y creedme: ¡funciona!). Inevitablemente (y como ha ocurrido con el coetáneo “Lateralus” de Tool que, según se dice, puede variar su significado dependiendo del orden en que se reproduzcan sus cortes), la anécdota ha contribuido a engordar todavía más la leyenda de un “Kid A” que ya es habitual encontrar en toda lista que se precie de “los mejores discos de la década”.


Menos suerte corrió “Amnesiac”, publicado en junio del año 2001 y cuyas canciones nacieron de las mismas sesiones de grabación en que se gestó “Kid A”. Entendido por parte del público como una suerte de álbum de descartes (cosa que la banda siempre ha desmentido), su repercusión se vio minimizada por el éxito del anterior trabajo de Yorke, Greenwood y compañía.


“Amnesiac” es el disco más inclasificable de Radiohead. Escuchándolo, uno puede fácilmente imaginar que los cinco músicos decidieron dar rienda suelta a sus ideas más arriesgadas sin pensar en cómo las recibiría el oyente, dejándose simplemente llevar por sus impulsos creativos y sin imponerse límites o condiciones. Sin llegar a la densidad de “Kid A”, lo cierto es que este quinto álbum de estudio siempre me ha parecido intrigantemente esquivo. “Amnesiac” es esa idea que intuyes sin comprender, como el misterio de la Santísima Trinidad o las paradojas visuales de Escher. Lo escuchas y te atrapa, pero difícilmente sabrías tararear sus melodías si el audio del disco no te acompaña al mismo tiempo. Tal vez por eso sea el LP más incomprendido y olvidado del grupo, pese a contener momentos tan inspirados como “Pyramid song”, ritmos sinuosos como el mantra sónico de “I might be wrong”, espacios para la introspección minimalista al más puro estilo Wim Wenders en “Hunting bears” o atmósferas tan inquietantes como la que se hace palpable, pese a su superficial “buenrollismo” (campanitas incluidas), en “Morning bell-Amnesiac”. ¿Soy yo el único al que ese lastimero “release me” le parece espeluznante?.


No obstante, es justo cuando uno cree que el disco ya ha demostrado todo lo que tenía que demostrar (a su particular manera) que aparece a modo de cierre el tema “Life in a glass house” (tal vez mi canción favorita de la banda) y el mundo se le pone a uno patas arriba. Desmarcándose del resto del álbum (y prácticamente de toda su discografía anterior), Radiohead entrega aquí un tema jazzístico absolutamente memorable, con una sección de vientos que quita el aliento y un Thom Yorke que parece no haber cantado mejor en su vida (ese “...only only only...” siempre me pone los pelos como escarpias). Por lo que a mí respecta, sólo por esta canción “Amnesiac” ya habría merecido (¡y cuánto!) la pena. Aún así, aconsejo cautela: este disco "hace bola", que diría Aaaaalan Moore.


Tras la inevitable gira de conciertos (en la que se grabaría su único directo oficial hasta la fecha, “I might be wrong”), Radiohead no tardaría demasiado en volver a encerrarse en el estudio para producir nuevo material. Así, en junio de 2003 vio la luz el que para mí es su segundo mejor disco (pese a que, lo asumo, muy poca gente vaya a compartir esta opinión). Se trata de “Hail to the thief”, un regreso a estructuras musicales algo más convencionales y un ejercicio de rock más directo que “Amnesiac”. Los Radiohead de “Hail to the thief” no son ya los muchachos con ganas de comerse el mundo que seis años antes habían publicado “OK Computer”, ni tampoco los músicos experimentales que buscaban una revolución sonora en cada imprevisible beat de “Kid A”, sino un híbrido entre ambos, capaces de crear melodías menos abstractas pero más contundentes, enriquecidas con la densidad sonora que su experiencia previa ahora les permite.


Surgen de esta combinación entre una y otra faceta composiciones tan apabullantes como “There there” (presencia indiscutible en mi top 10 de la banda), “2+2=5” (con esa brutal condena al oyente en el verso “you have not been paying attention”), el subidón progresivo y casi bakala de “Sit down, stand up”, “I will” (que consigue que a uno le bajen de golpe los niveles de concentración sérica de litio) o ese sobrecogedor fin de fiesta casi rapeado que recuerda en sus primeros segundos a la música de los videojuegos de 16-bits y que responde al título de “A wolf at the door”. Posiblemente “Hail to the thief” no sea el disco más redondo de Radiohead pero a mí, ya digo, es uno de los que más me gustan.


Tengo la impresión, no obstante, de que a Thom Yorke le quedaban aún muchas ganas de transitar los derroteros electrónicos tomados en “Kid A” y que el regreso a un sonido más indie-rockero no era su primera opción. Sólo eso explicaría la aparición en 2006 de su debut en solitario, “The eraser”, que ahondaba en el componente digital con que la banda había trasteado en esos primeros años de la década 2k, llegando incluso a coquetear con sonidos y ritmos propios del dubstep. No es éste un disco que me entusiasme. Pese a no estar totalmente desprovisto de interés, me parece más una colección de canciones que los otros cuatro integrantes de la banda no permitieron a Yorke introducir en alguno de sus álbumes que un proyecto con auténtica entidad. Mi opinión de “The eraser” puede ejemplificarse perfectamente atendiendo a dos de sus canciones más representativas: “Black swan”, un single de presentación que recuerda poderosamente (a mí al menos) al “Packt like sardines in a crushd tin box” con que se abría “Amnesiac”, y “Atoms for peace”, una propuesta sonora muy original que termina resultándome, por repetitiva, algo cansina. Lo mismo, ya digo, podría extrapolarse a todo “The eraser”: más de lo mismo y, cuando no, peor. Lo cual demuestra, claro, que Radiohead es bastante más que Thom Yorke.


El hiato discográfico de la banda duró hasta 2007, fecha de aparición de “In rainbows”, un disco que ha pasado a la historia de la música más por su revuelo mediático que por sus valores estrictamente musicales (que los tiene). La decisión de los integrantes de Radiohead de colgar el disco directamente en su web oficial y permitir su descarga a cambio de “la voluntad”, pasando olímpicamente de los canales habituales de promoción y distribución, fue un auténtico “¡zas, en toda la boca!” de su discográfica, EMI. Ésta decidió, a modo de lucrativa pataleta, responder entonces con la publicación de un “The best of” del que los miembros de la banda han abominado públicamente. Bien por ellos.


“In rainbows” no es uno de mis LP's favoritos de Radiohead. Contiene algunas canciones estupendas, como “Faust arp”, “15 step” o “House of cards”, y uno de los mejores temas que el quinteto de Oxford ha compuesto en toda su carrera, “Reckoner” (¡qué poco tardó Danger Mouse en tomarlo prestado para los directos de Gnarls Barkley!), pero el conjunto me parece algo disperso en comparación con casi todos sus demás discos. “In rainbows” funciona como conjunto de canciones, sí, pero carece de identidad propia como álbum. Ello, estoy casi seguro, se debe a que los temas que lo forman no son fruto de una misma etapa creativa, sino que habían ido surgiendo a lo largo de varios años (algunos ya habían sido presentados en directo con anterioridad en versiones primigenias y otros como el citado “Reckoner” datan del ya lejano 2001) y la banda decidió reunirlos todos en un mismo disco pese a que no exista una evidente continuidad sonora entre unos y otros. Con todo, “In rainbows” parece ser un álbum muy querido por la mayor parte de los seguidores de Radiohead, así que probablemente mi juicio sobre el mismo deba ser observado bajo el tan socorrido prisma de los gustos y colores.


“In rainbows” hizo su aparición hace más de tres años. Desde entonces la banda sólo ha hecho públicas un par de canciones nuevas, “Harry Patch (in memory of)” y “These are my twisted words”, tan diferentes entre sí (casi me atrevería a señalar que una es claramente greenwoodiense mientras que la otra es inconfundiblemente yorkiana) que poco ayudan a esclarecer cuál será el rumbo a seguir por el grupo en su próximo larga duración. Mientras Radiohead parecen inmersos en la grabación de ese nuevo álbum que no termina de llegar (su publicación se ha ido retrasando desde hace más de un año), su baterista Philip Selway ha aprovechado la aparente inseguridad del quinteto respecto a su nuevo material para sorprender a propios y extraños con el lanzamiento, hace apenas unas semanas, de su primer esfuerzo individual, el LP “Familial”.


Alejado del sonido sofisticado y sobreproducido cultivado por su formación de origen, Selway se manifiesta en este álbum como un compositor muy capacitado para un pop-folk acústico e intimista de una sensibilidad próxima a la de Simon & Garfunkel o la de unos Dark Captain Light Captain algo más pacatos que en su debut “Miracle Kicker”. Curiosamente, la percusión adquiere en “Familial” un rol casi anecdótico, cediendo todo el protagonismo a guitarra y voz. Temas tan deliciosos como el single “By some miracle”, “Falling” o “Broken promises” vienen a demostrar que la genialidad de Radiohead no reside solamente en sus miembros más visibles: a mí, de hecho, “Familial” me gusta mucho más que el debut en solitario de Thom Yorke.


Sea como fuere, lo que parece claro es que Radiohead es un auténtico hervidero de creatividad y eclecticismo: un grupo alimentado por la sinergia compositiva de cinco tipos geniales (y un sexto, ese productor Nigel Godrich que es prácticamente un miembro más de la banda) motivados únicamente por las ganas de hacer buenas canciones. Y mientras el mañana todavía aguarde expectante la aparición de sus nuevos frutos musicales, sus seguidores tendremos todos los motivos del mundo para estar ilusionados.

6 comentarios:

David dijo...

Pero si todavía no me he leído/escuchado la primera entrada sobre estos. Ay! Cómo se acumulan las cosas. A ver si puedo poco a poco este finde.
Un saludito.

Jero Piñeiro dijo...

No te preocupes, David, que aquí no pasamos lista ni hacemos exámenes sobre la materia, jejeje. Fíjate que yo llevo unos días que apenas sí entro en mi propio blog y en el de Fran (por eso de que sus boutades y polémicas son siempre las más divertidas de la bloguesfera...) Lo bueno de internet es que lo lees cuando quieras y, si no quieres, no lo lees.

Saludito de vuelta :)

tenenbaum dijo...

Te mereces una sonora ovación. Bravo por el doble post y gracias por el link al blog. Totalmente de acuerdo en casi todo, excepto un par de cosas. A mí el disco de Thom Yorke en solitario me gustó bastante, aunque demostró que Yorke no era Radiohead y "In Rainbows" me parece una obra maestra, pero quizás sea porque le tengo un cariño especial. Su escucha me acompañó durante muchas horas de corta y pega tratando de construir algo artístico y creo que es uno de los discos que más me han inspirado. Aparte de ello, mencionarte que "Bodysong", al que puso música Greenwood, es una extraña película construida a base de found footage y me vino recomendada en su día por mi profesora de animación (aún así, sólo vi parte de ella pero prometía).
Todavía sueño con verlos algún día en concierto (y espero conseguirlo con el tiempo).

PD: estoy escuchando el último trabajo de Kanye West y tenía usted razón. Este acaba en la lista casi fijo.

Un abrazo

Jero Piñeiro dijo...

Gracias por el efusivo comentario, Tenenbaum. Disentimos en lo de "The eraser" e "In rainbows", pero tampoco te creas que tanto. A mí no me parecen en absoluto malos discos, simplemente no están a la altura de los mejores de la banda, sobre todo el de Yorke en solitario. Pero vamos, "In rainbows" me parece de lo mejorcito que se publicó aquel año.

No tenía ni idea de qué iba "Bodysong". Suena curioso, en plan experimental. Probablemente vaya bien con setas alucinógenas, jajaja...

Cuando Radiohead vuelva a pasar por España allí estaré yo (en la medida de lo posible, claro). Así que igual hasta coincidimos, ¿no?

Un abrazo.

PD: "Yeezy taught me": menudo ego el del Sr. West, jajajaja...

juselito dijo...

Veo Jero que compartimos bastantes gustos musicales...
De Radiohead comparto contigo en que (hail to the thief) tambien es para mi su segundo gran disco,por supuesto después de (ok Computer),a pesar de que también soy criticado por no pensar que(the Bens)debía serlo.
Me ha sorprendido mucho lo de (Kid A),el cual para mi es el disco mas flojito de Radiohead,ya que no sabía lo de Kid A 17,pero sin duda lo probaré!.
También pienso escuchar el disco de Philip Selway,que ya te diré que tal suena.Espero que sea mejor que (The Eraser) ya que me defraudó enormemente.
Un saludo y felicidades por el blog

Jero Piñeiro dijo...

Ante todo: bienvenido, Juselito, y muchas gracias por comentar.

Siempre había creído que el segundo disco más querido por los seguidores de Radiohead en general era "Kid A" (que a mí me parece un pepinazo tremendo, uno de esos discos que se convierten en referencia obligatoria nada más publicarse) y no "The Bends" (que quizás les reportó el empujón mediático definitivo, pero que esmás convencional que lo que vino después), pero con eso que dices ya me haces dudar. A ver qué te parece el "Familial" de Selway; ya te advierto que (al contrario que "The Eraser") no se parece casi nada a lo que uno esperaría de un miembro de Radiohead... Un saludo y gracias de nuevo ;)