martes, septiembre 29, 2009

Buenos tiempos para cambiar

“Good times for a change
See, the luck I've had
Can make a good man
Turn bad

So please please please
Let me, let me, let me
Let me get what I want
This time

Haven't had a dream in a long time
See, the life I've had
Can make a good man bad

So for once in my life
Let me get what I want
Lord knows, it would be the first time
Lord knows, it would be the first time”


[Mañana dejo Santiago de Compostela para irme a vivir a Madrid. Va a ser un cambio importante: nueva ciudad, nuevo piso, nuevos compañeros, nuevas ocupaciones, nuevas responsabilidades y también nuevas distracciones. Muchas cosas nuevas, vamos. Por eso, al igual que The Smiths en su tema “Please, please, please, let me get what I want”, le pido a esta nueva vida que me deje tener todo lo que quiero. Que seguro que no me lo da (todo todo es muy difícil, ¿no?), pero por pedirlo que no quede.]

[Por cierto: me gusta más la versión que los chicos de Muse hicieron de la canción, por mucho que los fans de Morrisey se me vayan a tirar a la yugular.]

Sustituyendo

Vais a pensar que soy un ególatra (bueno, tal vez sí lo sea, qué demonios), pero me temo que debo parafrasearme otra vez. De hecho, voy a parafrasear algo que escribí en una entrada en la que me parafraseaba a mí mismo, por lo que esto podría considerarse una especie de juego de “paráfrasis encadenadas”. En fin, a propósito de “District 9”, un servidor dijo lo siguiente:

“(...) Si el guión de “District 9” hubiese caído en malas manos (la maquinaria hollywoodiense, básicamente) tendríamos a Will Smith (o peor, Tom Cruise) protagonizando una cinta apta para mayores de 7 años (por eso de hacer taquilla), prácticamente exenta de humor negro (gracietas a lo “Men in black” y poco más) y con un final redentor en el que el muy comprensivo presidente negro de los EE.UU. (me valen tanto Morgan Freeman como Danny Glover) cerraría el Distrito 9 para que el tribunal de La Haya juzgase a sus responsables por crímenes contra la no-humanidad. Todo muy limpito y de diseño, con aliens guapetes que nunca han roto un plato, dirigido por Alex Proyas y con canción para los créditos a cargo de Nickelback (...)”

Pues bien.

Pese a la ausencia de un presidente negro, si sustituimos (¡qué gran juego de palabras!) a Will Smith/Tom Cruise por Bruce Willis, a Alex Proyas por Jonathan Mostow (artífice de la infame “Terminator 3”) y a Nickelback por el grupo Breaking Benjamin, ya tenemos una descripción bastante fidedigna de lo que uno puede esperarse de “Los sustitutos”, el thriller de ciencia-ficción que traslada a la gran pantalla el tebeo de Robert Venditti y Brett Wedele (y que no he leído, por lo que no puedo pronunciarme sobre la calidad de la adaptación).

Supongo que podría hacer una reseña bastante completa sobre la película, pero lo cierto es que me ha parecido tan sosa, tan predecible y tan decepcionantemente ingenua que se me han quitado las ganas. Es, sencillamente, un producto 100% hollywoodiense, bien facturado pero sin alma, que no aporta absolutamente nada a los cientos de películas que ya hemos visto sobre el tema. Como si hubiera sido fabricada en una cadena de montaje.

Abecedario personal: X de seXo (y otros asuntos colaterales)

Hace mucho tiempo (meses, puede que incluso más de un año) que quería escribir una entrada en el Abismo sobre sexo. Si no lo he hecho antes fue porque nunca hallé el momento adecuado, porque necesitaba reordenar antes mis pensamientos y, debo reconocerlo, porque era una solución muy cómoda para encontrar algo de qué hablar en la entrada de mi abecedario personal correspondiente a la X (letra con la que se suele designar a las obras impresas y audiovisuales de carácter pornográfico).

Ante todo, que nadie se espere que vaya a largar sobre mi vida más íntima en internet. Sería una de las últimas cosas que haría. Pero sí creo que es importante y necesario tratar el tema de vez en cuando, y hacerlo además con la conciencia tan limpia como si se tratase de cine, literatura o música. Sin complejos.


Considero que el sexo es un asunto del que rara vez se habla de forma realista y responsable (salvo en publicaciones excesivamente científicas que tienden a desdeñar la carga emocional y psicológica inherente al asunto). Como ocurre con todos los tabúes, la visión que nuestra sociedad tiene de las prácticas sexuales está totalmente deformada y, peor aún, corrompida. Mi buen amigo Link sostiene, en una de sus interesantes teorías antropológicas, que gran parte de las funciones fisiológicas humanas se han convertido en asuntos controvertidos por una cuestión de orden social: follar, mear, cagar e incluso la desnudez misma son algo que iguala a todas las castas sociales y por eso desde hace milenios es obsesión subconsciente del poderoso reducir sus manifestaciones públicas, pues de no hacerlo se mostraría en condiciones de igualdad frente a aquel que no tiene nada. Desconozco la validez sociológica de esta teoría, pero siempre me ha parecido un buen principio para un debate.

Supongo que muchos coincidirán conmigo en el mal papel que la Iglesia ha tomado en la deformación de la imagen que el ser humano moderno tiene de sus propios impulsos sexuales. Pero tampoco es mi intención hacer aquí una defensa a ultranza de las bondades del sexo. Seguro que sabéis del tema tanto o más que yo y seguro que lo disfrutáis lo mejor que podéis en vuestra intimidad.

El problema, me temo, es que fuera de la intimidad el sexo es como un gran monstruo que aterroriza a los niños desde debajo de la cama. Citando un artículo de la escritora Rosa Montero (El País Semanal nº1.701 del 3 de mayo de 2009):

“(...) Muchas de las tópicas francachelas de tipos machistas contando lo que han hecho con tal o cual chica son puras fantasías, como el pescador que relata la vez que atrapó un gran tiburón. La falta de veracidad y de transparencia hace que muchas personas sientan inseguridad con respecto a su actividad amatoria. Dudan de si lo hacen bien o mal. Sobre todo en un mundo como el nuestro, en el que estamos bombardeados por imágenes de sexo virtual, desde la televisión hasta las revistas, desde el cine hasta la literatura. A falta de testimonios fiables verdaderos, medimos nuestra intimidad con ese sexo, con esas representaciones artificiales, y puede parecernos que lo nuestro no llega a ser tan... perfecto, tan exagerado, tan circense (...)”

No podría estar más de acuerdo con Rosa Montero. Recuerdo que, siendo adolescente, el sexo representaba para mí (y supongo que para todos mis compañeros varones) una suerte de tesoro custodiado por un dragón. Creía que descubrir la sexualidad redefiniría por completo mi vida y, de algún modo, me convertiría en una especie de Sigfrido inmortal tras dar muerte a Fafnir. Viví un tiempo, como todos los mocosos pajilleros, bajo el influjo de la fiebre del oro, imaginando mi futurible vida de semental desbocado llevando a la práctica escenas rocambolescas como las que podemos ver cada día en los ejemplares de “Kiss Comix” o en cualquier publicación de Hentai. Al final (¿o fue el principio?) resultó no haber tal tesoro oculto en ninguna gruta y con lo que realmente me encontré fue con un dragón que me tenía tanto miedo a mí como yo a él, al que no quería matar y con el que no hubiera sabido practicar ninguna de esas acrobacias atléticas con las que soñaba tiempo atrás.



La culpa de todo la tiene, estoy seguro, la cultura de la imagen en que vivimos. La cual, además, nos hace creer que queremos lo que no queremos y que podemos tenerlo de una forma en que, realmente, no podemos tenerlo. Para mí es tan difícil aguantar “ma petite supernova” a lo Nacho Vidal como conducir un mini con el motor acelerado por las callejuelas de París a lo Jason Bourne. Pero, curiosamente, nos obligamos a nosotros mismos a parecernos al primero en la cama y asumimos como imposible (e innecesario) transfigurarnos en sosias del segundo en la carretera.

A colación del porno, quisiera destacar unas declaraciones del guionista Alan Moore sobre su obra “Lost girls”, extraídas de una magnífica entrevista publicada hace un tiempo en ZonaNegativa:

“(...) En un principio, lo que queríamos hacer era elevar este género al nivel en que nosotros creíamos que debería estar, porque, al fin y al cabo, el sexo forma parte de la vida cotidiana del ser humano, es algo que nos afecta a todos de un modo u otro. Otros géneros como el de terror, la serie negra o la ciencia ficción no siempre están ligados de una forma tan íntima con nuestras vidas, no tienen tanta importancia dentro de nuestras vidas. Si bien es cierto que esas historias pueden resultarnos muy emocionantes, a la hora de la verdad, la mayoría de nosotros en su vida diaria no se relaciona con criminales, ni tiene nada que ver con algún asesinato, ni acaba siendo testigo de la invasión de la Tierra por parte de unos platillos volantes… Sin embargo, todos tenemos experiencias en el campo del sexo y la sexualidad, y tenemos nuestras opiniones al respecto. Nos parecía un poco bochornoso que el único género que trata el tema del sexo y la imaginación sexual fuera algo tan mugriento y sucio, algo de lo que se disfruta en secreto sin que nadie lo sepa y que hace sentir a la gente muchísima vergüenza, y que carece de unos estándares mínimos de calidad. Nos daba la impresión de que nuestra cultura produce un tipo de pornografía bastante exagerada, perturbadora y desasosegante a muchos niveles; una pornografía que resulta visualmente impresentable, moralmente impresentable, políticamente impresentable… Lo cierto es que encontrábamos muy pocas cosas buenas que decir sobre este tipo de porno. Me refiero, sobre todo, a las películas y fotografías pornográficas; los medios habituales a través de los cuales este género se nos presenta a día de hoy (...)”



No es de extrañar que, debido a todo lo antes expuesto, la imagen de una mujer arrodillada frente a un hombre erguido (y erecto) se interprete como un acto de humillación sexista (cuando puede ser un juego, una muestra de cariño y complicidad), y que la masturbación sea objeto de demonizaciones varias (pero permíteme que te aclare que me masturbo yo, y lo haces tú –que lo sé-, y tu padre, y tu novio/a –y posiblemente no siempre pensando en ti- y también el Papa de Roma...). Y lo más jodido es que uno no puede decirlo, tampoco negarlo, y lo esconde en un rincón frío y oscuro donde sólo debieran guardarse los traumas y las vergüenzas (categorías en las que el sexo sano y sin complejos no tiene cabida). Y se calla porque de eso, simple y llanamente, no se habla.

Tampoco el reducido ámbito público de que goza el sexo ayuda a mejorar nuestra percepción sobre lo que el propio sexo “debe ser”. Un porcentaje elevadísimo de las escenas sexuales que se nos presentan en la tele, el cine, los libros o las historietas son burdas mecanizaciones que sugieren que los seres humanos somos enormes artefactos de relojería suiza que se sincronizan automáticamente y que se sienten sexualmente realizados con tan sólo tres o cuatro recursos básicos. Corporalizar excesivamente el sexo es una manera de convertirlo en una amenaza: los hombres se deprimen si no dan la talla (¿qué talla?); las mujeres, si no se comportan como femmes fatales siempre prestas al orgasmo (y múltiple, ya puestos a pedir). Poco se dice de la excitación psicológica que constituye el más importante componente del acto sexual, o del larguísimo proceso que implica adquirir una óptima confianza en tu compañero/a de menesteres guarros, o de que a uno le gusta que le chupen esto y a otra no le gusta que le chupen esto otro, y que lo que valía con tu novia Gumersinda a mí no me lo vas a hacer ni en tus sueños; y ojo con eso que le metías tú a Segismundo, que por aquí sólo va a correr el aire.



Sentencio: el sexo es un diálogo y, como tal, depende más de los interlocutores que de los propios resortes lingüísticos que se utilicen para llevarlo a cabo. Existen conversadores vehementes, introvertidos, rácanos, simpáticos, profundos, talibanes, manipuladores y sofistas, inseguros, verborreicos, y otros que prefieren callar hasta no tener nada realmente importante que decir. Todos ellos pueden combinarse aleatoriamente y por parejas en un diálogo, y el resultado del mismo dependerá de lo bien que se compatibilicen el uno con el otro. Y, al igual que no es lo mismo hablar con el panadero que hacerlo con tu mejor amigo/a, porque tu amigo/a conoce tu sentido del humor y las referencias culturales que manejas y tus circunstancias vitales y las cosas de las que te gusta charlar y esas otras de las que no, también el diálogo sexual depende de un millón de factores tan exclusivos y personales como sus artífices. Lo cual no quiere decir que el panadero no cuente unos chistes cojonudos...

A la falta de comunicación sexual le siguen las decepciones, las presiones y depresiones, los engaños, las envidias y quién sabe cuántas miserias más, conduciendo al personal a la frustración, que a su vez se traduce en cólera y violencia (y no me refiero a la conyugal, sino a la violencia en general, física y psicológica).

Y todo por el estúpido tabú que rodea al ridículamente sobredimensionado (desde un punto de vista cultural) placer sexual. Mientras tanto, los monos son felices porque lo hacen en los árboles y luego no se lo van a contar al vecino...


Dos aclaraciones y una recomendación:

1- No tengo nada en contra del porno. Respeto a la gente que lo hace y no creo que haya nada malo en vivir de ello. No me gustan algunos de los valores que transmite porque, desgraciadamente, se convierten en falsos universales; pero, al igual que miles de millones de hombres (y un número inestimable de mujeres), encuentro su existencia muy práctica y funcional. Y muchas de las actrices que se dedican al negocio me parecen chicas guapísimas con las que no me importaría compartir un desayuno.

2- Aunque en la entrada me refiera siempre al sexo en pareja (por ser el más extendido y, según mi personal e intransferible punto de vista, el único imprescindible dentro de una relación sentimental estable), existen diálogos bizantinos que de pronto se ven poderosamente enriquecidos por un tercer contertulio, y en ocasiones incluso un cuarto, que aportan un nuevo e interesante punto de vista a la discusión. Si el número de interlocutores sigue aumentando creo que se hace difícil ceñirse al tema de debate y las intervenciones se entrecruzan impidiendo un desarrollo fluido de la conversación. Pero claro, yo no soy ningún experto en orgías multitudinarias...



3- Recomiendo a quien esté interesado en manifestaciones pornográficas alternativas y de gran calidad artística que le eche un vistazo al tebeo “Lost girls” de Alan Moore y Melinda Gebbie antes citado, así como a la estupenda película “Shortbus” de John Cameron Mitchell. Aunque yo personalmente no los encuentro excesivamente excitantes, sí me parecen un muy buen comic y una muy buena película, respectivamente.

sábado, septiembre 26, 2009

Siempre el mismo mar

"Puede que sea ésta la canción
La que nunca te escribí
Tal vez te alegre el corazón
No hay más motivo ni razón
Que me acorde de ti

He buscado en lo que fuimos, lo que será de ti
Yo me fui no sé hacia dónde
Solo sé que me perdí
Yo me fui no sé hacia dónde, y yo solo me perdí
Hay un niño que se esconde siempre detrás de mí

Todo cambia y sigue igual
Y aunque siempre es diferente
Siempre el mismo mar

Todo cambia y sigue igual
Y la vida te dará los besos que tú puedes dar

Todo y nada hay que explicar,
Quién conoce de este cuento
Más de la mitad

Soy mentira y soy verdad
Mi reflejo vive preso dentro de un cristal

Todas las cosas que soñé
Todas las noches sin dormir
Todos los versos que enseñé
Y cada frase que escondí
Y yo jamás te olvidaré
Tú acuérdate también de mí
Nunca se para de crecer
Nunca se deja de morir"


[Nuevo disco de Fito & Fitipaldis. "Antes de que cuente diez", se llama. Nada nuevo bajo el sol. Mismo rock con influencias de los Dire Straits y la E Street Band (magnífico el saxo de Javi Alzola, al más puro estilo Clarence Clemons). La producción está más cuidada que nunca (y eso que el álbum anterior ya resultaba modélico al respecto). Todo suena como debe. Sus detractores dirán que es más de lo mismo. Razón no les falta. Sus incondicionales se alegrarán de que sea más de lo mismo, porque sigue siendo igual de bueno. Fito ha encontrado una fórmula musical que parece no tener fisuras. Tampoco da pie a grandes sorpresas, claro. A mí me gusta. Me gusta mucho. La letra de ahí arriba pertenece a "Me acordé de ti", segundo corte del álbum. La escogí precisamente porque cuando escucho a Fito me vienen a la cabeza muchos recuerdos. Buenos recuerdos. Me encanta cuando la música consigue eso.]

Mis dibujantes favoritos 8: Sergio Toppi.

Ante boutades como ésta no hay mejor argumento que desempolvar el trabajo de un maestro.




Hoy le toca el turno a un grande del tebeo italiano: Sergio Toppi. Con sólo echar un ojo a la portada de "Sahrazad" ya supe que aquello era amor. Es una pena que en nuestro país su obra sea tan difícil de rastrear. Toppi posee un estilo gráfico tan personal como insuperable, y posiblemente sea uno de los dos o tres dibujantes de comic del mundo mundial que más me gusta cómo componen la página. A las ilustraciones que cuelgo a continuación me remito.










Y a Molina Foix que se la pique un pollo.

jueves, septiembre 24, 2009

"Érase una vez, en la Francia ocupada por los nazis..."

Así comienza "Malditos bastardos", la nueva película del director de culto (y al tiempo superestrella) Quentin Tarantino. En esta ocasión, el realizador estadounidense nos propone un spaghetti-western de protagonismo coral ambientado en la II Guerra Mundial y plagado, como no podía ser de otro modo, de innumerables referencias cinéfilas e hilarantes estallidos de violencia.


El argumento de la película es bastante escaso (para ser una cinta de más de dos horas y media de duración pasan pocas cosas) y presenta a un grupo de soldados judíos estadounidenses apodados "los Bastardos" que se dedican a sembrar el pánico en las filas del ejército alemán masacrando a sus tropas y arrancándoles sus cabelleras para sumarlas a la colección particular del rudo Teniente Aldo Raine, interpretado con guasa por un Brad Pitt que se lo pasa teta piruleta ante la cámara. Al mismo tiempo, una joven judía que sufrió la traumática experiencia de ver morir a su familia por orden del Coronel Hans Landa (soberbio Christoph Waltz; cómo me hubiera gustado poder disfrutarlo en V.O.) encontrará la ocasión de saciar su sed de venganza con motivo del estreno de una película propagandística ideada por el ministro Goebbels en el cine que la muchacha regenta en la capital francesa.

Pero, como decía, el argumento de "Malditos bastardos" es más bien anecdótico. Se trata, en el fondo, de una película de escenas; cinco o seis, como mucho, pues cada una de ellas puede dilatarse hasta la media hora de duración. Y es aquí donde se encuentra la principal flaqueza de la última astracanada (dicho cariñosamente) del amigo Quentin: "Malditos bastardos" funciona en pequeñas dosis, de forma fragmentada, pero adolece de una frustrante dispersión que empobrece el ritmo de la cinta y provoca que el resultado final no sea siquiera igual a la suma de sus partes.

Los dos primeros capítulos de la película bien podrían figurar en un hipotético "greatest hits" de la filmografía del realizador estadounidense. Hay muy poco (o directamente nada) que objetar al fascinante pistoletazo de salida de "Malditos bastardos". Quizás por eso el resto del film no haya conseguido mantenerme con los ojos fuera de sus órbitas, bendiciendo el día en que mamá Tarantino trajo al mundo a su psicótico hijo Quentin (cosa que sí me pasaba con "Reservoir dogs", "Pulp Fiction" o el primer volumen de "Kill Bill"). Transcurrida la primera hora de metraje, la película comienza a titubear en términos de ritmo e intensidad y sólo momentáneamente recupera esa genialidad que impregnaba sus primeros compases. Hay, desde luego, nuevos momentos de hilaridad y virtuosismo estético, pero normalmente vienen precedidos y sucedidos por interminables diálogos que no surgen más que de la infinita admiración que Tarantino siente por sí mismo como guionista. De forma semejante a como ocurría en "Death proof", los protagonistas de "Malditos bastardos" reflejan clarísimamente la patológica incontinencia verbal de su creador en un acto de desmesura que a veces ralentiza innecesariamente el devenir de los acontecimientos, consiguiendo que el espectador (al menos un servidor) se descubra a sí mismo deseando que pase algo de una maldita vez para que la película pueda seguir su camino y llegar a algún lugar en concreto. Alguien debería enseñarle a este hombre el significado de la palabra "elipsis".

En otro orden de cosas, y aunque pudiera venir a cuento, no pienso extenderme hablando del nulo rigor histórico del guión. Mucho más interesante me resulta el canto de amor al cine como fuerza recreadora de la Historia que Tarantino propone a través de los personajes de Fredrick Zoller (Daniel Brühl, ese muchacho con cara tristona que protagonizó "Good bye Lenin" y "Salvador") y Shoshana Dreyfus (personificada en la irresistible mirada azul de la actriz francesa Mélanie Laurent). Con todo, sus roles (sobre todo Zoller) nunca alcanzan el carisma de los Bastardos, de la estrella del celuloide Bridget Von Hammersmark (en la piel de la teutona Diane Kruger) o de ese Hitler pasadísimo de vueltas (y motivo de alegría cada vez que asoma en pantalla) al que da vida Martin Wuttke.

Espero que no se me malinterprete: me ha gustado "Malditos bastardos". Es una película notable, violenta y divertida. Tiene una potencia visual indudable, una gran banda sonora (marca de la casa) y algunos personajes inolvidables (por encima de todos ellos, el mencionado Coronel Landa). Pero persiste, un tiempo después de su visionado, la sensación de que con algo menos de verborrea y un recorte de 15-20 minutos en el metraje estaríamos hablando de esa obra maestra que el último plano de la cinta quiere hacernos creer que tenemos delante. Y que, desde luego, no es.

domingo, septiembre 20, 2009

Ciencia-ficción con alma (y antenas)

Me encanta darme la razón a mí mismo. Es una de esas egocéntricas satisfacciones que pocas veces me permite la vida, así que hoy voy a ejercerla a lo bestia auto-parafraseándome:

“Trascender el género, tocar el techo de lo universal, es una meta que muchos proyectos artísticos se marcan al ser alumbrados, pero que muy pocos consiguen siquiera rozar. Tomar como partida los engranajes propios de un discurso tipificado, definido y delimitado para, sin romperlos, indagar en el terreno de las reflexiones atemporales, de las grandes cuestiones que nunca serán respondidas por el hombre (y por el bien de la poca magia que aún le queda a nuestras vidas, esperemos que nadie venga a traernos la respuesta), es lo que eleva a las grandes obras de la literatura, la música, el cine o el comic a la categoría de “maestras” (una categoría que, actualmente, se otorga con demasiada celeridad).”

Lo escribí hace bastante tiempo en esta entrada, pero hoy viene de nuevo al caso tras el visionado de “District 9”, ópera prima del realizador sudafricano Neill Blomkamp.


Tampoco conviene llevarnos a engaño: “District 9” no es “Blade Runner”. Pese a ser una peli cojonuda, no es una obra maestra del cine. Pero sí trasciende el género y alude a cuestiones universales (al menos en el ámbito de lo humano) tomando como partida unos códigos preestablecidos y sacándoles el máximo rendimiento sin salirse de sus márgenes.

Empecemos por el principio:

El planteamiento argumental de “District 9” presenta el naufragio de una nave alienígena en nuestro planeta (concretamente en la ciudad de Johannesburgo) y la posterior reclusión de sus tripulantes (algo más de un millón de criaturas insectoides) en un campo de concentración llamado Distrito 9 donde se les obliga a vivir en condiciones miserables. Veinte años después de este anti-glamouroso primer contacto con formas de vida extraterrestre, los aliens son considerados apestados sociales y sufren las consecuencias de la segregación: marginalidad, abuso por parte de mafias e incluso un brutal control de natalidad. Es en este momento cuando la MNU (una especie de ONU privatizada) envía a sus agentes para informar a los alienígenas de su inminente desalojo del Distrito 9 y su posterior traslado a un nuevo campo, el Distrito 10. La persona encargada de coordinar estas labores burocráticas es Wikus Van Der Merwe (estupendamente interpretado por el desconocido Sharlto Copley), protagonista de la cinta y uno de los anti-héroes más interesantes (por pringado, calzonazos e incompetente) del cine fantástico reciente.



Resulta bastante obvio que “District 9” pretende poner el dedo en la llaga del apartheid, esa política de racismo institucionalizado que la población negra de Sudáfrica (la elección de Johannesburgo como marco para la acción es poco sutil y muy reveladora) sufrió durante la segunda mitad del siglo XX. Pero la película no se conforma sólo con eso, sino que arremete también contra el tráfico de órganos, la existencia de negocios clandestinos capitaneados por señores de la guerra y los intereses armamentísticos que dirigen la política internacional del primer mundo. Todo ello, en definitiva, para retratar la mezquindad del ser humano en un relato en el que lo de menos resultan ser los aliens o la tecnología futurista de ciencia-ficción. “District 9” utiliza brillantemente los resortes del género fantástico para escarbar en nuestros errores como especie (sistemáticamente repetidos a lo largo de la historia y, según parece, inherentes a nuestro propio concepto de civilización) y lo hace además sin moralina barata, sin palmaditas en el hombro e inverosímiles maniqueísmos de esos que tanto abundan en el cine fantástico de los últimos tiempos.



La clave del éxito de la película reside, en parte, en la figura del productor Peter Jackson, hoy realizador superestrella (a él debemos la magnífica adaptación al cine de “El señor de los anillos”) con un interesantísimo pasado en el cine gore independiente. Si el guión de “District 9” hubiese caído en malas manos (la maquinaria hollywoodiense, básicamente) tendríamos a Will Smith (o peor, Tom Cruise) protagonizando una cinta apta para mayores de 7 años (por eso de hacer taquilla), prácticamente exenta de humor negro (gracietas a lo “Men in black” y poco más) y con un final redentor en el que el muy comprensivo presidente negro de los EE.UU. (me valen tanto Morgan Freeman como Danny Glover) cerraría el Distrito 9 para que el tribunal de La Haya juzgase a sus responsables por crímenes contra la no-humanidad. Todo muy limpito y de diseño, con aliens guapetes que nunca han roto un plato, dirigido por Alex Proyas y con canción para los créditos a cargo de Nickelback.



Gracias a la presencia de Jackson, la idea original del debutante Blomkamp (firma el guión junto a Terri Tatchell) conserva todos los valores que hacen de “District 9” una película de ciencia-ficción realmente importante en un momento en que el género está tan manoseado y denostado (pese a que aún responda en taquilla) que cualquier soplo de aire fresco es recibido como una bendición. “District 9” es una película sucia e hiperbólicamente violenta, repleta de humor macabro y personajes antipáticos, pero también humilde, con un sano tono de serie B con la factura técnica de una peli de división de honor. Por momentos parece un compendio de las mayores virtudes del cine fantástico de los 80, con ramalazos de Paul Verhoeven, James Cameron, David Cronenberg (este último con homenaje a “La mosca” incluido) y, por qué no, también del propio Peter Jackson, con ese empleo ridículamente divertido del gore que recuerda a “Braindead (Tu madre se ha comido a mi perro)” o los momentos puramente “mockumentary” que aluden a “Forgotten silver (La verdadera historia del cine)”.

Si tuviese que ponerle un “pero” a la película lo encontraría en algunas lagunas explicativas que el guión prefiere directamente ignorar, dando a entender que no es necesario que todo tenga una respuesta verosímil siempre y cuando uno asuma que lo realista y lo coherente (dentro de la lógica interna del relato) no siempre tienen por qué ir de la mano.



Por todo lo expuesto, “District 9” me parece una cinta de ciencia-ficción excelente, capaz de ser delirantemente divertida sin marginar el factor dramático, bien rodada y mejor montada (¡menudo ritmo!) y que al final le deja a uno con la sensación de que, si se le permite seguir sus propios instintos como realizador (como ahora ha hecho Peter Jackson), Neill Blomkamp puede convertirse en un director a tener muy en cuenta de cara a la próxima década.

Espero, eso sí, que los rumores de secuela se queden simplemente en eso: rumores. La cinta tiene un final especulativo y abierto que, precisamente por ello, resulta mucho más satisfactorio que cualquier posible anécdota que una nueva entrega pueda narrarnos a posteriori.

sábado, septiembre 19, 2009

New Godz

Me gustan los Nuevos Dioses. Son una creación de Jack Kirby para su monumental “Cuarto Mundo”, una saga narrada en cuatro series de comics que el autor desarrolló a su llegada a la editorial DC en la década de los setenta y uno de los pilares en que se sustenta el trabajo de Grant Morrison en “Crisis final”, el crossover que Planeta de Agostini publica actualmente en nuestro país como una miniserie de ocho números.

Por eso estos días me puse a dibujar “nada en concreto” (que es lo que más mola dibujar, porque uno no tiene presiones ni fechas de entrega ni nada más en que pensar) y entre otras cosas me salieron unas ilustraciones de tres de sus personajes principales. Son el beligerante Orion; su malvado padre Darkseid, profeta de la Antivida, y el super-escapista Mr. Milagro (se supone que es Scott Free, el primer Mr. Milagro, pero el diseño del uniforme está a medio camino entre el original de Kirby y el que Shilo Norman, el segundo Mr. Milagro, luce en “Los siete soldados de la victoria”).



martes, septiembre 15, 2009

Monos árticos

“Outside the cafe by the cracker factory
You were practicing a magic trick
And my thoughts got rude, as you talked and chewed
On the last of your pick and mix

Said your mistaken if your thinking that I haven't been caught cold before
As you bit into your strawberry lace
And then a flip in your attention in the form of a gobstopper
Is all you have left and it was going to waste

Your past-times, consisted of the strange
And twisted and deranged
And I love that little game you had called
Crying lightning
And how you like to aggravate the ice-cream man on rainy afternoons
(…)”


[“Crying lightning” es el single de presentación de “Humbug”, tercer disco de estudio de los británicos Arctic Monkeys. Al contrario que sus dos trabajos anteriores (sobre todo su prometedor debut “Whatever people say I am I’m not”), “Humbug” no basa tanto su atractivo en la calidad individual de cada canción (por buenas que sean algunas de ellas) como en un concepto más integral y unitario de álbum. Es una de las muchas muestras de madurez musical esgrimidas por los monos árticos en este disco, que se revela el más complejo y redondo de la banda hasta la fecha. Me consta que parte de este cambio (a mejor) tiene su origen en la experiencia de Alex Turner en su proyecto musical paralelo, “The last shadow puppets”, que tan buen sabor de boca me dejó con su puesta de largo, “The age of the understatement”.]

Entran dos guionistas de comic en un bar...

Robert Kirkman es un tipo inquietante. Hay muchas cosas sobre su persona que no alcanzo a comprender. Una de ellas es por qué sus guiones para Marvel son tan mediocres cuando sus obras más personales son sencillamente magníficas. Otra, quizás la más importante, es cómo consigue que estas series de creación propia aguanten decenas de números consecutivos al más alto nivel, sin mostrar el más leve síntoma de agotamiento (al menos hasta la fecha).


Si hace unos meses me puso el corazón en un puño y los huevos en la garganta con el octavo tomo de “Los muertos vivientes” (¡ojo! se anuncia serie de televisión a cargo de Frank Darabont; el amigo Charlie Furilo tiene todos los datos al respecto), este mes he tenido la satisfacción de ver publicado en nuestro país el demoradísimo nuevo volumen de “Invencible” que, en su tradición de homenajear a las más célebres sit-coms de la historia de la televisión USAmericana, lleva por subtítulo “Mi marciano favorito”.


Como ya me quedé a gusto escribiendo hace un tiempo sobre la premisa básica de la serie y sus muchas virtudes, hoy sólo añadiré que esta nueva entrega, que recopila los números 36 a 41 de la edición original yanki, ha vuelto a colmar todas mis expectativas y a dejarme, una vez más, con unas ganas terribles de hincarle el diente al próximo episodio de una saga cuyo interés parece no ir a decaer nunca. Que Kirby te bendiga, Robert Kirkman (y que, de rebote, le ponga un pisito bien mono al dibujante Ryan Ottley, cuyo estilo casa como anillo al dedo con el tono de la serie).

Algo más alejado de mi entusiasmo se encuentra Brian Wood, uno de los supuestos guionistas estrella del sello Vertigo en la actualidad.

Hace un tiempo me hice con el primer tomo de “DMZ” (guionizado por Wood y dibujado por Riccardo Burchielli), una historia de periodismo de guerra ambientada en un futuro próximo en el que los Estados Unidos de América viven una segunda guerra civil. Sin parecerme malo, este primer recopilatorio me dejó con una sensación tibia, como si la base de la pizza estuviese buena pero los ingredientes no fuesen los adecuados. Aunque me prometí a mí mismo darle una nueva oportunidad cuando se publicase el segundo volumen, lo cierto es que no he vuelto a pensar demasiado en “DMZ”, relegando su adquisición a un limbo que amenaza con prorrogarse indefinidamente (y creo que ya van cinco o seis tomos publicados).


Ahora llega a las librerías españolas el primer volumen recopilatorio de la serie “Northlanders”, de nuevo publicada bajo el amparo de Vertigo, de nuevo escrita por Brian Wood y de nuevo dibujada por un artista italiano (en esta ocasión se trata de Davide Gianfelice).

Las críticas que sobre ella había leído hasta la fecha la situaban entre lo mejor que se publica actualmente en EE.UU. y en la web de visita obligada (aunque sólo sea para estar al día de las últimas noticias sobre tebeos) ZonaNegativa llevaban meses cantando a los cuatro vientos sus alabanzas. Con todos mis respetos, supongo que no debí fiarme de unos tíos que tienen en tan alta estima a las “Fábulas” de Bill Willingham, uno de los comics más inexplicablemente sobrevalorados de la última década (sino el que más). Desde luego “Northlanders” es mucho mejor que “Fábulas”, pero eso no quita que su lectura haya sido, nuevamente, una ligera decepción.


Siempre me han gustado los vikingos. Su mitología, sus ideales guerreros y sus continuas exploraciones e invasiones son un vehículo perfecto para la épica. Desgraciadamente muy pocas obras de evasión han conseguido aglutinar todas estas oportunidades narrativas para dar con el mejor resultado posible. Tal vez sólo la película “Los vikingos”, dirigida por Richard Fleischer y protagonizada por Kirk Douglas y Tony Curtis, haya cubierto mis expectativas al respecto. Por eso supone una decepción mayor el hecho de que “El regreso de Sven” (subtítulo de este primer volumen de “Northlanders”) no sea la historia definitiva sobre vikingos que se me había prometido. Porque una historia de vikingos que no me hace vibrar, que no me pone los pelos como escarpias, que no consigue sugerirme el sabor de la sangre en el filo de una espada, no puede ser una buena historia de vikingos.

Wood se conforma con escribir un correcto relato de regreso al hogar y maduración del héroe (anti-héroe, en este caso) y Gianfelice entrega un trabajo digno pero no deslumbrante, ensombrecido además por un color ramplón (escondido tras un pobre efecto de granulado de Photoshop) que no consigue realzar la expresividad del trazo del italiano.


Espero que no se me malinterprete: “Northlanders” no es un mal comic. De hecho es una lectura bastante entretenida, pero hace tiempo que uno ha comenzado a añorar la época en que decir “Vertigo” era sinónimo de la más alta calidad. De aquel momento dorado ya no restan más que unos números inéditos en nuestro país de “100 Balas” (y que veremos en octubre de este año) y el maravilloso trabajo que Jason Aaron y R.M. Guerá realizan mes a mes en “Scalped”, único título que, en mi nada modesta pero siempre discutible opinión, aún se merece compartir logo editorial con obras como “Swamp Thing”, “Animal Man”, The Sandman”, “Predicador” o “Shade, el hombre cambiante”.

Como en el caso de “DMZ”, servidor espera que el nivel de “Northlanders” mejore sustancialmente en próximas entregas pero, al igual que con aquella, quizás para cuando el segundo tomo llegue a las librerías habrá docenas de títulos que se hayan ganado, merecidamente, un lugar más destacado en mi orden de prioridades.

sábado, septiembre 12, 2009

MarrónOscuroCasiMierda

Tras un prometedor aunque irregular debut con “AzulOscuroCasiNegro”, Daniel Sánchez Arévalo regresa a primera línea de nuestro cine con “Gordos”, un drama cómico (o una comedia dramática, como se prefiera) sobre inseguridades, fobias, complejos, neuras y, sobre todo, parejas.


El argumento de la cinta presenta una historia coral protagonizada por varios personajes que se conocen y comparten intimidades en una terapia para superar sus problemas de sobrepeso. Estos kilos de más no son tanto el leit motiv del film como el vínculo entre las diferentes tramas y sus protagonistas. Por suerte la película no es una exhibición de paternalismo hacia la gente obesa sino un vistazo a otras preocupaciones más acuciantes que a veces aparecen asociadas a la gordura (y que casi siempre pasan factura a nuestra autoestima).



“Gordos” tiene un buen puñado de virtudes y, desgraciadamente, algunos defectos de peso (vaya juego de palabras, menuda chispa tengo). Entre lo bueno destacan especialmente todos los miembros del reparto: Antonio de la Torre recibirá innumerables elogios por su composición de la mezquina celebridad de teletienda sin escrúpulos, pero el resto del casting brilla también a gran altura, no sólo por la transformación física a la que se sometieron varios de sus miembros sino también por su solvencia interpretativa (Raúl Arévalo me tiene ganado en su faceta cómica y la otrora “serrana” Verónica Sánchez demuestra que cuanto más lejos tenga a Fran Perea, mejor). Contribuye enormemente que sus personajes estén fantásticamente escritos, claro.



Es en el terreno argumental donde Sánchez Arévalo parece más perdido. Una vez definidos los protagonistas, las tramas discurren desde un comienzo satisfactorio hasta una conclusión que se empantana en sus trascendentales ambiciones y acaba resultando algo artificiosa por momentos (sobre todo la historia de la pareja ultra-religiosa). Del mismo modo, el ritmo de la película comienza a flojear una vez pasado el ecuador de la cinta, dilatada en exceso en términos de metraje. Por el camino, no obstante, quedan algunas escenas estupendas (tanto cómicas como dramáticas) y no pocos destellos de talento audiovisual (ese Cristo fluorescente, esas fotos de familia de hombres casados).

Se deduce de todo esto que “Gordos” es una cinta agradable, divertida y que indaga bastante más allá de la superficie psicológica de nuestra sociedad, pero que pretende abarcar mucho (con el poco apretar que ello conlleva) y a la que diversos defectos de forma le restan ese par de puntos que separan una película entretenida de una obra de auténtica enjundia. Más o menos lo mismo que ocurría con “AzulOscuroCasiNegro”.




Aún así, parece simplemente cuestión de tiempo que Daniel Sánchez Arévalo termine de ajustar su fórmula cinematográfica (comedia + drama + costumbrismo + lirismo) y deslumbre al personal con su primera y genuina gran película. Ojalá llegue pronto.

viernes, septiembre 11, 2009

Un vistazo al futuro

Septiembre no es sólo el mes de la vuelta al cole, sino también el del regreso de la calidad a la televisión USAmericana (con permiso de "True blood", a punto de terminar su segunda temporada). Vuelve “Dexter”, vuelve “Fringe”, vuelve "Dollhouse", vuelve “The Big Bang Theory”... y también es el mes elegido para la presentación de unas cuantas producciones nuevas.

Tal vez no os hayáis enterado (si vivís en Alpha Centauri o algo así) pero el año que viene se termina “Lost”, una de las series más importantes (por calidad y repercusión) de la historia de la TV mundial. La cadena que la produce, ABC, se ha dado cuenta de que su gallina de los huevos de oro pasa a mejor vida y se exige reemplazo de forma inminente, por lo que ha puesto toda la carne en el asador para hacer de “FlashForward” un éxito a la altura de la creación de J.J.Abrams y Damon Lindeloff.


“FlashForward” se inspira en la novela homónima de Robert J. Sawyer y parte de una premisa la mar de interesante: un día cualquiera (sí, incluso puede que un martes) toda la población mundial sufre simultáneamente una pérdida de conocimiento durante casi dos minutos y medio y tiene una visión sobre lo que le sucederá exactamente dentro de seis meses. Además del caos provocado por este desmayo generalizado, ahora cada persona, de forma individual, debe enfrentarse al hecho de haber echado un vistazo al futuro y las consecuencias que de ello se derivan. Habrá quien haya descubierto un terrible secreto, quien se haya visto a sí mismo cometiendo un crimen o quien no haya podido ver nada porque, quizás, en seis meses ya no se contará entre los vivos.


Las imágenes mostradas hasta ahora son muy prometedoras (grandes presupuestos y un reparto lleno de rostros conocidos), así que con un poco de suerte es posible que nos encontremos ante una de las series más señaladas de la temporada otoño-invierno. Su estreno está previsto para el 24 de septiembre.

Habrá que estar atentos.

jueves, septiembre 10, 2009

Primeras impresiones de "The Resistance"

Y llegó el día en que un servidor pudo al fin escuchar “The Resistance”, quinto álbum de estudio de Muse y, para el abajo firmante, el lanzamiento musical más esperado del año. Aunque la fecha oficial de su lanzamiento en nuestro país es el 14 de septiembre, el disco se filtró en internet hace unos días, por lo que los más impacientes fans del trío británico nos lanzamos en su búsqueda como yonkis con el mono a cuestas.

Se deduce del número de entradas que le llevo dedicadas en El Abismo que Muse es, hoy por hoy, mi banda de rock en activo preferida (y si no se deduce ya os lo acabo de decir yo ahora). Junto al “Born to run” de Bruce Sprinsgteen (ése nunca sale de la bandeja de la mini-cadena), “Black holes and revelations” es probablemente el disco que más veces he escuchado en los últimos tres años (es decir, desde su lanzamiento en junio de 2006). Comprenderéis entonces cuánto necesitaba una nueva dosis de Muse que aplacase mi síndrome de abstinencia.

Por todo ello he decidido que hoy voy a pasar de la estructura habitual de mis entradas musicales y voy a hacer una auténtica crítica (por poco definitiva que resulte… al fin y al cabo sólo llevo unas siete u ocho escuchas completas del álbum), desde la primera hasta la última canción.

Let’s go!


“The Resistance” (cuya portada conjuga magistralmente el gusto por la ciencia-ficción, las teorías conspiranoides y las proporciones cósmico-apocalípticas de las letras de Matthew Bellamy) se abre con “Uprising”, que además ejerce de primer single extraído para la promoción del álbum. Se trata de una canción que entronca directamente con “Black holes and revelations”; quizás engañosamente, pues el resto del disco no seguirá necesariamente las directrices marcadas por aquella obra en el sonido de la banda. En su momento describí esta “Uprising” como un híbrido entre “Exo Politics” y la cabecera de “Dr. Who” y creo que sigue siendo una ecuación bastante acertada.



El segundo corte del disco es el que da título al álbum, “Resistance”, y arranca de forma algo dudosa (la primera vez que uno oye el teclado piensa “¡Santo Kirby, Camela!”) para luego convertirse en una agradabilísima sorpresa: aquella previa de 30 segundos que se hizo pública hace unas semanas daba mala espina pero el resultado final me parece muy satisfactorio. Además, el estribillo es tope pegadizo (tanto lo de “it could be wrong, could be wrong” como el posterior “love is our resistance”).

Si en “Black holes and revelations” uno podría pensar que los chicos de Muse habían robado a Depeche Mode la canción que éstos llevaban una década deseando componer (la brillante “Map of the problematique”), ahora parece que es Madonna quien echará de menos “Undisclosed desires” entre sus objetos personales. Se trata del único tema hasta la fecha compuesto por la banda íntegramente con bases electrónicas programadas. En un primer momento se hace difícil conjugar este sonido sintético con la trayectoria anterior del grupo, pero una vez sobrepasado el prejuicio de la novedad se revela como una canción pegadiza que, sin ser lo mejor de “The Resistance”, sigue ganando puntos en cada nueva escucha. Por supuesto, será interesante comprobar la reacción que genere entre los fans más inmovilistas de la banda (me apuesto mi colección de tebeos a que les van a llover críticas acusándolos de vendidos y comerciales).



“United States of Eurasia (+ Collateral Damage)”, cuarta canción del álbum, ya había sido presentada en julio en una esperpéntica maniobra promocional disfrazada de ciber-ginkana internacional. Es un tema con claros ecos del sonido Queen (coros y estructura recuerdan a “We are the champions”, por ejemplo) con compases que emulan la BSO de “Indiana Jones en el templo maldito” y que finalmente deriva en una revisión de los Nocturnos de Chopin que casa perfectamente con la admiración de Bellamy hacia los compositores románticos clásicos. Aunque dicho así suene a empanada de referencias (y de las gordas), la mezcla funciona a las mil maravillas y tendrá aún más sentido al escuchar los tres últimos cortes del álbum.

“Guiding light” es posiblemente la canción más sosa de “The Resistance”. Está ligada a “Collateral Damage” por sonidos de aeronaves surcando el cielo y, cuando la batería comienza a marcar el ritmo, lo primero que me viene a la cabeza es el principio de “Made in heaven” de Queen (sí, de nuevo ellos). Luego el tema deriva en un himno de cadencia lenta a lo “Invincible” que, al igual que aquella, no consigue transmitirme tanta épica y/o emoción como parece pretender. El breve solo de guitarra podría haber dado más de sí, supongo.




El sexto corte del disco se titula “Unnatural selection” y es posiblemente el que más recuerde a “Origin of Simmetry”, uno de los discos más queridos por los seguidores del grupo. También es, por eso mismo, la canción que más inmediatamente se lleva el gato al agua en la primera escucha. El riff de guitarra recuerda poderosamente al de “New born” y la forma en que Matthew entona la melodía vocal cada vez que dice la palabra “ocean” le recuerda a uno de dónde proviene toda esa admiración hacia Muse. Sin duda, uno de los momentos climáticos de “The Resistance” y, casi seguro, una bomba en el directo.
Tras ella viene “MK Ultra”, cuya letra y título están inspirados en un programa de control mental llevado a cabo por la CIA durante la década de los 50. Se trata de una canción con muchos cambios de ritmo y un tono opresivo que conecta a la perfección con las palabras que Matthew canta en múltiples registros. Pese a ser ligeramente “pastillera”, encajaría perfectamente en el tracklist de “Absolution” y consigue mantener el elevado entusiasmo que se inició con el corte anterior.

“I belong to you / Mon coeur s’ouvre à ta voix” recuerda, por su ligereza pop, al sonido que la banda articulaba en “Showbiz” (pese a tener la interpretación de bajo más extraña que nos haya regalado nunca Chris Wolstenholme), para luego enlazar con una versión bastante peculiar (y en un francés ininteligible) de un fragmento de la ópera "Sansón y Dalila". Cuando la melodía regresa al ritmo original (y le añade un clarinete de lo más marciano) uno ya está irremediablemente enganchado a esta pequeña extravagancia que culmina con elegantes coros y el sonido de un gong.



Finalmente, los tres últimos cortes de “The Resistance” corresponden a la sinfonía “Exogenesis”, dividida en “Overture”, “Cross-pollination” y “Redemption”. Se trata de tres piezas prácticamente instrumentales que narran, según las declaraciones del propio Bellamy, el éxodo de la raza humana en busca de un nuevo hogar a través de las estrellas. Pese a durar en conjunto más de 12 minutos, “Exogenesis” se hace cortísima y deja la sensación de ser, toda ella, los prolegómenos de algo más grandilocuente y megalomaníaco que, sin embargo, nunca llega a estallarnos en las narices. Igual es culpa mía, que cada vez que oigo o leo la palabra “sinfonía” me viene a la cabeza la novena de Beethoven, con su abrumadora explosión de voces y sus violines haciendo eses sobre la partitura… y lo cierto es que “Exogenesis” es una composición hermosísima, cargada de lirismo y con momentos realmente sublimes, sobre todo en el tercer movimiento.

A la hora de emitir un veredicto sobre “The Resistance” es necesario tener muy en cuenta que ésta es una primera impresión que irá enriqueciéndose a medida que vaya acostumbrándome a escuchar cada canción, descubriendo detalles aquí y allá y componiéndome una imagen global más exacta (quizás más positiva, quizás no).



De todos modos no es descabellado afirmar ya ahora que Muse no sólo no ha perdido el norte, como algunos vaticinaban, sino que ha creado un disco que continúa explorando nuevas direcciones musicales (electrónica, rock canónico, clásica) y ampliando el alcance de sus influencias. Ya no queda en su música prácticamente nada de aquella deuda a Radiohead con la que iniciaron su andadura discográfica en “Showbiz” y está claro que “The Resistance” es un disco más denso (aunque quizás también más disperso) que “Black holes and revelations”. Así que, sin llegar al grado de excelencia de “Origin of simmetry”, sí se puede decir sin reparos que mantiene el altísimo nivel de calidad al que Bellamy y compañía ya nos tienen malacostumbrados.