viernes, julio 24, 2009

La conexión Bellamy-Orwell-Mercury-Chopin

“You and me are the same
We don't know or care who's to blame
But we know that whoever holds the reins
Nothing will change
Our cause has gone insane

And these wars, they can't be won
And these wars, they can't be won
And do you want them to go on
And on and on
Why split these states
When there can be only one?

And must we do as we're told?
Must we do as we're told?

You and me fall in line
To be punished for unproven crimes!
And we know that there is no one we can trust;
Our ancient heroes, they are turning to dust!

And these wars, they can't be won
Does anyone know or care how they begun?
They just promise to go on
And on and on
But soon we will see
There can be only one

United States!
United States!
Of...

Eurasia!
... sia!
... sia!
... sia!

Eurasia!
... sia!
... sia!
... sia!

Eurasia!
... sia!
... sia!
... sia!”

[Más de tres años después del lanzamiento de “Black holes and revelations”, por fin los seguidores de Muse tenemos nuevo material que llevarnos a los oídos (“H.A.A.R.P." fue un directo cojonudo, pero no aportaba novedades al repertorio del grupo). Se trata de “United States of Eurasia (+Collateral Damage)”, un adelanto de su próximo disco, “The Resistance” (aunque no el primer single; ése será, según afirma la propia web del grupo, “Uprising”). Dejando a un lado la rocambolesca ginkana internacional que la banda ha montado de cara a la presentación de la canción (más datos aquí y acullá), en lo musical servidor no podría estar más satisfecho. “United States of Eurasia (+Collateral Damage)” se inspira en la novela “1984” de Orwell (de la que ya hablé aquí hace un tiempo, pues es mi libro favorito), en el sonido setentero de Queen (que también tuvo su protagonismo en el abecedario personal por ser mi banda fetiche desde antes de cumplir 12 años), en la música de raíces orientales (con fragmentos que recuerdan a las bandas sonoras de “Lawrence de Arabia” o “Indiana Jones en el templo maldito”) y en compositores románticos de música clásica (de hecho, “Collateral Damage” es un arreglo del Nocturno no.2 de Chopin). Pese a que el menda está que no caga con el tema, el resultado no parece haber agradado a todo el mundo (muchos, deduzco, esperaban un sonido más cercano a “Showbiz” u “Origin of Simmetry”), y en algunos foros ya se habla de decepción (lo cual me parece precipitado, puesto que se trata de un único corte de los 11 que compondrán el álbum, al que por cierto aún le queda más de mes y medio para ver la luz). Recuerdo que también “Supermassive black hole”, primer single de “Black holes and revelations”, cayó como un jarro de agua fría sobre los fans y hoy en día es una de las canciones que mejor conectan con las masas en directo. De cómo responde el público en vivo a este “United States of Eurasia” podré informar tras el concierto en Madrid del 28 de noviembre. Sólo con imaginarme allí ya me froto las patitas cual mosca de la fruta… Pero antes de eso habrá que ver cuántas de mis elevadísimas expectativas consigue cumplir “The Resistance”. Será a partir del 14 de septiembre.]

Mis 10 tebeos de género negro favoritos

El género negro o polar (como dicen los gabachos) es uno de mis terrenos favoritos para las obras de ficción. En la literatura ha contado con la mano maestra de autores como Raymond Chandler, Dashiell Hammett o más recientemente James Ellroy, mientras que en el cine sufrió un auténtico revulsivo con la llegada de talentosos realizadores como Francis Ford Coppola, Martín Scorsese y Brian De Palma. Sin olvidarnos, claro, de las celebradísimas aportaciones que en la última década ha hecho la televisión: series como “Los Soprano” o “The Wire” se merecen, sin ningún género de dudas, un lugar de excepción entre lo más laureado del género. Existen y han existido muchísimos creadores de historias de polis y cacos (y resultaría difícil enumerarlos y valorarlos a todos), pero hoy vengo con la arterias tebeísticas repletas de sangre así que voy a permitirme recomendar unos cuantos títulos (sin orden de preferencia sino más bien inexactamente cronológico) que demuestran el enorme potencial del noveno arte a la hora de desarrollar argumentos de este tipo. Son, en principio, mis diez tebeos de género negro favoritos:

1- Alack Sinner

Si existe un padrenuestro del género negro en viñetas, tal mérito debe recaer en el “Alack Sinner” de José Muñoz y Carlos Sampayo. Las aventuras de este ex-policía metido a detective privado supusieron un antes y un después en el tratamiento de esta temática en los comics, llegando (un poco como la Enterprise) donde ningún hombre había llegado jamás. Más allá de los guiones de Sampayo, servidor no deja de babear con el estilo sintético y expresionista de Muñoz, que años después inspiraría a dibujantes tan diversos como Eduardo Risso (“100 Balas”, ver número 5 de esta lista) o Matsumoto Taiyou (“Tekkon Kinkreet”).

2- Torpedo

Escrito por Enrique Abulí y dibujado por el magnífico Jordi Bernet, “Torpedo” (también conocida como “Torpedo 1936”) narra las andanzas de Lucca Torelli, alias Torpedo, un asesino a sueldo que se mueve como pez en el agua por los bajos fondos de la Norteamérica de los años 30. Le acompaña su inseparable mano derecha, Rascal, un pringado que lo admira y envidia y que es quien casi siempre sale peor parado de los embrollos en que se mete su jefe. La serie combina sabiamente los típicos y tópicos del género con un descacharrante sentido del humor y unas generosas dosis de sexo y violencia. Si Abulí firma algunos de los mejores guiones de su carrera, Bernet está simplemente sublime tanto en su trazo como en el dominio del ritmo y los recursos narrativos más variados. “Torpedo “ es un clásico sin discusión.

3- Sin City: el duro adiós

Si hay una historia del “Sin City” de Frank Miller que realmente merece la pena es la primera, originalmente titulada simplemente “Sin City” y posteriormente rebautizada como “El duro adiós”. Miller la escribió y dibujó estando en lo más alto de su madurez artística, inspirándose claramente en el grafismo de Alberto Breccia y dando su particular visión de los lugares comunes del género. El resultado fue sorprendente, no tanto por el guión (algo ramplón aunque efectivo) como por su poderosa narrativa, heredada en parte de la descompresión del manga nipón (llegando un poco más lejos que en "Ronin", escrita y dibujada por Miller casi una década antes). A partir de ahí, la serie fue desinflándose progresivamente hasta desaparecer en la más absoluta mediocridad. Con todo, “Ese cobarde bastardo” casi nos hizo creer que había vida después de Marv.

4- Balas perdidas

Esta serie escrita y dibujada por David Lapham supone uno de esos casos (al igual que “Bone” o “Malas ventas”) en que la calidad simplemente se impone a cualquier lógica editorial. “Balas perdidas” es un hito del comic independiente gracias a sus guiones inteligentes, sus diálogos ágiles, su pasmosa fluidez narrativa (pese a la aparente sencillez del dibujo) y una estructura a modo de puzzle formado por capítulos aparentemente inconexos dispersos en el tiempo y el espacio. “La Cúpula” comenzó a editarla en cuadernillos grapados para luego recopilarla en cuatro tomos a un precio inmejorable. Todavía aguardo con impaciencia la salida de un quinto recopilatorio, aunque sospecho que eso no ocurrirá en breve…

5- 100 balas

Hay guionistas que convierten en oro todo lo que tocan. Otros, por el contrario, han nacido con el fin de contar sólo una historia dorada. Éste parece ser el caso de Brian Azzarello, a quien el merecido éxito de “100 balas” le ha proporcionado la oportunidad de seguir trabajando en un medio en el que, perdonadme si peco de tajante, no ha demostrado tener mucho más que contar (por pasables que le hayan quedado otros trabajos). Eso no impide, claro, que “100 balas” sea una lectura obligatoria si uno quiere saber qué visión tiene el mainstream USA del género negro bien hecho. Al menos la mitad del mérito hay que reconocérsela a Eduardo Risso, alumno aventajado del citado José Muñoz y dibujante muy dotado para la creación de atmósferas y la narración de corte cinematográfico. A estas alturas aún restan por publicarse en nuestro país los últimos 12 números de la colección (de un total de 100, como no podía ser de otro modo); de la calidad de los mismos dependerá que “100 balas” sea recordada como una obra maestra o como una serie estupenda que se quedó a las puertas de la gloria.

6- Blacksad
No hay nada excesivamente original en esta colección escrita por Juan Díaz Canales e ilustrada por Juanjo Guarnido. Si acaso, que los protagonistas no son humanos sino animales antropomórficos. No obstante, a veces no es necesario innovar para ofrecer un producto de categoría. Con unos guiones en continua mejoría (el primer álbum resultó algo simple; el segundo demostró que Canales sabía adónde quería llevar la serie y el tercero por fin acertó en el centro de la diana) y un dibujo ES-PEC-TA-CU-LAR, “Blacksad” es, hoy por hoy y por méritos propios, uno de los grandes best-sellers de la BD francesa.

7- Gotham Central

Que a nadie le engañe el “Gotham” del título. Tampoco la presencia de villanos del universo batmaníaco o de cierta señal luminosa que alumbra los cielos de la ciudad más oscura del noveno arte. “Gotham Central” es puro policiaco, enmarcado en la continuidad super-heroica por una simple cuestión de marketing y oportunismo. Ed Brubaker y Greg Rucka escribieron el día a día de los oficiales de policía de Gotham con tanta frescura y brillantez que uno acaba sintiendo que son personas reales y no personajes de ficción. Al dibujo, entre otros, el estupendo Michael Lark (actualmente en el “Daredevil” que el propio Brubaker firma mensualmente para la competencia marvelita). La buena noticia es que fue uno de los mejores tebeos del universo batmaníaco en las últimas dos décadas. La mala, que como todas las grandes series que escapan de los convencionalismos más recalcitrantes, fue cancelada a los cuarenta números (que, bien visto, no son pocos).

8- Criminal

Después de deslumbrar a propios y extraños con la maravillosa “Sleeper” (incomprendida obra maestra cancelada tras veinticuatro adictivos números), Ed Brubaker y Sean Phillips tuvieron la oportunidad de desarrollar en Marvel su propio proyecto de serie de género negro sin raíces en la continuidad super-heroica. El resultado es apasionante, con un Brubaker en mejor forma que nunca y un Phillips que maneja personajes, ambientes y distribuciones de página con una soltura y facilidad desarmantes. Aunque por sus viñetas no desfilen gladiadores mutantes y gigantes radiactivos, “Criminal” es (en mi nada modesta pero siempre discutible opinion) el mejor tebeo que Marvel publica en la actualidad.

9- RG

Ya he comentado alguna vez que siento una terrible debilidad por Frederik Peeters y su obra. En “RG” el suizo pone todo su talento (y color) al servicio de una historia basada en situaciones reales: la vida del agente del servicio de inteligencia francés Pierre Dragon (alias que garantiza su anonimato). Peeters combina su habitual gusto por el intimismo y su sorprendente capacidad narrativa con tramas policiacas totalmente verosímiles en un magnífico relato a caballo entre el thriller y el costumbrismo.

10- Scalped

“Scalped” llegó a Vertigo para llenar el inmenso vacío que “100 balas” dejaría, supuestamente, tras su conclusión. Al menos eso creí yo antes de comprobar con mis propios ojos cómo esta serie a cargo del guionista en alza Jason Aaron y el sorprendente dibujante R.M. Guerá tenía entidad propia más allá de cualquier posible comparación. Y no sólo entidad, también un guión sorprendente, unos personajes cautivadores, una ambientación magistral y unas escenas de acción rematadamente salvajes. El argumento, por cierto, narra el regreso de Dash “Caballo Terco” a la reserva india en la que se crió, y todo lo que allí se encontró al llegar. Olvidaos de cucarachas, virginales mocosos cristianos y fábulas de toda condición: “Scalped” es, hoy por hoy, el título Vertigo que lo peta.


Bordeando el género: polis, cacos y capas

Además de los títulos mencionados existen algunos híbridos entre la serie negra y los super-héroes que merecen una mención, como pudieran ser “Powers” y “Alias”, ambos guionizados por Brian Michael Bendis (cuando sabía de qué iba esto de escribir tebeos) y dibujados por Michael Avon Oeming y Michael Gaydos, respectivamente. Al contrario que la antes mencionada “Gotham Central”, que pese a desarrollarse en el universo DC es un tebeo estrictamente de género, estas dos series se basan tanto en la resolución de misterios detectivescos como en un marcado componente super-heroico.

Algo similar ocurre con la longeva cabecera “Daredevil” que, dependiendo del escritor a los mandos, ha ido alternando el modelo genuinamente pijamero con momentos puramente noir. Al respecto resultan recomendables las etapas guionizadas por Frank Miller (sobre todo los maravillosos e irrepetibles números en que coincidió con el dibujante David Mazzuchelli), Brian Michael Bendis (en colaboración con el artista Alex Maalev, de tono sucio y realista) y la actual, ya mencionada, a cargo de Ed Brubaker y Michael Lark.

También muy próximo al género criminal (y también de la mano de Miller y Mazzuchelli) encontramos el destacadísimo “Batman: año uno”, que a la postre acercaría al hombre murciélago a nuestra sórdida realidad en un relato en el que el futuro comisario Jim Gordon se merendaba la mayor parte del magnífico pastel. Sin salirnos del universo de Batman, Brian Azzarello y Lee Bermejo han visto recientemente publicado en nuestro país su one-shot “Joker”, que propone una interesante (aunque excesivamente coyuntural) mirada en clave neo-noir al príncipe del crimen de Gotham City. El acabado gráfico, eso sí, es sublime.

Harry Potter y la madre que lo parió

De la última entrega de la saga cinematográfica de Harry Potter he oído de todo: desde que es la mejor de las seis existentes (la más madura, oscura y dramática: vamos, lo que se dice de cada nuevo capítulo en el momento de su estreno) hasta que es la peor con diferencia, además de una adaptación totalmente lamentable.


De esto último no puedo opinar. Nunca he leído un libro de Harry Potter y dudo mucho que vaya a hacerlo en breve (o nunca, ya puestos). J.K.Rowling es una escritora que no despierta mi interés y no me planteo dedicarle un montón de horas a la lectura de sus obras. Sí me resulta agradable, por el contrario, perderme en su mundo de ensaladas mitológicas y plagios no confesos durante un par de horitas (y lo que añada de descuento el árbitro) al año. Es decir, que no sólo no sé si “Harry Potter y el misterio del príncipe” (no sé por qué han eliminado lo de “mestizo” en la traducción española del título) es una buena o mala adaptación, sino que directamente me importa un bledo.

De lo que sí puedo opinar es de la propia película como lo que es: una película. Y como tal, ni me ha parecido buena (sigo creyendo que la más entretenida, sin ser tampoco nada del otro mundo, es “El cáliz de fuego”) ni tan nefasta como otros sostienen (la situaría un par de escaños, pero sólo un par, por encima de la aburrida, anodina e intrascendente “La orden del fénix”).

Hay en “El príncipe mestizo” (abrevio para no malgastar letras) muchos de los valores más o menos invariables de la saga: dirección más que correcta, buenos efectos especiales, una banda sonora adecuada y unos actores adultos siempre rindiendo al 100%. Persisten también casi todos sus defectos: actores juveniles mediocres, partes importantes del argumento que no quedan claras en la mente del espectador y exceso de metraje.

¿Podía “El príncipe mestizo” haberse quedado en dos horas en lugar de los pesados 153 minutos que dura? Diablos, sí. Si al abandonar la sala uno intenta recordar de qué iba la película, lo más probable es que se quede únicamente con la última media hora y no se acuerde demasiado bien de todo lo acontecido anteriormente. Teniendo en cuenta que los personajes y escenarios ya han sido convenientemente presentados hasta en cinco ocasiones antes de ésta, uno se pregunta si los guionistas no deberían haber ido directamente al grano desde el principio y darle al público una peli mucho más compacta y entretenida.

Tal y como también ocurrió en “La orden del fénix”, esta nueva entrega de Harry Potter es perfectamente prescindible dentro de la trama global de la saga salvo por un par de datos concretos que bien podría haberme contado cualquiera que hubiera leído la novela (y así un servidor se ahorraba los dinerillos, que es bien sabido que últimamente no aparecen debajo de las piedras). No deja de tener su gracia ver a una panda de patéticos adolescentes con las hormonas en ebullición buscando siempre una excusa para darse el lote en los pasillos del instituto, pero lo cierto es que cuando uno paga una entrada de cine para una peli con las palabras “Harry” y “Potter” en el título, lo más seguro es que vaya buscando dragones, trolls, arañas gigantes (¡vivas!) y vistosos combates de magia. Al menos yo es lo que espero de un blockbuster fantástico con un presupuesto desorbitado (Peter Jackson: cómo te echo de menos, joder).



Tampoco tengo muy claro que esta sexta entrega vaya a satisfacer a los más pequeños: es larga, tiene poca acción y no expone claramente sus enigmas y consiguientes resoluciones. Al final uno no queda muy convencido de la explicación que se da al supuesto “misterio del príncipe mestizo” (¿por qué príncipe y por qué mestizo?), ni a la arbitrariedad o ilógica de muchas de las decisiones que los personajes toman a lo largo de la historia... Subsiste la sensación de que todo el andamiaje argumental en que se sustenta la saga es muy lineal y endeble, y que la única forma de hacerlo mínimamente interesante es con esos “momentos Dumbledore” en que el director de Hogwarts (o cualquier otro personaje, no hace falta que sea Dumbledore quien protagonice un momento de estos para que en efecto sea un “momento Dumbledore”) viene a decir algo como: “podría explicarte lo que pasa ahora mismo y nos ahorraríamos dos películas y media, Harry, pero prefiero no hacerlo porque... bueno, porque... ¡qué demonios!, perdería toda la puta gracia, ¿no?”.

Y lo que yo me pregunto es si no será, simplemente, que la historia de Harry Potter tenía gracia suficiente como para rodar sólo dos o tres películas, pero seis (¡u ocho, madre mía!) es algo para lo que ninguna narración cinematográfica está preparada.

Y si no, cojones, hagan una serie de TV y quédense a gusto.

martes, julio 14, 2009

10 canciones que me gustan de 10 grupos o artistas a los que no puedo ni ver

Hasta un reloj parado acierta la hora dos veces al día.

Quizás sea eso (un inesperado e irrepetible arrebato de talento) o quizás que hay canciones con un componente vírico ineludible que te obliga a tararearlas durante horas y horas hasta que, sin apenas darte cuenta, les has cogido el gustillo (para tu sorpresa y espanto). Obviamente no piensas alardear de lo mucho que te gustan (uno tiene un prestigio ganado a pulso a lo largo de los años) pero lo cierto es que en el fondo de tu ser sabes que estos “placeres culpables” están ahí y no hay nada que puedas hacer para evitarlo.

Seguro que hay muchas más pero, así a bote pronto, éstas son las que me han salido: 10 canciones que me gustan de 10 grupos o artistas a los que no puedo ni ver:

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y… (por mucho que me duela reconocerlo) … 10

Mis dibujantes favoritos 6: Craig Thompson


Con tan sólo tres obras publicadas en nuestro país (“Adiós, Chunky Rice”, “Blankets” y “Cuaderno de viaje”) y un puñado de páginas sueltas en publicaciones antológicas (“Bizarro Comics”, “Little Nemo 1905-2005: Un siglo de sueños”), Craig Thompson consiguió colarse en mi vida de forma repentina y fulgurante. De narrativa poderosísima y trazo expresivo, sus historias de amores cotidianos y jóvenes desubicados consiguen sacar a la luz mi faceta más romántica, ñoña y melancólica. Quizás es que me siento profundamente representado por sus personajes protagonistas (que o bien son el propio Thompson o bien un trasunto animalizado de sí mismo) y sus traumas (ese primer amor que condiciona todas las relaciones posteriores); o quizás es que su dibujo transmite tal cantidad de agridulces emociones que me resulta imposible despegar los ojos de cualquiera de sus tebeos desde que lo abro hasta que llego a la última página.





Desde 2004 trabaja en una nueva y ambiciosa obra titulada “Habibi”, de ambientación heredada de “Las 1.001 noches”. Servidor no podría estar más impaciente por echarle el guante, aunque quién sabe cuándo verá finalmente la luz…

El koala, el lémur y los Héroes del Zodiaco

Hola a todos. Me llamo Jero y soy un pagafantas.

Ésa es la conclusión a la que he llegado después de ver la película dirigida por Borja Cobeaga y protagonizada por un impagable Gorka Otxoa.


El argumento de la cinta se centra en las humillantes desventuras de un pringado (no se me ocurre otra palabra para definirlo, aparte de ésta y la que da nombre a la peli) enamorado de una guapísima e hiperactiva muchacha argentina (interpretada por Sabrina Garcierena) que lo quiere -ay- como a un hermano.

Se trata, por supuestísimo, de una comedia marcadamente cañí (y bastante muchachera); lo cual no significa, sin embargo, que en ningún momento pierda la compostura, la clase y un elegante sentido del humor. Abreviando: esto no es “Torrente” ni “Isi/Disi”, ni falta que hace. “Pagafantas” no busca la escatología ni el humor grueso, sino la risa que surge de aquello tan patético que casi podría confundirse con ternura si no fuera porque, carajo, es muuuuy patético.


La película está dirigida con solvencia (sin pasarse), interpretada con oficio (salvo el mencionado Otxoa y Óscar Ladoire, que están espléndidos) y contiene algunos gags y expresiones que desde ya forman parte de mi vocabulario cotidiano. Además, se marca unas risas muy sanas a costa de mi admirado Bunbury y, lo que es más importante, es traumáticamente real.

Porque uno no debe olvidar que todas las situaciones que presenta la película, por improbables que parezcan, provienen de las propias experiencias de sus responsables. Experiencias que muchos hemos compartido, quizás con variantes que las minimizan o agravan, pero obviamente basadas en los mismos patrones. ¿A quién no le han hecho alguna vez “la cobra” o “el abrazo del koala”? ¿Quién no ha tenido su noche de “lémur”? Yo, desde luego, he vivido unas cuantas.

Pero, como decía al principio, servidor es un pagafantas. De tomo y lomo. Canónico, ejemplar, puro y destilado. Por eso Chema, el personaje de Otxoa, me resulta tan insoportable y adorable a partes iguales. Porque contiene cosas que no soporto de mí mismo y otras tantas que me hacen ser lo que soy y que no puedo menos que adorar. Al menos ahora que lo he visto en carnes ajenas tardaré una buena temporada en volver a caer en los tópicos más ridículos del pagafantismo. O quizás eso es lo que me digo a mí mismo como buen pagafantas encasillado que quiere escapar de su rol y no sabe cómo lograrlo…


Concluyendo: si quieren pasar un rato divertido de desconexión y risas a tutiplén, “Pagafantas” es una opción excelente. Si lo que buscan es algo tipo “La vida de Brian”, “Una noche en la ópera” o “Annie Hall”, mejor quédense en casa sacándole brillo al DVD. Yo, por mi parte, he obtenido exactamente lo que iba buscando y me he quedado totalmente satisfecho.

Abecedario personal: U de Übermensch

“No es vuestro pecado, sino vuestra moderación lo que clama al cielo; vuestra mezquindad hasta pecando es lo que clama al cielo. ¿Dónde está el rayo cuya lengua os ha de lamer? ¿Dónde está la locura que habría que inyectaros? Yo os muestro al superhombre: ¡él es ese rayo y esa locura!”


Fue con estas palabras que Nietzsche bautizó, sin saberlo y desde luego sin pretenderlo, a todo un género dentro del noveno arte, pues de su “Así habló Zaratustra” surgió la denominación del primer súper-héroe, allá por 1939: el “Superman” de Jerry Siegel y Joe Shuster. 50 años después Alan Moore daría crédito a la célebre cita de Nietzsche parafraseándola en el prólogo de su superlativo “Miracleman”, y recientemente Grant Morrison hizo lo propio en las páginas de “All-Star Superman”, en una de esas cabriolas metalingüísticas que tanto gustan al guionista escocés.


La contribución inconsciente de Nietzsche al imaginario del universo viñetístico es incuestionable, pues podría afirmarse sin tapujos que el de los super-héroes es el único género del comic que se gestó dentro de dicho arte, sin ser heredado de ningún otro (miento: proviene de los seriales radiofónicos de los años 30, pero ciertamente fue en el comic y sólo en el comic donde se definieron sus reglas y principios básicos). Poco o nada importa que el controvertido filósofo alemán no se refiriese con su “übermensch” a una criatura con poderes y habilidades físicas superiores a las del simple mortal; gente capaz de volar más rápido que una bala o cambiar con sus manos el curso de los ríos. Al final, lo importante es que el prefijo “súper” (ése “über” del alemán) se vio inevitablemente asociado con un nuevo tipo de historias y de personajes, torpemente infantiles en su origen, que hoy en día copan las listas de recaudación en el box office cinematográfico y que cuentan con video-juegos, carpetas, camisetas, figuras articuladas y toda clase de parafernalia mercantilista que uno pueda imaginarse.


Los super-hombres entraron en mi vida gracias a “Superman”, la película de Richard Donner que supuso un hito fundamental (y fundacional) en lo que habría de ser el resto de mi existencia. La descubrí con (calculo) dos años y pico, siendo la segunda película que recuerdo haber visto jamás (la primera, ya lo mencioné en El Abismo un par de veces, fue “La historia interminable” de Wolfgang Petersen). Me impresionó tantísimo que, estando en el parvulario, todos los días obligaba a mi madre a vestirme el uniforme azul, amarillo y rojo de Superman por debajo del mandilón, aquella prenda de ropa que todos los pequeñajos estábamos obligados a ponernos y que yo llevaba del revés para poder desabrochar los botones por delante y así orgullosamente mostrar la gran S en mi pecho. Según supe un tiempo después, las profesoras pidieron amablemente a mi madre que dejase de ponerme el uniforme de Superman en horas escolares, preocupadas por la progresiva aparición de otros super-héroes en las aulas: al parecer mis compañeros empezaron a llevar también disfraces de justicieros al colegio (aquí Batman, allí Spider-man), consiguiendo que más que una clase de parvulitos aquello pareciese un mega-crossover a lo “Crisis en Tierras Infinitas”.


A partir de entonces ya nunca pude olvidar a Superman. Aún hoy sigue siendo mi super-héroe favorito, por mucho que DC Comics se empeñe constantemente en arruinar el concepto original con historias estúpidas y generalmente dibujadas de forma mediocre.

Por suerte, el mundo de los super-héroes es basto y, si bien no manda la calidad, la ingente cantidad de publicaciones garantiza al menos un par de buenas lecturas cada cierto tiempo. Hay, claro, un sinfín de dibujantes y guionistas produciendo mierda ininterrumpidamente para que las editoriales inunden un mercado sustentado en un público dispuesto a seguir hasta la desesperación a sus héroes favoritos, se haga lo que se haga con ellos (caso de “Spider-man” o los “X-Men”, maltratados de forma intermitente pero sistemática por sus responsables). Pero también ha habido y continúa habiendo guionistas inteligentes como Dennis O’Neal, Alan Moore, Grant Morrison, Frank Miller (al menos hasta mediados de los 90), Peter David, Kurt Busiek, Warren Ellis o Mark Millar, y dibujantes de gran prestigio como Jack Kirby, Neal Adams, Dave Mazzuchelli, Steve Rude, Alan Davis, Frank Quitely, John Cassaday o J.H.Williams III que han aportado un toque mágico y distinto a sus historias, consiguiendo que los super-héroes no sean algo tonto incluso cuando caen en sus tópicos más recalcitrantes (todos sabemos que Superman, Batman o Daredevil acabarán por salvar el día; lo importante es lo divertido y estimulante que sean el cuándo, el dónde y, sobre todo, el cómo).


Además, los postulados en que se articula el género son tan mutables que permiten una hibridación muy enriquecedora con otro tipo de historias como la space opera (fundamental en títulos como “Silver Surfer” o “Nexus”), la serie negra (ahí tenemos “Powers”, “Gotham Central” o “Alias”), las artes marciales (“Shang-Chi”, “El inmortal Puño de Hierro”), las historias de espías (“Sleeper”), el género de terror (“La Cosa del Pantano”) e incluso otros más improbables como la política-ficción (“Ex Machina”), las sit-coms (la mítica “Liga de la Justicia” de DeMatteis, Giffen y Maguire) o ese didáctico tratado sobre magia que es la “Promethea” de Alan Moore.

Hay muchos gafapastas (entre los que Plasta no se incluye) que desprecian el género super-heroico por sus supuestos infantilismo, militarismo/fascismo e incapacidad para abordar ideas (digamos) elevadas. También hay mucho friki que, del inmenso abanico de posibilidades que ofrece el noveno arte, se queda únicamente en el reducto de los mazas en pijama y desdeña otro tipo de historias. A ambos convendría decirles que no existen géneros mejores ni peores, sino maneras más o menos acertadas de abordarlos, y que tebeos buenos y malos los hay en Marvel y en DC (editados en España por Panini y Planeta, respectivamente), y también en los catálogos de Astiberri, La Cúpula o Glénat.
Guste o no al gafapasta, lo que está claro es que los super-héroes permanecerán mucho tiempo entre nosotros y, mal que le pese a los Skrulls, cada vez con más preeminencia.

Mientras Nietzsche se revuelve en su tumba, la lycra manda.

jueves, julio 02, 2009

Los pecados de Eva

Es una de las personas más buenas, inteligentes, intuitivas, simpáticas y hermosas (en todas las posibles acepciones de la palabra) que conozco, y tengo el privilegio de poder contarme entre sus amigos más cercanos. Le debo mil veces la vida, más de un millón de sonrisas y al menos un centenar de helados en la Alameda de Santiago.

Se llama Eva y estrena blog: disfrutadlo.

Pornografía de destrucción masiva


Hace dos años (semana arriba, semana abajo) escribí la que es, posiblemente, la mejor reseña de cine que he publicado nunca en El Abismo (al menos en mi nada modesta pero siempre discutible opinión). Fue con motivo del estreno de “Transformers”, uno de esos blockbusters que la crítica especializada detesta y que el público menos exigente (niños menores de 12 años, discapacitados mentales y aficionados al tunning) adora sin remisión. Yo adoro esa película, por cierto, aunque sé que es una mierda. Volví a verla la semana pasada en DVD (tengo la edición más grande y con más extras que se lanzó al mercado, como debe ser) y he podido confirmar ambas cosas: sigue siendo una mierda y yo sigo adorándola.

Antes de que nadie se me eche a la yugular acusándome de tener poca vergüenza por defender una película como “Transformers” después de haber criticado duramente otros taquillazos veraniegos como “X-Men Orígenes: Lobezno” o “Star Trek”, hay algo que es preciso dejar muy claro: YO AMO A OPTIMUS PRIME. Lo amo desde los cinco años, cuando un capítulo de la serie animada de “Transformers” y un bocata de pan con nocilla eran para mí sinónimo de “paraíso”.

Os propongo un ejercicio mental: imaginaros la peor película que hayáis visto nunca (sí, posiblemente la protagonice Sandra Bullock). Yo tengo memoria de pez así que me voy a quedar con la última realmente soporífera que he intentado ver (digo “intentado” porque sólo aguanté 45 minutos delante de la pantalla): “Caótica Ana”. Pues bien: si “Caótica Ana” estuviese protagonizada por Optimus Prime, seguramente el menda la hubiera visto un par de veces (o tres) en cine; cuando saliera a la venta me la hubiese comprado en Blue-Ray, en las tres ediciones en DVD (ya sabéis: sin extras, con extras y en edición limitada con posa-vasos con la cara de Bumblebee y un peluche de Megan Fox para que puedas ir por ahí diciendo que te acuestas con ella) y luego además me la hubiese descargado en DVDrip para tenerla siempre en el pendrive y llevármela a todos lados conmigo (e incluso en una funda plástica impermeable para poder ducharme con ella cerca). Tal es mi amor por Optimus.


Aclarado esto, prosigo:

Hace unos días se estrenó la secuela de “Transformers”, sin número 2 pero con un subtítulo tan convencionalmente comercial como “La venganza de los caídos” (que además está mal traducido, pues siendo rigurosos debiera ser “La venganza del Caído”… y doble capón para los traductores por referirse al susodicho “Caído” como “The Fallen” durante toda la película). Dirige de nuevo el video-clipero, racista, megalomaníaco y ultra-militarista Michael Bay y le sale, claro, otra peli video-clipera, racista, megalomaníaca y ultra-militarista. Pero eso no debiera sorprender a nadie. De hecho yo hasta me alegro, teniendo en cuenta que la primera ya compartía todos esos atributos y me tuvo morcillote durante sus 140 minutos de duración.

A los que les gustó la primera “Transformers” ésta también les va a encantar. Podría decirse que es peor película si los términos “mejor” y “peor” pudiesen aplicarse a esta megamillonaria saga de pornografía robótica. Sí vienen a cuento, por otro lado, expresiones como “más grande”, “más estrepitosa”, “más vertiginosa”, “más hipertrofiada”… y así ad nauseam (tomad nota, bloggers en prácticas: latinajos como “ad nauseam” favorecen que el lector se tome en serio algo tan irrisorio como una crítica positiva de “Transformers: la venganza de los caídos”).


A los que la primera “Transformers” les produjo sarpullido, ésta les provocará un sarcoma del tamaño de una sandía. A ésos les digo: por favor, no vayáis al cine a verla (y así además me ahorro el leer vuestras críticas poco constructivas en Filmaffinity).

Si esto fuera una reseña cinéfila al uso, ahora vendría el párrafo en el que explico un poco de qué va la peli, qué actores intervienen y lo bien o mal que lo hace cada uno. Pero, como venía diciendo, esto es “Transformers”, así que basta con saber que la cosa va de robots que se pegan hostias y humanos que corretean por ahí diciendo cosas que no importan y sin las cuales la película sería exactamente igual de satisfactoria.

Total, que “La venganza de los caídos” es una de las películas más excesivas, hiperbólicas, desmadradas y gratuitas en todas sus facetas que servidor pueda recordar, con unos últimos 45 minutos que son, simple y llanamente, una sucesión de explosiones sin sentido sazonada con imágenes CGI al más puro estilo “Final Fantasy” (el video-juego, no la aburridísima película) y descartes de un publirreportaje de las fuerzas armadas estadounidenses. Creedme si os digo que a su lado “Terminator: Salvation” parece cine Dogma.


Y me ha gustado. Que digo gustado; me lo he pasado como un enano. Supongo que no podéis entender la clave de semejante fenómeno paranormal sin haber vivido 25 años, 11 meses y 5 días en mis carnes.

Aún así os dare una pista: empieza por “Optimus…” y acaba por “…Prime”.


UNA DISCULPA NECESARIA

Igual que las películas en las que salen animales aclaran en sus créditos finales que ninguno de ellos ha sufrido daños durante el rodaje, yo quiero aprovechar para pedir perdón por el humor negro esgrimido en esta entrada. Nunca he pretendido reírme a costa de los niños menores de 12 años o de los discapacitados mentales.