sábado, febrero 28, 2009

La tramposa entrada sin título (al menos por ahora)

Advertencia:

Querido lector: a continuación viene un considerable tocho de texto (totalmente libre de spoilers) dedicado a “Watchmen”, el comic en el que se basa la película que se estrena en cines el próximo 6 de marzo. Sé que las entradas etiquetadas como “comic” son las menos leídas de este blog, así que probablemente ya hayas pasado olímpicamente de esto que ahora mismo estoy escribiendo. Pero si tienes algo de paciencia y prosigues con su lectura, puede que descubras un par de datos curiosos sobre mí, sobre mi vida sexual, sobre mi gato y sobre este blog que un servidor actualiza siempre que buenamente puede.

Y ahora, sin más dilación, te dejo con esta entrada renombrada para la ocasión…


…Watchmen: el comic

Leí por primera vez “Watchmen” la semana en que cumplí 16 años. Yo estaba pasando unos días en Madrid en casa de mis tíos cuando Mon, mi primo mayor, me descubrió un mundo de viñetas a años luz de mis lecturas habituales por aquel entonces (que incluían un montón de olvidables series manga y tebeos de super-héroes dibujados por los execrables Jim Lee, Todd McFarlane o Rob Liefield). Gracias a Mon, en el lapso que va de un domingo al siguiente descubrí obras que me marcarían tanto como “The Sandman”, “Predicador” o el primer “Sin City” (ése que ahora se hace llamar “El duro adiós” y que es la única historia de la colección que realmente merece la pena). Fue, a todos los efectos, mi epifanía como lector de comics.



De entre todas aquellas maravillosas lecturas la que más me impresionó fue, sin duda, “Watchmen”. Pese a que el dibujo no me parecía especialmente “cool” (recordemos que hasta aquel momento yo era un fiel seguidor de series como “Spawn” o los primeros “WildC.A.T.s”), el tratamiento de la historia, los personajes, el contexto político, los diálogos… todo lo relativo al guión, en resumidas cuentas, me dejó en auténtico estado de shock. En aquel primer momento no pude apreciar las excelencias formales y estructurales de la narración pero, en el más básico de sus muchos niveles de lectura, “Watchmen” me marcó a fuego.

Desde entonces, como ya he dicho antes, han pasado 10 años en los que he seguido descubriendo autores, títulos y géneros que han ido destruyendo poco a poco mis prejuicios hacia obras aparentemente menos accesibles para el gran público, demostrándome que las capacidades del comic como medio de expresión artística son infinitas, al nivel del cine o la literatura (y superándolos en algunos aspectos).

Pero “Watchmen” ha seguido siendo no sólo mi tebeo favorito, sino también mi obra de ficción predilecta en cualquier medio. No estoy diciendo, ojo, que “Watchmen” sea el mejor comic de todos los tiempos. Es mi favorito, el que más me gusta a mí, al que más cariño le tengo; punto.


Por eso, entre otras cosas, siempre me he sentido reacio hacia su adaptación cinematográfica. Salvo milagro (y Zack Snyder no es Jesucristo, puedes jurarlo), la película que se estrena dentro de unos días supondrá un nuevo ejemplo de cómo la industria cinematográfica, herida de gravedad en cuanto a su capacidad para generar historias originales, tira del éxito fácil que han supuesto las recientes adaptaciones de tebeos de super-héroes a la gran pantalla e intenta anotarse el tanto comercial definitivo trasladando al celuloide la que se supone “vaca sagrada” del género. El error (el más abultado de todos los que esta traslación supone) es que “Watchmen” no es un tebeo de super-héroes.

“Watchmen” es, ante todo, un intento por llevar a los justicieros enmascarados a un terreno que hasta entonces no habían conocido, el de la plenitud formal. Es la gran apuesta de Alan Moore y Dave Gibbons por una historia que se valiese de unas claves genéricas aparentemente limitadas para competir en igualdad de condiciones con cualquier obra maestra del arte del siglo XX. Pero, para poder llevar a cabo este titánico cometido, Moore y Gibbons debieron en su momento tomar una decisión trascendental: aproximarse al género desde fuera del género.

“Watchmen” no es un comic DE super-héroes sino un comic CON super-héroes. Súper-héroes, por cierto, tan plagados de vicios y defectos como lo estuvieron en su día los dioses del panteón greco-romano. Súper-héroes a los que reconocemos como tales únicamente por sus uniformes, pues sus actitudes reflejan peligrosos estados de psicosis y paranoia (Rorschach), convicciones maquiavélicas (Ozymandias) o la amoralidad en su estado más puro (el Comediante). “Watchmen” es, en definitiva, un drama filosófico que disecciona el concepto del súper-héroe sin adscribirse más que aparentemente al género.



Mientras las agujas del reloj del juicio final avanzan inexorablemente hacia la medianoche, Alan Moore propone con su guión una reflexión sobre la dualidad entre la razón metafísica y el azar más descorazonador, la invalidez del conocimiento científico frente a las vicisitudes de los sentimientos, el valor de la vida como milagro termodinámico o la condición eternamente beligerante del ser humano.

Con todo, no es éste el auténtico gran avance que “Watchmen” supone como tebeo (aparentemente) súper-heroico. Si en el fondo se trata de una obra sobresaliente, en la forma se erige como el comic protagonizado por “cachas empijamados” más revolucionario de todos los tiempos. La estructura de “Watchmen” es complejísima: está dividido en 12 capítulos en clara alusión a las 12 horas del ya mentado reloj del Apocalipsis, los cuales suman 360 páginas, trazando una circunferencia perfecta (quien tenga la serie a mano, que le eche un ojo a la primera viñeta del número 1 y a la última del 12). Cada uno de esos 12 capítulos responde a una sub-estructura propia; como el número 5, que propone un intrincado juego de espejos dentro y fuera de la narración (la planificación temática y visual de las 14 primeras páginas se corresponde con la de las 14 últimas, haciendo referencia al título del episodio, “Terrible simetría”); o el 7, “Hermano de dragones”, narrado en un falseado tiempo real como si se tratase de una sola escena; o el 4, que utiliza de forma intensiva (y razonada) el recurso del flash-back y flash-forward para darnos a entender la particular percepción temporal del Dr. Manhattan; y así con todos y cada uno de ellos. Cada número de “Watchmen” hace uso de una infinidad de recursos narrativos combinados con una inteligencia y capacidad de comprensión del medio que consigue que, con cada nueva relectura de la obra, servidor descubra algo que se le había pasado por alto en todas las ocasiones precedentes (en ésta última revisión, previa a la escritura de esta entrada, descubrí entre otras cosas la estructura narrativa oculta en las viñetas 2, 4 y 6 de la página 4 o la relación entre la disposición de las viñetas de las págs. 1 y 26; todo ello solamente en el primer capítulo). Mención especial merece la integración entre texto y dibujo, alcanzando niveles de perfeccionismo delirantes, que harían sonrojarse a casi cualquiera de los supuestos guionistas “hot” que hoy en día nutren el mainstream americano.


En la contraportada de la edición de “Watchmen” que poseo íntegramente (la de Norma Editorial del año 2000; nunca conseguí encontrar los 3 últimos números de la primera edición española de Zinco en cuadernillos grapados), una cita de la revista “Q” proclama que nos encontramos ante “el comic más avanzado de la historia, eleva este medio de simple entretenimiento a la categoría de obra de arte”, mientras que otra de “Time Out” la califica como “la primera serie en más de 30 años que asume que la gente sigue leyendo comics cuando deja atrás la adolescencia”. Estas citas por sí solas no son más que chorradas (se nota que las escribió gente que no tiene ni puta idea de quiénes son o eran Will Eisner, Hugo Pratt, Milo Manara, Osamu Tezuka o Moebius), pero no dejan de tener cierto valor entendidas en el contexto en el que “Watchmen” se editó por primera vez en EE.UU. en 1986.

El problema, creo, es que la industria asumió su publicación como un antes y un después dentro del comic de super-héroes, sin darse cuenta de que sólo existió el antes. “Watchmen”, al igual que hizo Nietzsche con Dios o el vídeo-clip con la estrella de la radio, mató al super-hombre y lo dejó bien muerto. Alan Moore declaró en alguna entrevista que en el momento de dar a luz esta obra creía que conseguiría cambiar la perspectiva con que los autores abordarían el género super-heroico de allí en adelante. Y así sucedió, pero no de la forma en que Moore suponía. Cegados por la moralidad ambigua y la violencia (tanto física como psicológica) de que hacían gala los supuestos héroes de “Watchmen” (y también el Batman de “El regreso del señor de la noche” de Frank Miller), toda una generación de guionistas y dibujantes se alió para convertir a los super-héroes en gentuza violenta con un carro de traumas, dando lugar a anti-héroes torturadores y torturados como el Spawn de McFarlane (que antes mencionaba) o unos Punisher o Lobezno más desmadrados que nunca. No obstante, la precisión formal de “Watchmen” debió pasar desapercibida para estos mismos autores sedientos de sangre y sexo que no supieron entender los verdaderos valores de la obra de Moore y Gibbons.


Y ahora: ¿qué podemos esperar de “Watchmen”, la película? Se sabe que será una adaptación bastante fiel al comic, obviando algunas sub-tramas (el comic que lee uno de los personajes secundarios de la historia, “Cuentos del navío negro”, será en breve editado en DVD como cinta de animación, junto a un documental que viene a cubrir el hueco de los extractos literarios que se incluían al final de cada capítulo) y cambiando algunos detalles del final (o eso han asegurado numerosas fuentes), aunque presumiblemente no su significado. Pero lo que está claro es que no podrá respetarse la caligrafía del comic, porque el cine y el tebeo son dos medios artísticos con resortes narrativos distintos y lo que vale para uno es inviable para el otro (como ya se demostró en el “Sin City” de Robert Rodríguez). Temo que en “Watchmen” esta inadaptabilidad juegue drásticamente en contra de una película que, ya sólo a tenor de las decisiones estéticas vistas en los trailers (cámaras lentas a tutiplén, escenas de acción hiper-mega-guachis de la muerte), perderá de forma inevitable el marcado tono desmitificador y casi ridiculizante con que abordaba a los personajes su perfecta versión viñetera.

Buena pregunta ésa que puede que te estés haciendo mentalmente: “Si ya piensas eso ahora, Jero, ¿para qué carajo quieres ir a verla al cine?” Y aún así, iré. Y dejaré constancia de ello aquí, en el Abismo. Y, si me gusta, me tragaré todas y cada una de mis palabras. Y, si así sucede, me alegraré de tragármelas.


Ah, lo prometido es deuda: el capítulo 6 de “Watchmen”, dedicado casi íntegramente a Rorschach (personaje del que toma su nombre mi gato –aunque finalmente decidimos abreviarlo a un mucho más cómodo Ros-) se titula “El abismo te devuelve la mirada”. Así pues, de “Watchmen” (y no de la obra de Nietzsche “Más allá del bien y del mal” donde esa frase fue enunciada por vez primera) sustrajo un servidor el nombre de este blog que ahora lees.
Oh, y lo de mi vida sexual era mentira, un burdo reclamo publicitario. Pero si has leído toda la entrada significará que ha funcionado (igual que funciona a diario en “Dolce vita” o “Donde estás corazón”). Me alegro, pero no por ti.

3 comentarios:

marguis dijo...

¿Qué puedo decirte?
Si un artículo va de Watchmen, lo leo, no me hacen falta engaños, ja, ja...
Como buena amante del cómic, y aunque no leo todo el que quisiera (ya lo dice mi padre, "los libros de ciencia ficción te tienen sorbido el seso"), sí tengo mis obras magnas favoritas... Frank Miller, Of course, Neil Gaiman... y Alan Moore... todos estos autores los empecé a leer hace relativamente poco... porque con 15-16-17 años me merendaba a los mutantes (Patrullas, Excalibures varios) hasta que de repente dejé de leerlos... supongo que empecé en la universidad, conocí a mucha gente loca por la ciencia ficción como yo, y empecé a leer libros compulsivamente (todavía lo hago ahora).
Así que depués de 10 años, me dije, me apetece leer cómics, ¿a qué me voy a enganchar que no sea un culebrón interminable?
Y ahí estaban, esperándome, Sandman, Sin City (el primero de todos), Ronin, V de Vendetta... los de Martha Washintong (personalmente favorita) y Watchmen...
Tengo un miedo enorme con la peli, la voy a ir a ver esto esta claro, ya he organizado la quedada "friki" con mi pandilla... pero, será tan fiel como dicen, será demasiado fiel... hay cosas que en cómic quedan geniales y luego en la gran pantalla son un asco (por ejemplo: algunos diálogos de Sin City)
Luego haré lo mismo que tú, una entrada donde vuelque todas mis esperanzas rotas... o eleve la peli hacia el olimpo de las pelis... en los que da la casualidad de que los protagonistas son super-héroes, aunque eso no es lo importante...

Fantástica entrada.
Crucemos los dedos...

PD: me enrollado como una persiana... y creo que voy a utilizar este comentario en alguna de mis entradas!!!

Anónimo dijo...

Je,je, aún es pronto, pues hoy ha caido en mis manos. Al final, el todo poderoso hermano mayor, tuvo que doblegarse, le picó el gusanillo y se hizo con un ejemplar, el cual ya me he agenciado, así que cuando termine de escribir me pondré rauda a leerlo. Luego, me sumaré a las críticas o a los elogios, en lo que tengo poca fe es en la película, supongo que ya no la miré con buenos ojos (y eso sin leermelo, asi que tras la lectura eso puede ser apoteósico).
Ah, en breve visitaré Santiago, asi que espero un café.
Bikos.

Jero Piñeiro dijo...

Marguis: yo llevo leyendo comics desde que leo. No creo que lo deje nunca, aunque lo cierto es que resulta muy positivo compaginarlo con la literatura, cuyos valores estéticos son diferentes aunque cercanos. Una buena lectura, ya sea en comic o en novela/teatro/ensayo/poesía, siempre es un placer... Igual otro día escribo algo sobre mi segunda epifanía, cuando me adentré en el terreno del comic europeo. Es un tema que da para tanto...

Quela: espero que el tebeo te guste. La película ya será otro cantar (la he visto ayer y aún estoy preparándome psicológicamente para hacer una reseña en condiciones, jejeje). Cuando vengas por Santiago avisa (aunque yo paso de café, soy más de refresco...). Bicos ;)