viernes, junio 20, 2008

Renovación o muerte (y todos sus amigos)

"(...)
God is in the houses and god is in my head
And all the cemeteries in London
I see god come in my garden but I don’t know what he said
For my heart it wasn’t open
Not open

Singing la la la la la la ehh
And the night over London hey

Singing la la la la la la eh
There’s no light over London today"




[Coldplay es una gran banda, de ésas que ya tienen a una legión de críticos, detractores y fans desencantados deseando acribillar cada nuevo trabajo el mismo día en que sale al mercado, un poco como les ocurre a Radiohead, U2 o Metallica (estos últimos, me temo, merecidamente). Pero lo cierto es que, aunque haya muchas sorpresas en el renovado/redirigido sonido del grupo, “Viva la vida or death and all his friends” es un muy buen disco. No entraré a valorar si es mejor o peor que los precedentes (temas como “Yellow”, “Trouble”, “The scientist” o “Clocks” se han convertido, menos de una década después, en referentes para toda una generación de melómanos). Es, seguro, distinto. Se nota mucho la mano de Brian Eno en la producción y la voz de Chris Martin suena más a Bono que nunca, lo cual no es necesariamente malo. También hay ecos de Peter Gabriel, My Bloody Valentine, Sigur Ros o Arcade Fire. El disco alterna momentos brillantes en temas como “Violet Hill” (la más cercana al anterior trabajo de los británicos, “X&Y”), “Viva la vida” (un tema mágico, con esas cuerdas, esa percusión…), “Lost!” (de la que existe una estupenda versión acústica, desgraciadamente no incluida en el álbum) o “Cemeteries of London” (de donde proceden los versos que abren esta entrada y que tiene un ritmo y un estribillo que atrapan sin remedio) con otros más discutibles como la segunda parte de “Yes” o el tercer movimiento de “42” (que se me antoja demasiado desenfadado respecto al resto de la canción). Aún así, llevo desde el lunes escuchando “Viva la vida or death and all his friends” en bucles de 8 horas al día (a la noche, mejor dicho) y mi opinión del disco no hace sino mejorar…]

sábado, junio 14, 2008

Abecedario personal: L de Lost

Supongo que creo en los flechazos. De hecho, en varias ocasiones con sólo un primer vistazo ya supe que aquello acabaría en amor. Recuerdo que me pasó en el primer día de instituto y me pasé los 4 años siguientes prendado de la dama en cuestión. Me pasó justo antes de empezar la carrera, y el asunto también trajo cola hasta muchos años después (y además con réplicas, como los terremotos). Una vez más, viví un auténtico flechazo en los jardines de Dolmabahçe, en pleno corazón de Constantinopla, pero la distancia se impuso y hoy no quedan de aquello más que unas sonrisas fotografiadas y 8 cartas en un cajón. Y me ocurrió, claro está, con “Lost”.

Siendo estrictos, yo ya conocía “Lost” antes de enamorarme de ella perdidamente (atención, astuto lector, al intencionado juego de palabras). Mientras preparaba el teórico del carnet de conducir, mi hermano vio algunos capítulos sueltos cuando la empezó a emitir TVE y me dijo que aquello tenía muy buena pinta. Yo, más preocupado por mi futuro automovilístico, eché un vistazo a la pantalla, vi a unos fulanos corriendo por la selva y luego, con el más absoluto de los desprecios, seguí haciendo tests sobre límites de velocidad y tonelajes de camiones.

Un año después, no recuerdo exactamente por qué razón (juraría que fue por las efusivas recomendaciones de algunos colegas de Pontevedra), mi hermano y yo decidimos adquirir “vía equina” la primera temporada completa, para verla de un tirón y descubrir si aquella serie era tanta cosa como por ahí se decía.

Fue entonces cuando vi mi primer episodio completo de “Lost” (el piloto, obviamente). Y fue entonces, claro, cuando se produjo el flechazo.

Durante el mes siguiente, mi hermano y yo comimos y cenamos a diario con Jack, Kate, Sawyer, Locke y compañía, y a la primera temporada le siguió, inmediatamente después, la segunda. A ésta, tras una larga y desquiciante espera, le sucedió la espectacular tercera temporada. Recientemente he podido ver la cuarta, también del tirón, y el caso es que, como en las buenas relaciones de amor, el flechazo inicial ha dado paso a la confianza, el cariño, el respeto, la admiración y la fidelidad. Y no parece, por el momento, que la cosa vaya a decaer.


Para poner en situación a los despistados, el argumento es el siguiente: un vuelo comercial entre Sydney y Los Angeles sufre un accidente mientras sobrevuela el océano y cae sobre una isla aparentemente deshabitada. Los supervivientes, al comprobar que nadie va a venir a rescatarlos, deberán esforzarse por recuperar el control de sus vidas, mantener la cordura y sobrevivir a los misterios que aguardan en el interior de la frondosa selva que cubre su nuevo hogar. Y ya no digo más, que la cago…

De todo cuanto he visto en material televisivo (no soy precisamente un devorador de rayos catódicos, pero siempre me han gustado las series y estoy bastante al día en la materia, aunque inevitablemente se me escape alguna), “Lost” es, sin ningún género de dudas, mi serie favorita. Quizás no sea, en términos objetivos, mejor que “A dos metros bajo tierra” o “Los Soprano”, pero por cojonudas que sean éstas, “Lost” siempre me ha hecho disfrutar ese “poco más” que separa lo genial de lo divino.

En mi humilde opinión, “Lost” es redonda. Obviamente, estamos hablando de una serie todavía inconclusa (si las afirmaciones de sus creadores son ciertas, faltan por ver un par de temporadas más y se especula con una posible película como colofón final) y que, debido a su extensión, inevitablemente tendrá episodios mejores y episodios peores (que, no obstante, serían los mejores en otras series de supuesto prestigio e indudable éxito de audiencia), o subtramas que agraden más o menos al espectador dependiendo de sus simpatías hacia tal o cual personaje o de sus filias y fobias personales.

Pero hasta ahora, repito, “Lost” me parece redonda. Desde su estructura (cada capítulo está dedicado a uno de los personajes principales y contiene, además de la acción en tiempo presente, un flashback explicativo sobre el pasado del individuo en cuestión) hasta su impresionante fotografía, pasando por los inteligentes diálogos (que funcionan igualmente bien tanto en los momentos dramáticos como en los cómicos), la soberbia música de Michael Giacchino, el increíble trabajo de planificación argumental (no me cansaré de decirlo: los guionistas de “Lost” son lo más parecido a dioses del “cliffhanger” que existe) y las increíbles interpretaciones de todos los actores (dando un nivelazo impresionante y haciendo suyos a los personajes hasta tal punto que, desgraciadamente para los implicados, no creo que jamás puedan sacarse de encima el encasillamiento al que se verán sometidos una vez termine la serie), todo en “Lost” funciona como un reloj suizo, marcando siempre la hora correcta.

Por si eso fuera poco, algunas escenas concretas de la serie forman ya parte de los “greatest hits” de mi imaginario particular con la misma fuerza que otros momentos frikis memorables, como el discurso final de Roy Batty en “Blade Runner”, la pelea del número 15 de “Miracleman”, el diálogo Vader/Skywalker en la conclusión de “El Imperio Contraataca”, el número 16 de “The Authority” (posiblemente el tebeo que más veces me haya llevado al retrete –para leerlo, se entiende, no para limpiarme el culo con él-) o el éxtasis del oro de “El bueno, el feo y el malo”.

Concretamente, el final del cuarto episodio de la primera temporada (que siempre, siempre, siempre hace que se me ericen los pelillos de la nuca), los primeros minutos de la segunda temporada (porque me dejaron de piedra en su momento y aún sigo sintiendo un cosquilleo cuando pienso en ello), el final del episodio sexto de la tercera y, sobre todo, el capítulo 23 (y último) de la susodicha (para un servidor, posiblemente el mejor episodio de una serie en toda la historia de la televisión).


Y luego están los personajes. Todos ellos. Si tuviera que elegir solo a uno, sería incapaz de decidirme. Dependiendo del día, la hora y el pie con el que me levantase esa mañana, podría quedarme con Jack (el referente moral, el líder al que todos querríamos parecernos, pero sin dejar de ser tan humano como cualquiera), o con Sawyer (calavera y socarrón, irónico, divertido, pero con un lado oscuro siempre a flor de piel), o con Locke (el soñador, el idealista, el hombre de fe que a veces es necesario ser para no rendirse ante aquello que parece superarnos), o con Sayid (que perdió totalmente la inocencia y tiene demasiado de lo que arrepentirse, pero que sin embargo no abandona la esperanza de redimirse y, quizás, encontrar algún día la felicidad), o con Eko (su peor enemigo a su pesar, y uno de esos personajes más grandes que la vida), o con Juliet (ambigua, dura pero justa, sólida incluso a pesar de sus innumerables fisuras), o con Ben (de quien no diré mucho para no meter la pata, tan solo que lo admiro profundamente a pesar de no ser un personaje especialmente simpático), o con Kate (inestable, siempre huyendo de sí misma, incapaz de afrontar sus propias decisiones, pero al mismo tiempo llena de determinación y con un envidiable sentido de la lealtad), o con Hugo (adorable, simpático y bonachón, y con una inteligencia emocional, un conocimiento de las relaciones sociales y una capacidad de empatía sorprendentes)… y así podría continuar hasta citarlos a todos.

Porque, como habréis podido comprobar, “Lost” es mi serie. Si la has visto, probablemente ya sabrás lo mucho que pueden dar de sí estos 42 minutos semanales de ficción, aventuras e impredecibles giros argumentales. Y si no, dale una oportunidad al amor. Lo dijo Jesucristo, lo cantaron los Beatles y, aún entre mofas, lo corroboró Woody Allen en “Annie Hall”: el amor es la respuesta.

Nos vemos en la isla.

Esto es...




¡¡¡¡la entrada número 300!!!!


Pues sí. Hoy el Abismo cumple 300 entradas y desde aquí dedico una reverencia a todos aquellos que en algún momento decidieron perder una parte del tiempo de sus vidas (que ya se sabe que no es mucho) leyendo lo que he escrito y en algunos casos hasta comentando al respecto, poniendo así su importantísimo granito de arena.


Mil gracias y un abrazo enorme.




[...y que conste que el film de Zack Snyder sigue pareciéndome un cagarro de proporciones épicas, nunca mejor dicho...]

martes, junio 10, 2008

La extraña pareja

"When I sing a song of peace
it soothes the savage beast
even it understands that i understand at least.

So you mortals must keep this in mind:
this is the way i'm designed
and i have no power so i'll only die one time.

Karma (karma),
kill me.
You have (karma)
to kill me.
I am an open book,
an open book."


[Aunque aún no lo he escuchado tanto como se merece, ya puedo atestiguar que el nuevo disco de Gnarls Barkley no defrauda. Y viniendo de unos tipos que arrancaron su carrera como dúo con esa maravilla llamada “St. Elsewhere” (que contenía temazos como “Storm coming”, “Smiley faces” o la celebradísima “Crazy”) tal afirmación no es moco de pavo. La letra de hoy pertenece a “Open book” (sorry, no vídeo disponible en YouTube), una de las nuevas canciones que a priori más me gusta, aunque el single de presentación es la pegadiza y bailona “Run (I’m a natural disaster)”. El nombre del disco, homenaje a la pareja cinematográfica formada por Jack Lemmon y Walter Matthau es “The odd couple”. Disfrútenlo.]

Prendido a tu botella (no tan) vacía

“Gracias le doy a la Virgen,
gracias le doy al Señor
porque entre tanto rigor
y habiendo perdido tanto
no perdí mi amor al canto
ni mi voz como cantor”


Así terminaba la interpretación de “Estadio Azteca” en el concierto que Andrés Calamaro ofreció el pasado sábado en el Recinto Ferial de Pontevedra. Fue un recital discreto en su ejecución (no es Calamaro, según he comprobado las dos veces que lo he visto actuar, un monstruo del directo), pero con un repertorio tan amado por su devoto público que cualquier limitación técnica y humana (como el estado bioquímico del cantante argentino) se vio superada por una muchedumbre entregada y unas letras que por sí solas se bastan para darle a uno una noche de las que no se olvidan. Y si acaba con churros y chocolate, pues tanto mejor.

Mucho ojo, eso sí, con los teloneros Le Punk. Vinieron regalados pero dejaron una muy buena impresión entre los asistentes…

martes, junio 03, 2008

Alé alé alerta

“Es la historia de mi vida
una huida hacia delante.
Y si pierdo la cabeza
quién me va a decir que pare.

Tienen prisa por hacer que me calle pero
yo canto lo que quiero y lo que siento.
Canto lo que me sale
igual que mi corazón late.

Igual que respiro
o igual me caigo por un precipicio,
pero yo soy la que decido
cuando salto y con quien me río.

Y si lloro, y si lloro,
yo decido
a quien le muestro mis lágrimas.
(…)”



[Seguro que no pillo a nadie desprevenido si digo que el dúo maño Amaral ha sacado un nuevo álbum, concretamente un doble CD titulado “Gato Negro, Dragón Rojo”. A poco que veáis la tele u oigáis la radio, sin duda ya conoceréis el primer y pegadizo single “Kamikaze”. Es una pena que se haya optado por editar este nuevo trabajo en forma de doble disco, porque le sobran sus buenos veinte minutos de duración, y podría haber quedado un álbum majete si lo hubiesen dejado en 11 ó 12 canciones, en lugar de las 19 que contiene. Un nuevo ejemplo más (y ya van demasiados, desde el “White Album” de los Beatles hasta el “El viaje a ninguna parte” de Enrique Bunbury) de que los discos dobles son un error, por mucho que puedan alegrarle el día a las discográficas. La canción de hoy, “Alerta”, está entre lo más innovador del disco (tampoco es decir mucho, Amaral no es Pink Floyd, desde luego): un reggae-pop bien masticadito para un día de poca paciencia musical.]

Viñeteando one more time



Acabo de leer en La Cárcel de Papel que muy posiblemente no habrá un tercer álbum de “RG”, la excelente serie policíaca creada por Pierre Dragon y Frederik Peeters. Al parecer, los autores han manifestado tener diferencias irreconciliables, lo cual se traduce en que no se publicará ese tercer libro que pondría fin a la serie (que uno piensa “coño, si tuvierais diez álbumes más por delante aún bueno, pero a sólo un número de terminar el proyecto… ¡no me jodáis!”).


Es una pena, porque “RG” es un tebeo buenísimo, bien escrito y mejor dibujado (Peeters se sale de las escalas, es uno de los dibujantes con más sentido del ritmo y la narración del mundo y además sus ilustraciones, aparentemente sencillas, son de una belleza abrumadora). En España acabamos de ver publicado el segundo álbum, “Bangkok-Belleville”, de la mano de Astiberri (un diez a la labor de edición, como siempre), que me ha gustado incluso más que el primero.

Y aprovechando que ya estoy metido en materia, comento otro par de lecturas recientes que se han sumado a mi tebeoteca particular:

La primera es “Estela Plateada: Réquiem”, un atípico comic de super-héroes escrito por J.M.Straczynski (que es, por cierto, el guionista de la última película de Clint Eastwood, “Changeling”, recién presentada en el festival de Cannes) y bellísimamente ilustrado por Esad Ribic, uno de los más destacados portadistas de Marvel Comics e ilustrador de ese otro comic de super-héroes atípico que fue “Loki”.


“Estela Plateada: Réquiem” nos cuenta cómo una de las criaturas más poderosas del universo (el surfista de plata creado por Jack Kirby en los 60 en la cabecera “Fantastic Four”) debe afrontar su propia muerte. Lo que aleja este “Réquiem” de los comics Marvel al uso, además del sobrecogedor aspecto visual (Ribic consigue en este tomo algunas de las mejores páginas de su carrera; he tenido la suerte de ver algunos originales y son de mear y no echar gota, lo juro), es esa percepción de lo inevitable (bien manejada por Straczinsky y que recuerda al tratamiento que Jim Starlin dio a la muerte del Capitán Marvel allá por los 70) que confiere a los momentos íntimos un valor y una capacidad de transmitir sensaciones al lector mucho mayor que la de las inevitables (aunque breves y escasas) escenas de acción. Así pues, sin llegar a ser una obra maestra, “Réquiem” es un tebeo que merece la pena ser leído, aunque sólo sea para comprobar que a veces, por increíble que parezca, en Marvel saben hacer bien determinadas cosas…



Finalmente, constatar también la reciente publicación del primer tomo de “Shaolin Cowboy”, un tebeo tan cojonudamente bien dibujado por Geof Darrow que a uno se le olvida que el guión (del propio Darrow con la colaboración de los hermanos Wachowsky en los diálogos) es una auténtica tomadura de pelo (un poco lo que le pasaba a “El garaje hermético” de Moebius). Yo de mayor quiero narrar las escenas de acción como este tío…