miércoles, diciembre 31, 2008

Top 10: mis discos de 2008

Inicio con esta entrada una serie de tres top 10’s con lo que, en mi nada modesta pero siempre discutible opinión, ha sido lo mejor del año que ahorita mismo termina. En todos los casos, se trata de obras estrenadas, editadas o publicadas en nuestro país (y no en el suyo de origen) a lo largo de 2008. Empiezo con la música, aclarando que no he oído ni una milésima parte de lo que se ha publicado este año, así que la lista resultante no debe ser tomada por nadie como algo cerrado ni, desde luego, respetable. Ya sabemos que las opiniones son como los culos y cada uno tiene el suyo, además de las filias o fobias propias de cada persona (y que en mi caso, por ejemplo, me alejan de ciertos géneros musicales en los que me siento más perdido que un pulpo en un garaje). En fin, no me lío más:

10-Dark Captain Light Captain – Miracle Kicker


Aunque en mi primer borrador de este top 10 este puesto era para el “Day and age” de The Killers, la semana pasada descubrí este discazo y desde entonces cada día estoy un poco más enganchado a él. Quizás con algo más de margen para escucharlo se habría colocado entre los primeros lugares de la lista. Voces dulces con letras directas sobre una guitarras elegantes en grandes temas como “Jealous enemies”, “Circles” o “Speak”.

9-Metallica – Death Magnetic


Tras cinco años de silencio y con el turbador recuerdo de “St. Anger” en mente, la redención de Metallica llegó con esta bofetada en forma de metal que revive y sintetiza el espíritu de una de las bandas más grandes de nuestro tiempo. Temas como “The day that never comes” ya son, sólo unos meses después de su publicación, clásicos en su repertorio.

8-Matt Elliott – Howling Songs


El de este disco es un caso curioso. Leyendo una reseña no demasiado efusiva en Hipersónica me enamoré de la portada (que, si no es suya, al menos tiene un aire con el trabajo del ilustrador James Jean). Tanto que, contradiciendo las recomendaciones del autor de dicha reseña, me hice con él guiado por mi impulsividad. Al final ha resultado ser un disco cojonudo, mezcolanza de filosofías góticas y sonidos de Europa del Este (ya sabéis, violines llorones y todo ese rollo) en el que cada aullido y cada lamento de Elliott trasmiten tristeza y maldición.

7-The Last Shadow Puppets – The Age of the Understatement


A medio camino entre el sonido brit actual y las bandas sonoras del cine de espías de los 70 está este álbum que rezuma clase en todos sus cortes. La fusión de afiladas guitarras con el característico sonido de trompetas y violines a lo Monty Norman tiene como resultado uno de los discos más frescos y sorprendentes (por inesperado) de la temporada.

6-Nacho Vegas – El Manifiesto Desastre


Mi reencuentro con Vegas no podía haber sido más satisfactorio. Al gran nivel habitual de sus letras se unen unas composiciones que remarcan el patetismo y el sentido de lo tremendo que han convertido al asturiano en una figura única en el panorama independiente nacional. Canciones como “El tercer día”, “Mondúber”, “Un desastre manifiesto” o, sobre todo, “Morir o matar”, lo acreditan como uno de los más destacados cantautores en lengua hispana.

5-Sigur Rós – Med Sud I Eyrum Vid Spilum Endalaust


El giro alegre de los islandeses en este disco de nombre impronunciable les ha sentado de maravilla. Cada vez que escucho temas como “Gobbledigook”, “Vid spilum endalaust” o “Ara batur” me embarga un profundo síndrome de Stendhal y comprendo que, como está cansado de saber Julio Salinas, la vida puede ser maravillosa.

4-Coldplay – Viva la Vida or Death and all his friends


Otros que han cambiado de registro han sido los ingleses que lidera Chris Martin. Polémicas aparte (sobre el tema que da nombre al álbum pesan no una sino varias acusaciones de plagio), Coldplay ha firmado uno de los discos imprescindibles del 2008 tanto en lo puramente comercial como en lo estrictamente musical. Aunque cada vez suenen más a U2…

El hecho de que sea un directo y de que se haya publicado hace casi 12 meses juega en contra de este espectacular concierto que Muse ofreció en la catedral inglesa del fútbol. Si se hubiera publicado en noviembre, posiblemente ocuparía el puesto más alto de mi lista. Se trata de un disco perfecto para quienes quieran subirse al carro de una de las bandas de rock más en forma del momento y, para los que llevamos años siguiendo (y babeando con) su trayectoria, un regalo para los oídos.

2-Extremoduro – La Ley Innata


Hacer una lista de este tipo es muy divertido pero también bastante complicado. ¿Por qué no está “La ley innata” en el primer puesto? Musicalmente no me faltan motivos para ubicarlo en lo más alto, porque el disco de Robe Iniesta y los suyos se merece todos los laureles posibles. “Extremoduro” se ha pasado al AOR en un disco conceptual que se escucha del tirón y se hilvana con un leit motiv recurrente y han conseguido un disco redondo desde las primeras hasta las últimas notas (que además son las mismas). Entonces, ¿por qué queda relegado al segundo puesto? La respuesta al enigma está en el numero 1…

1-Vetusta Morla – Un Día en el Mundo

…porque, como decía unas entradas atrás, éste ha sido el “Año Vetusta”. Este disco me ha acompañado incansablemente durante la mayor parte del 2008 y a él debo muchos buenos momentos, tanto musicales como personales. Las canciones de “Un día en el mundo” han sido mi banda sonora personal durante este año que hoy termina, y el hecho de haber protagonizado también el último concierto al que he asistido en 2008 les ha dado el empujón definitivo para situarse por encima de sus competidores en lo más alto de este Top 10.

[Se han quedado fuera mogollón de grupos y artistas importantes este año como pudieran ser The Killers, Russian Red, Glasvegas, Gnarls Barkley, Grand Archives, Korazón Crudo, Julio de la Rosa, Los Campesinos!, MGMT, My Morning Jacket, Paul Weller, Okkervil River, Tote King, Adele, TV on the Radio o Vampire Weekend, pero es lo que tienen los top 10, que sólo caben 10… Con todo, las ausencias más destacadas debieran ser las de The Mars Volta y Enrique Bunbury, cuyos discos se prometían fundamentales y han resultado estar por debajo de mis expectativas. Sobre todo en el caso de The Mars Volta, cuyo “The Bedlam in Goliath” aún no he podido escuchar entero: si es que no hay por dónde cogerlo…]

jueves, diciembre 25, 2008

Revolución todos los días del año

Justo en la entrada anterior mencionaba a Cappa: no es casual.

Esto fue lo que vi esta mañana en El Corte Inglés mientras ultimaba unas compras navideñas. Curiosamente, no me llamó tanto la atención el hecho, totalmente surrealista, de que exista semejante producto, como comprobar qué imágenes acompañan a cada mes del año...

¿De verdad alguien puede ser tan membrillo (que diría Bunbury) como para comprarse esta... MIERDA?
Y eso que a mí el Che ni me va ni me viene, pero es que...

El efecto Dragan

Gracias a mi amiga Nocciolita (o fromme_toyou, dependiendo del contexto) he descubierto la revista chilena de arte y fotografía "Joia Magazine" (clickad para ver la web, interesantísima). Se trata de una publicación estupenda, elegantemente editada y maquetada, con papel de calidad, muchas imágenes y el volumen de texto justo (lo cual se agradece en una revista de este tipo). En el interior del número de diciembre (el 7, para más señas), me he dado de bruces con el espectacular arte de Andrzej Dragan, fotógrafo polaco que al parecer es muy conocido (lo siento, yo de fotografía lo justo, me sacas de Robert Cappa y Man Ray y se me acaban los nombres propios) por haber creado escuela con su tratamiento estético de los retratos. Tanto es así que entre los entendidos en foto se habla del "efecto Dragan" o "draganizado".
Dragan dice que para él la fotografía es sólo un hobby. El tipo resulta ser profesor (y conferenciante a nivel internacional) de Física Cuántica, tras haber sido galardonado con el reconocimiento a la mejor tesis de Física por la Sociedad de Física Polaca en el año 2001. Pero éste no es el único premio en su haber: también ha recibido galardones en su país de origen como compositor de música instrumental. Lo más alucinante es que Dragan acaba de cumplir los 30.
Vamos, que no es de este mundo.

Por cierto, pinchando en cualquiera de las imágenes podéis acceder a su página web oficial, curradísima...
Oh, y ¡mil gracias otra vez, Nocciolita!

lunes, diciembre 22, 2008

Año Vetusta

Hablar de la primera edición del festival de rock alternativo Alter (celebrado el pasado día 20 en el recinto ExpoCoruña) es, con toda seguridad, hablar de Vetusta Morla. Yo acudí principalmente por ellos y por Russian Red, porque al resto de grupos, o bien no los conocía en absoluto, o sólo había escuchado cosas sueltas que no habían llegado a entusiasmarme (como es el caso de CatPeople).

Si hay por ahí alguien interesado en hacerse una idea general de cómo transcurrió el festival, me temo que aquí no encontrará lo que busca. Como mucho, puedo afirmar que Remake, formación cuya existencia desconocía, me sorprendió muy positivamente con sus versiones de temas de Alice in chains, Soundgarden o Chris Isaak (¿o estaban versionando a HIM versionando a Isaak?) y la poderosa voz de su cantante; y que Lourdes “Russian Red” Hernández demostró por qué a todo el mundo se le hace el culo gaseosa cuando comienza a cantar con esa voz tan jodidamente hermosa que Dios/Alá/Shaka Nyorai/Cthulhu le ha dado… y eso que soy de la opinión de que necesita un repertorio algo más variado para conseguir mantener al público en vilo durante una hora de concierto… pero confío en que eso se irá solucionando con el tiempo (y nuevos álbumes por publicar).



Lo que es obvio es que tanto yo como la práctica mayoría de asistentes al Alter ’08 esperábamos la salida a escenario de Vetusta Morla como si fuéramos una pandilla de yonkis en pleno ataque del síndrome de abstinencia. Los madrileños arrancaron el show con “Autocrítica”, primer corte de su álbum debut, “Un día en el mundo”, que se hace más grande a cada nueva escucha (y llevo desde mayo sin soltarlo). Empezaron con tranquilidad, dosificando inteligentemente la intensidad y poco a poco fueron a más y a más y a más…

Todos los integrantes de la banda estuvieron fantásticos, aunque hay que reconocer que la voz y el carisma de Pucho, frontman excepcional, lo convirtieron en el foco de atención sobre el escenario, consagrándolo como nuevo profeta del pop-rock nacional. Y su profecía, verdaderos creyentes, reza así: “Ou yeah!”.


La única pega posible fue un cierto desajuste en el sonido (colleja para los técnicos) que, no obstante, no consiguió empañar una interpretación memorable de todos y cada uno los temas del primer elepé de la banda, además de algunos regalitos provenientes de los Ep’s editados anteriormente.

Al final, lo que empezó como concierto acabó en fiesta desbordada (“festa rachada” que decimos en Galicia) al ritmo de “Sharabbey road”, una de esas canciones que ya desde la primera escucha se intuyen idóneas para liarla parda en el directo.

Terminado el espectáculo de Vetusta, abandoné el recinto ferial con la voz rota y una enorme sonrisa estampada en la cara, deseándoles suerte a los integrantes de CatPeople, que subían a tocar a continuación y que lo tenían muy jodido para mantener el tipo después de semejante recital de buen rollo y mejor música.


En lo que a mí respecta, el Alter ’08 fue el colofón perfecto para este “Año Vetusta” que ha sido 2008. Si no se tuercen por la fama y el éxito, estos tíos pueden convertirse en el grupo español de la década.

¡Ojalá este sea el comienzo de la “era Vetusta”!

Perro patada

Después de recientes estrenos de animación 3-D tan brillantes como “Wall-E” o “Kung Fu Panda” (y, aunque no la he visto, he leído reseñas muy entusiastas de “Madagascar 2”), sorprende que Disney se haya atrevido a producir un guión tan ñoño e infantil como lo es el de “Bolt”.
En lo estrictamente técnico, “Bolt” cumple con nota gracias a una animación fluida y un diseño de producción que no por poco original resulta inadecuado. Pero, más allá de la anécdota que da pie al argumento (el perro protagonista de una serie de televisión cree que la ficción que vive ante las cámaras es verídica y, al perderse en el mundo real, se enfrentará a los peligros del mismo con la convicción de tener super-poderes), la cinta no deja de ser otra más de “animalitos extraviados que buscan regresar a casa” que poco tiene que añadir a lo visto una y mil veces: que si creer en uno mismo, que si el valor de la amistad, que si juntos lo conseguiremos, etc., etc. y más etc.

Mientras el resto de estudios apuestan por el humor y la complicidad con el público adulto, Disney continúa buscando el ternurismo y la moralina, sin darse cuenta que los niños de hoy en día quieren hostias guapas y bichos chungos, y que los adultos, a falta de su ración diaria de Homer Simpson o Peter Griffin, no descartan echarse unas risas con el cinismo amable de ogros correctamente incorrectos. Ya sólo a Pixar se le permite conmovernos, y con razón: hay más sentimiento en una sola mirada entre Wall-E y EVA que en los eternos 90 minutos que dura “Bolt”.

martes, diciembre 16, 2008

...con su belleza y su fealdad...

“(…)
Y tus parpados cayendo
Se me antojan guillotinas.
Y te observaré durmiendo
Y me pondré a susurrar:
“Nuestras almas no conocen
El reposo, vida mía,
Pero si hay algo que es cierto
Es que te quiero un mundo entero
Con su belleza y su fealdad.”
¿Por qué no puedes aceptar
Que esto no se trata más?
Que, amor mío,
De morir o de matar,
De morir o matar:
Moriré, moriré, moriré
Moriré, moriré, y es lo único que sé.
Moriré, moriré.
Moriré…
(…)



[Este tema se llama “Morir o matar”. Se me ha hecho difícil escogerlo por encima de alguna de las otras 10 composiciones que también se incluyen en el nuevo disco de Nacho Vegas, “El manifiesto desastre”. Llevaba meses desencantado con el asturiano después de su regulero “Verano fatal” grabado a medias con Christina Rosenvinge y del concierto vergonzoso que ambos dieron en el Teatro Rosalía en A Coruña, en el que Vegas estuvo especialmente antipático, chulo y borde, y no dirigió ni una sola palabra al público asistente. Un encanto, el tío. Y yo estaba triste, siendo honesto, porque tras descubrirlo de la mano de Bunbury en “El tiempo de las cerezas” se había convertido en uno de mis músicos españoles favoritos y en mi letrista predilecto en habla hispana (superando incluso a Sabina, Calamaro o Aute). Por consiguiente, su nuevo trabajo en solitario me interesaba pero no las tenía todas consigo. Ahora, después de haber estado una semana escuchándolo, me sorprendo a mí mismo perdonándole todos sus errores pasados gracias a unas canciones increíbles que me han devuelto aquella admiración perdida. Eso no quiere decir que el tío no sea un capullo desagradable, ni que aquel concierto con la Rosenvinge no haya sido una de las mayores decepciones musicales de mi vida. Pero al César lo que es del César: Nacho Vegas es el cantautor español que más me llega. Del nuevo álbum sólo sé decir bondades: musicalmente me parece el menos pesado de su discografía; los estribillos son ahora más pegadizos sin que por ello las letras se resientan; el tremendismo, la fatalidad y la muerte siguen siendo la tónica dominante (como debe ser en un disco de Vegas) y su voz continúa poseyendo ese timbre entre patético y desagradable que tan bien le sienta a las miserias que relata en sus temas. Total, que he vuelto a enamorarme de sus canciones y este “Manifiesto desastre” ha resultado ser una enorme alegría para quien esto firma. Qué bueno, el hijoputa.]

Larga vida al Western (y 2)

Lo he dicho muchas veces (y volveré a decirlo, seguro, muchas más): me flipan los western. Por eso estoy relativamente contento ya que, tras muchos años de sequía, en tan sólo unos meses hemos podido ver en la cartelera española dos muestras estupendas de dicho género. Por un lado “El tren de las 3:10” y por el otro “Appaloosa”, segundo largo como director de Ed Harris (cuyo nombre no suele mencionarse entre las listas de actores favoritos de la muchachada a pesar de que sus interpretaciones resultan siempre contundentes) después de la muy apreciable “Pollock”.


Está claro que Harris hace las películas que quiere, cuando quiere y como quiere, alejándose de modas y fórmulas comerciales (los westerns y los biopics de maestros del arte abstracto no van a desbancar en taquilla a los Harry Potters, Crepúsculos y demás), y es por eso que “Appaloosa” resulta una sorpresa tan agradable.

Viendo el cartel, el reparto y la sinopsis argumental (“dos pistoleros llegan a un pueblo para restituir la ley y hacer frente a un malvado terrateniente”), me esperaba una película violenta y dura plagada de frases lapidarias, con tipos sórdidos que no le darían un beso ni a su madre y una nueva exaltación del pistolero callado y misterioso que debe convivir con un turbulento pasado. Pero resulta que “Appaloosa” huye de ese modelo de western a lo Eastwood para hacer un retrato no amable pero sí campechano (como Don Juan Carlos, vamos) del típico hombre de acción del Oeste. Hay, por supuesto, violencia y dureza y frases lapidarias y tipos sórdidos, pero sobre todo hay una bonita historia de amistad: la historia de dos hombres que se quieren mucho (de la más heterosexual de las maneras), que nunca dudan el uno del otro y que jamás encontrarán un compañero mejor al lado del cual morir en combate. Pero además hay humor (bastante, teniendo en cuenta el tipo de película ante el que nos encontramos), una visión muy poco romántica de las relaciones de pareja y algo de ironía social.

Pero en "Appaloosa" encontramos, sobre todo, una química desbordante entre los actores protagonistas. Harris se sale en el papel de Virgil Cole, rudo pistolero que se descubre totalmente inexperto en las lindes amorosas; Jeremy Irons compone un villano pomposo y engolado que despierta animadversión y desprende patetismo a partes iguales; Lance Henriksen vuelve al cine (no sé si se fue, pero lo cierto es poco se le ha visto últimamente en la gran pantalla) dando una réplica amable del personaje que ya interpretara en “Dead man”, un cazarrecompensas que no es ni bueno ni malo, simplemente profesional; pero es finalmente Viggo Mortensen quien termina por meternos en su bolsillo con su medidísima interpretación de Everett Hitch, ayudante y mejor amigo de Cole. Una vez más, Viggo se encarama al podio de los mejores actores de nuestros tiempos (aunque, mira tú por dónde, seguro que tampoco es de los favoritos de la misma muchachada de la que antes hablaba) componiendo otro de esos personajes suyos, entre crípticos y poéticos, que continúan engrandeciendo una trayectoria imparablemente ascendente.

Mi “pero” en cuanto al casting (y a la película en general) atañe a Reneé Zellwegger, única presencia femenina destacable de la película (Ariadna Gil, como diría Aute, “pasaba por aquí”) y actriz poco agraciada (ni con talento ni con belleza) a la que hubiese sustituido encantado por alguna otra intérprete que justificase mejor el interés sexual que su personaje parece despertar en todos los pobladores de la ciudad de Appaloosa.

Un último mérito a destacar en este segundo trabajo como director de Ed Harris: su humildad. “Appaloosa” no es uno de esos westerns más grandes que la vida que tanto gustan a Kevin Costner, producciones hormonadas que sobrepasan con creces las dos horas de metraje y pretenden reunir en un solo film todo lo bueno y lo malo del ser humano. “Appaloosa” es una peli pequeña, hecha de buenas intenciones y mejores actores. No pretende llevarse premios ni hacer mucho dinero, ni convertirse en la película imprescindible en todas las listas de lo mejor del año. Quizás por eso mismo sí vaya a estar en la mía.

Acerca de Cormac McCarthy

No me gusta cómo escribe Cormac McCarthy. Ya lo he dicho. Y qué a gusto me he quedado, carajo.

Vale, el tipo ha ganado el Pulitzer en 2007, estaba propuesto también para el Nobel, es uno de los escritores fundamentales de la literatura estadounidense hoy en día y sus novelas revelan de manera magistral la auténtica naturaleza del ser humano. Todo eso es cierto y yo no lo pongo en duda. Pero no me gusta cómo escribe: cómo junta las palabras, cómo hablan sus personajes, cómo describe las acciones que éstos realizan con millones de frases coordinadas con cansinas conjunciones “y”.



Fue por eso que no disfruté ni un poquito leyendo su penúltima novela, “No es país para viejos”, de la que luego los Cohen sacaron una película muy superior al original.


Por suerte “La carretera” compensa esta animadversión que siento hacia McCarthy con un argumento y unos personajes que se te quedan grabados a fuego en la memoria. A saber: el mundo se ha ido a la mierda, todo tipo de organización social ha desaparecido, la práctica totalidad de vida animal y vegetal ha sido borrada del mapa de un plumazo (nuclear, se deduce) y la Tierra se ha convertido en un helado páramo cubierto de ceniza. En este contexto, un padre y un hijo cuyos nombres nunca conoceremos recorren la carretera en un largo y peligroso peregrinaje hacia el sur, en busca de un clima habitable.


Todos conocemos un montón de historias postapocalíticas cortadas por un patrón semejante, pero como esto no es “Mad Max”, ni “La leyenda de madre Sarah”, ni “El puño de la Estrella del Norte” (que básicamente era Mad Max + Kung Fu), ni “Soy leyenda”… sino una novela de Cormac McCarthy, resulta que lo importante en “La carretera” no son los caníbales, ni los terremotos que asolan la corteza terrestre, ni las persecuciones, ni los tiroteos, ni saber cómo, cuándo, dónde o por qué. Lo importante son el hombre y el niño, sus sentimientos y sus esperanzas. O, mejor dicho, su ausencia de esperanzas. Porque en “La carretera” no sobra la esperanza, eso seguro.


Personalmente, creo que el gran acierto de la novela reside en cómo ese hombre y ese niño terminan por representar a todos los hombres y a todos los niños, de una forma que diríamos ideal. Su condición de “genéricos intercambiables” por cualquier hombre y cualquier niño los convierte en todos ellos al mismo tiempo. Podrían ser tu padre y tú hace unos años, o tú y tu hijo dentro de unos cuantos. Quizás mientras leas el libro acabes poniéndoles la cara y la voz de alguien que conoces. Seguramente así sea. O quizás no, da igual. Durante la lectura de “La carretera” el hombre y el niño son la única familia que jamás ha existido y que jamás existirá, y es por eso que resulta tan importante que su viaje resulte triunfante. Si el hombre y el niño no sobreviven a la carretera, será el fin de la familia, el fin de todas las familias, de todos los padres y todos los hijos. Ahí es donde McCarthy te agarra de los huevos y te pone a su merced y te hace devorar una tras otra cada página (densa, llena de detalles superfluos que aportan verosimilitud a la historia y que te encantaría pasar por alto para llegar cuanto antes a la resolución de su aventura y así poder cagarte en el universo cruel o suspirar aliviado y dormir tranquilo, por fin, esa noche).


“La carretera” no gustará a todo el mundo (¿algún libro lo hace?), pero si puede maravillar como lo ha hecho a un enemigo declarado de la narrativa de McCarthy como yo, seguro que es porque se trata de un buen libro.


Para los que pasen de leerlo: en unos meses se estrenará la versión en celuloide protagonizada por Viggo Mortensen. Servidor no podría estar más contento con la elección del protagonista. Si la peli consigue transmitir la sensación de desamparo que emana continuamente del libro, seguro que será uno de los estrenos más desasosegantes del próximo curso cinematográfico.


Cambiando de tema: ¿os he contado alguna vez lo mucho que me repatea José Saramago?

sábado, diciembre 06, 2008

21 de Enero

Me gustan "Fringe" y "True blood" (reseña en breve, prometido). Me lo paso pipa con "Dexter" y "Californication". Alucino con "Damages" e "In treatment". Me río como un poseso con "The IT crowd". Mato horas muertas con "Heroes". Y aún tengo pendientes de ver otras tantas (véase "Los Tudor", "Roma", "Las crónicas de Sarah Connor", "The wire"...), así como acabar "Roma", "Los Soprano" o "Deadwood". Pero en el fondo sé que todas ellas no son sino metadona a la espera del próximo chute de mi mierda favorita.



21 de Enero. El destino llama...

Arenoso cuento de hadas

"(...)
Saw Cinderella in a party dress,
She was looking for a nightgown.
I saw the devil wrapping up his hands,
He's getting ready for the showdown.
I saw the ending where they turned the page,
I threw my money and I ran away.
Sent to the valley of the great divide
Out where the dreams all hide.
(...)"






[Tenemos nuevo disco de The Killers (el tercero en su discografía; cuarto si contamos esa compilación de rarezas y caras B que fue “Sawdust”) y parece que el nuevo deporte entre los críticos musicales y los internautas es poner a parir al grupo de Las Vegas por no haber mantenido el buen nivel de su primer álbum, “Hot Fuss”. Curiosamente, a mí me gustan mucho más estos The Killers que los de aquel debut, que sonaba a más de lo mismo (entiéndase rollito Franz Ferdinand) mientras que posteriormente encontraron su propio sonido, más electro-pop y bailongo, pero también más personal (pese a todas esas reminiscencias de David Bowie y Queen, ambos en sus etapas pop y bailongas de los 80). Su incomprendido “Sam’s town” es para mí uno de los discos más redondos y re-escuchables de la década actual, pero también en su momento todo el mundo se lanzó a su yugular por no ser un nuevo “Hot fuss” (y yo la mar de contento de que no lo fuera). Así que, aunque “Day and age” no sea un disco perfecto, personalmente me parece una dignísima secuela de “Sam’s town” y una excelente colección de temas pegadizos entre los que destacan “Spaceman”, “Human” (primer single), "A crippling blow" y esta “A dustland fairy tale” que abre la entrada. Y además me gusta la portada (que es hortera, lo sé; ¡pero es que esta gente es de Las Vegas, carajo!).]

jueves, noviembre 27, 2008

¡Mil gracias...!


…a mi amigo Villaviciosín, que me ha regalado un ejemplar dedicado de "Cuimhne", el nuevo tebeo de José Domingo y Kike Benlloch. Lo más curioso es que, aunque todavía no tengo el comic en las manos (recibí la noticia por teléfono), ya he podido ver la dedicatoria (con su correspondiente dibujillo) aquí.

Tío, hasta que no pueda agradecértelo en persona, tendrás que conformarte con que te dedique la entrada que sigue, jejeje:

"Algo de consuelo"


Dice la revista “Cinemanía” que ésa es una de las traducciones posibles de “Quantum of Solace”, título de la nueva entrega de la saga 007. Pero yo no me lo creo.

Hablando de la peli en sí, tengo para vosotros una buena y una mala noticia. La buena es que Daniel Craig se ha confirmado como mi James Bond favorito y que sus dos cintas son lo mejor que le ha pasado al personaje desde que Sean Connery abandonó la franquicia. Lo malo es que “Quantum of Solace” no es tan redonda como “Casino Royale” (Martín Campbell, 2006), y la culpa de todo la tiene un hombre: el director Marc Forster.

Me explico con un ejemplo: los cinco primeros minutos de “Quantum of Solace” son frustrantes. Se trata de una persecución en coche a toda velocidad por las curvilíneas carreteras de Italia en la que, debido a esa jodida costumbre de los directores modernillos de meter veinte planos detalle cada tres segundos, el espectador apenas logra comprender que ése que conduce el Aston Martin es, efectiviwonder, el mazas de Bond. No obstante, al acabar la escena tenemos la primera satisfacción de la peli: “Quantum of Solace” no es otra entrega cualquiera de Bond, sino una secuela rigurosa de “Casino Royale” que retoma la acción justo donde ésta terminaba y que además la revaloriza al llenar algunos agujeros en el guión de aquélla que, ahora lo comprendemos, estaban ahí por razones bien claras. Vamos, que las andanzas de Bond protagonizadas por Daniel Craig no van a ser una sucesión de aventuras inconexas, sino una única historia desarrollada a lo largo de varias películas (al estilo de “Harry Potter” o el Batman de Christopher Nolan), lo cual es muy de agradecer.

Esta tónica de decepcionantes escenas de acción seguidas por satisfactorios giros en el argumento se mantiene a lo largo de toda la película por culpa de una torpe y efectista (pero no efectiva) dirección a cargo del citado Forster, al que no sé por qué eligieron los de la Metro para encabezar esta producción, conociendo su filmografía (que incluye dramones tan soporíferos como “Descubriendo Nunca Jamás”).

En el lado positivo de la balanza tenemos a un Craig totalmente alejado de la imagen clásica de Bond (lo cual me había chirriado un montón cuando vi por primera vez “Casino Royale” y sin embargo ahora me parece un enorme acierto), componiendo un espía que tiene tanto que ver con la aproximación dada por Pierce Brosnan o Roger Moore como el Batman de Christian Bale (por seguir con el símil anterior) con el que encarnaron Val Kilmer o George Clooney en los 90. Craig es el James Bond del siglo XXI, claro deudor de Jason Bourne, exento de gadgets imposibles y menos preocupado por colarse ebrio de martinis con vodka entre las sábanas del pibón de turno que por crujir a mamporros a los capullos que quieren hacerse con el control del mundo. Además, suda la gota gorda, se mancha el esmoquin de sangre y no siempre se sale con la suya, añadiéndole un interesante punto de incertidumbre al desarrollo de los acontecimientos. Por ponerle un pero, diría que no acabo de creérmelo en su faceta de seductor, pero tampoco es de extrañar viendo la grotesca sonrisa de chimpancé en celo que surca su cara mientras recita sus frases ligonas. Vale, no es Connery, pero podría patearle el culo sin despeinarse (aunque, al contrario que Brosnan, este Bond sí se despeina a menudo). A mí me mola.


Todo lo demás se queda ligeramente por debajo de la entrega precedente: Olga Kurylenko, pese a estar más buena que el pan con nocilla (para ser más exactos, imaginémonos un bollo de pan casero recién horneado relleno de una nocilla gran reserva de avellanas selectas), no consigue transmitir a su vengativa Camille la fuerza y magnetismo de que hacía gala la Vesper Lynd encarnada por Eva Green (pero es que la Green es mucha Green, y si no que se lo digan a Bertolucci); el villano no deja de ser un maquinador grimoso algo menos grimoso que LeChiffre (que además jugaba bien al póker, tenía nombre gavacho y lloraba sangre, imposible de superar), y los créditos iniciales (una de las marcas de la casa Bond) no consiguen imponerse, por mucho Jack White que componga el tema central, al espectacular opening de “Casino Royale”, que además tenía una de mis canciones favoritas de toda la saga, exaequo con el “Goldeneye” interpretado por Tina Turner para la peli del mismo nombre.


Concluyendo (que se me enfría la cena): “Quantum of Solace” no alcanza la brillantez de “Casino Royale”, pero asienta definitivamente el nuevo status de Bond como saga cinematográfica a la que tomar muy en serio en el futuro y sube un peldaño más de cara a la consagración de Daniel Craig como el 007 definitivo. Si para la próxima pudiésemos contar con la dirección de un Paul Greengrass, o un Ridley Scott, o un Michael Mann… o, ya puestos, que repita Martin Campbell…

Bujías

“(…)
Virgen del Carmen – Patrona del
Mar
Paraíso perdido en algún lugar
Contrabando de amor en
Alcaraván
Desván de la infancia y bujías
Para el dolor
(…)”

He tardado en sacar a colación “Hellville de Luxe” en el Abismo porque quería tenerlo bien masticadito antes de dedicarle una entrada. No es el mejor disco de Bunbury. En eso, supongo, está casi todo el mundo de acuerdo. Le falta algo de la chispa creativa mostrada en trabajos anteriores y, pese a que el propio artista se refiere a este álbum como “más rockero”, a mí me parece de los más lentos y lúgubres de su discografía (lo cual no es necesariamente malo). En este retorno al hogar, Bunbury adopta la pose de perro viejo de vuelta de todo, le canta a sus amigos (en el primer single oficial, “Hay muy poca gente”; el no oficial era la muy superior “El hombre delgado que no flaqueará jamás”) y se permite pedirle prestado el traje (negro, por supuesto) a Johnny Cash y Tom Waits en “Canción cruel” y “Todos lo haremos mejor en el futuro”, respectivamente. También hay ramalazos de Calamaro (“Porque las cosas cambian”) o Quique González (quizás sean imaginaciones mías, pero “Doscientos huesos y un collar de calaveras” me parece muy de su estilo, sobre todo ese estribillo de una sola frase). Por suerte, Bunbury sigue siendo Bunbury, y sus discos (digamos) menos buenos siempre estarán por encima de los mejores de muchos otros profesionales del ramo, así que en este “Hellville de Luxe” sigue habiendo motivos para la alegría y, sobre todo, un tema para el recuerdo: “Bujías para el dolor” (si no lo lanzan como segundo single, capón para la discográfica). Es su estribillo, por supuesto, el que encabeza esta entrada.

Perdido en la ciudad de Baricco

Hace unos meses me prometí a mí mismo que no compraría ningún nuevo libro hasta no haber despachado los que se acumulan en la Torre de las Lecturas Pendientes (pronúnciese con voz grave y ecos de ultratumba), pero una recomendación de mi fugitivo hermano Link me convenció para traicionarme a mí mismo (quizás no sólo Bunbury tenga una “lista de promesas a olvidar”), y fue por ello que me hice con un ejemplar de “City”, obra del escritor italiano Alessandro Baricco.

Habiendo leído ya dos libros suyos (“Seda” y “Océano mar”), servidor creía saber lo que podía estar esperándole en esta “City”. Pero servidor se equivocaba (como viene sendo habitual), y “City” resultó no sólo ser la más sorprendente de las tres obras de Baricco que habían caído en sus manos, sino también una de las mejores lecturas de las que ha podido disfrutar en los últimos tiempos.

“City” es muchas cosas. En primer lugar, es la historia de un niño superdotado y su niñera. En segundo y tercero, un western con toques de realismo mágico y la crónica radiofónica de una vida dedicada al boxeo. Pero también es un tratado sobre las ideas, un surrealista reglamento de arbitraje futbolístico, las aventuras de un gigante y un misterioso mudo que protegerán con todos los medios a su alcance a los personajes de su comic de super-héroes favorito, una defensa algo equívoca de las figuras de Walt Disney y Eva Braun y otras muchas cosas más (algunas de las cuales no conviene sacar a la luz en una reseña de este tipo). Y no, “City” no es una antología de relatos cortos. Todas las tramas y subtramas se integran unas con otras (y unas dentro de otras: ahí está una de las cualidades más apreciables de la novela) en una única narración provista de muchas aristas, como un diamante de exposición.

Hablando pronto y mal, resulta que Baricco es un escritor de la hostia. Es la única expresión que, pese a lo malsonante y pecaminoso, me parece que le hace justicia. A lo largo de las trescientas y pico páginas de “City” (tengo que documentarme al respecto, pero juraría que es su novela más extensa), el italiano hace alarde de una capacidad inventiva y estilística que consigue que en todo momento uno sienta que nunca antes había leído nada parecido. Hablo sólo por mí, claro. Ya se sabe cómo son estas cosas: cuanto menos ha leído uno más impresionable resulta ante cualquier supuesta novedad, y quizás el día de mañana descubra que todo lo que Baricco pone en práctica en este libro ya lo había logrado “menganito” mucho tiempo atrás… pero hoy por hoy así están las cosas.

Así que no puedo menos que recomendar encarecidamente este “City” a todos los que quieran leer algo totalmente absorbente y de gran calidad literaria, salpicado de hermosas reflexiones sobre la vida y viejos chistes de Jake LaMotta. Y, por supuesto, agradecerle a Link su recomendación (alguien debería construir un monumento a los amigos que recomiendan libros: ¿qué sería de la humanidad sin ellos?).

Ahora temo que vuelva pronto a incumplir mi autopromesa: circula por las librerías una revisión de la Ilíada a cargo de Baricco que no puedo esperar a tener en mis manos…

miércoles, noviembre 12, 2008

Las películas de mi vida

Silvia, ama y señora del blog amigo “No me llames cariño…”, me ha invitado a participar en un meme cinéfilo a más no poder. Se llama “las películas de mi vida” y se trata de elegir una película que nos haya gustado o marcado por año que tenemos. Al igual que Silvia, servidor nació en el año de nuestro señor de 1983, ergo empezaré por ahí:

1983: echando un ojo a internet (¿alguien se creía que pudiera hacer esto de memoria?) veo pocas pelis de esas que llamamos “míticas”. Destacan sobre todas las demás “Érase una vez en América” de Sergio Leone y “El precio del poder” de Brian De Palma, pero aunque sea inferior en calidad, el gato se lo va a llevar al agua “El retorno del Jedi”, por su importantísima aportación (junto con toda la primera trilogía de “Star Wars”) a mi imaginario personal.


1984: aquí sí que ya encontramos algunas de esas películas que nos alegraron la infancia a unos cuantos, como “Karate Kid” (con el impagable sensei Morita), “Gremlins”, “Indiana Jones y el templo maldito” o “Terminator”. A sabiendas de que el padre Karras me va a negar la palabra después de esto, me veo obligado a poner a los “Cazafantasmas” en segundo plano y decantarme por “La historia interminable”. Fue la primera peli que vi en mi vida y probablemente la que más veces he repetido.


1985: buen material para el 85, sin duda. Lo tendría difícil para decantarme entre el “(What a) wonderful world” de Sam Cooke que se marcan Harrison Ford y Kelly McGillis en “Único testigo”, el “Piensa, McFly, piensa” de “Regreso al futuro” o el inolvidable Sloth de “Los Goonies”; pero por suerte llega Clint con su “Jinete pálido” y disipa todas mis dudas: “…y el infierno le seguía”.


1986: es el año de esa peli fundamental para la muchachada ochentera que fue “Cuenta conmigo”, pero también el de algunos clásicos básicos como “Terciopelo azul”, “La mosca”, “Aliens”, “Platoon” o “La misión”. Cualquiera de ellos mejor que “Los inmortales”, lo sé, pero Ramírez y McCloud eran lo más cuando tenía 10 años. Y el “Princes of the universe” de Queen ni te cuento…


1987: ¡tiramos la casa por la venta! “Robocop”, “Perseguido”, “La princesa prometida”, “Los intocables de Eliott Ness”, “La chaqueta metálica”, “El imperio del sol”, “El corazón del ángel”… Buffff. Con todo, yo me quedo con “Depredador” y el pulso entre Arnold “Gobernator” Schwarzenegger y Carl Weathers, en “baja forma” por tantos años en la oficina…


1988: un año algo flojo. Burton comenzaba a hacerse notar con “Bitelchús”, Zemeckis nos hizo flipar con Jessica Rabbit y Otomo hizo historia con “Akira”. Pero claro, también fue el año de John McClane…


1989: Sean Connery y Harrison Ford se merendaron a Batman con patatas. Ni siquiera las secuelas de “Cazafantasmas” y “Regreso al futuro” pudieron hacerle frente. La pega es que aquella no fuera realmente la ÚLTIMA cruzada…


1990: otro año que lo petó: “La escalera de Jacob”, “El padrino, parte 3”, “Bailando con lobos”, “Gremlins 2”, “La noche de los muertos vivientes” (para mí sigue siendo la mejor peli de zombis que he visto), “Eduardo Manostijeras”, “Desafío total”, “Uno de los nuestros”… Me quedo con “Muerte entre las flores” de los Coen, pero quizás si me lo preguntasen mañana elegiría otra…


1992: seguro que “JFK” y “El silencio de los corderos” se lo merecen más, pero me quedo con “Terminator 2”. La vi 3 veces seguidas el día que me la regalaron en VHS por mi ¿décimo? cumpleaños…


1992: lo siento por Abu, el genio y Aladdin. Ídem por el transilvano de Coppola. Ni siquiera Tarantino, son sus “Reservoir Dogs", podría sembrar la semilla de la duda. El 92 fue el año de “Sin perdón”.


1993: ni “Atrapado por su pasado”, ni “Amor a quemarropa”, ni “Philadelphia”, ni “Parque jurásico”, ni “El piano”. Punto y minipunto para “La lista de Schindler” (cómo lloré, maldita sea, cómo lloré…)


1994: otro año estupendo. Se estrenaron, entre otras, “El rey león”, “Pesadilla antes de Navidad”, “Forrest Gump”, “Ed Wood”, “Asesinos natos”, “Cadena perpetua” o “Wyatt Earp”. Sí. Pero también “Pulp Fiction” y eso son palabras mayores…


1995: Kevin Spacey hizo doblete con “Seven” y “Sospechosos habituales” mientras Mel Gibson se vestía de kilt y gritaba libertad. También fue el año de Buzz Lightyear y de Joe Pesci dando más miedo que nunca en el “Casino” de Scorsese. Pero “Heat” tiene algo especial para mí…


1996: sólo tres a destacar este año. Una es “El paciente inglés”, otra es “Fargo” y la tercera es “Trainspotting”. Si tengo que elegir me quedo con la última, aunque sólo sea por la banda sonora…


1997: Podía haber sido el año de Amenábar, con esa “Abre los ojos” que me puso los ídem como platos. Pero la competencia era feroz, con un Miyazaki más en forma que nunca (“La princesa Mononoke”), un Paul Thomas Anderson inmenso en “Boogie nights” y, sobre todo, un Curtis Hanson insuperable en “L.A.Confidential”. “Eres más guapa que Veronica Lake”, le decía Russell Crowe a Kim Basinger…



1998: poco tienen que hacer “Happiness”, “La delgada línea roja” y “Salvar al soldado Ryan” contra El Nota. No hay color…



1999: pufff, esto me va a doler. Me veo en la obligación de descartar peliculones como “Magnolia”, “The Matrix” (las secuelas fueron inenarrables, sí, pero la primera me causó una honda impresión), “Cómo ser John Malkovich” o “American Beauty”. Pero es que Tyler se lo merece…



2000: mucho y bueno en el que se prometía annus horribilis para la informática: “Amores perros”, “Nueve reinas”, “In the mood for love”, “Requiem por un sueño”, “Gladiator”, “Traffic”, “El Protegido”… se lleva el gato al agua Christopher Nolan con “Memento”, pedazo de película de culto.



2001: fue un año para soñar. El celuloide desbordaba fantasía en “Amelie”, “Moulin Rouge”, “Monstruos S.A.”, “El viaje de Chihiro” y hasta en ese críptico platillo volante al final de “El hombre que nunca estuvo allí”. Pero también en 2001 se estrenó mi musical favorito: “Hedwig and the angry inch”.



2002: cuatro películas como la copa de un pino entre las que se me hace muy jodido elegir. Son “Camino a la Perdición”, “Ciudad de Dios”, “La última noche” y “Adaptation: el ladrón de orquídeas”. Va a ser esta última… pero por poco, ¿eh?



2003: el más difícil todavía. ¿Con cuál me quedo? ¿“El retorno del rey”? ¿“Mystic River”? ¿“Lost in Translation”? ¿“Dogville”? ¿“Las invasiones bárbaras”? Al final, después de mucho pensarlo, la cosa está entre “Old Boy” y “Kill Bill Vol.1”… ¡Esto es peor que “La decisión de Sophie”, por dios! ¿A quién quiero más, a mamá o a papá? ¿No puedo poner las dos? Esperad, ya va. Ha salido cruz: que sea Tarantino.



2004: otro añazo. A la secuela de la anterior se suman “Hierro-3”, “El hundimiento”, “Entre copas”, “Mar adentro”, “Million dollar baby”, “Largo domingo de noviazgo” y “Los Increíbles”. Pero elijo al Paul Greengrass de “El mito de Bourne”, revolucionando el cine de acción y espionaje como nadie lo había logrado en años.



2005: buena cosecha; sí, señor. “El jardinero fiel”, “Brokeback mountain”, “Crash”, “Buenas noches y buena suerte”, “Munich”, “Match point”, “La novia cadáver”… El tito Cronenberg se puso las pilas y le sirvió a Viggo Mortensen un personaje para el recuerdo en “Una historia de violencia”.



2006: pese al éxito de “El laberinto del fauno” y “Apocalypto”, servidor se debate entre “La vida de los otros”, "El buen pastor", “Infiltrados” y “Once” y finalmente le concede a esta última el título de peli del año, pero porque es un blando y un sentimental…



2007: otro buen montón de grandes películas, entre las que destacan “No es pais para viejos”, “El ultimátum de Bourne”, “Ratatouille”, "Zodiac", “Promesas del este”, “Viaje a Darjeeling” y sí, no admito discusión, “Transformers”. Pero ninguna hace sombra a “There will be blood” (que aquí se llamó, verbigracia de traductor borracho, “Pozos de ambición”).


2008: aunque el año no ha terminado aún, sospecho que la cosa estará entre “Wall-E” y “El caballero oscuro”. Y yo, aunque por poquísimo, me quedo con el segundo. “¿Por qué tan serio?”


Wow, me ha llevado más tiempo del que creía… así que no penséis que os vais a librar de ésta: Xeo, Nati, Hystérica, Cousin, Iria, Barón, Paula, Laura, Héctor y Jose. Ahora os corresponde a vosotros decir cuáles han sido las pelis de vuestra vida…