miércoles, mayo 09, 2007

Espada y cochecito de alquiler

Épica samurai en estado puro, “El lobo solitario y su cachorro” (“Kozure Okami” en el original japonés) es una extensísima obra (más de 8.000 páginas) que narra las andanzas de un asesino a sueldo, Itto Ogami (apodado “el lobo solitario”), que viaja en busca de venganza por el Japón del siglo XVII acompañado por su hijo Daigoro, de dos años de edad. Ogami ostentó en su día el puesto de “Kaishakunin” o supremo ejecutor a las órdenes del Shogun, y cómo perdió ese lugar de privilegio y por qué ahora él y su hijo recorren el camino del infierno son algunas de las incógnitas que darán forma a la trama central de este manga.

Dicha trama no comienza a manifestarse plenamente hasta haber transcurrido un buen número de episodios, ya que la serie se vertebra, al menos en su primera mitad, en torno a los encargos que Itto y su hijo irán aceptando a lo largo de su viaje. Encargos que Kazuo Koike y Goseki Kojima (guionista y dibujante, respectivamente) usarán en la mayor parte de las ocasiones como pretexto para mostrar al lector la situación y las tradiciones del país y la época retratados.

Y es que mucho más allá de ser una historia de aventuras, violencia y venganza, “El lobo solitario…” se presenta ante los ojos del lector como un fresco histórico de gran complejidad, donde se analizan las desigualdades de los distintos estamentos sociales, las estructuras de poder de una época turbia marcada por la corrupción política, el funcionamiento de los distintos clanes al servicio del Shogun, las tradiciones religiosas o la figura de multitud de trabajadores que llevaban a cabo tareas que han desaparecido con el paso de los siglos (recuerdo con especial agrado el episodio de los porteadores que llevan a los viajeros a través del río; y resulta también fundamental la figura del catador oficial del Shogun, el mezquino Abe “el feo”). Se demuestra en cada nuevo capítulo el basto conocimiento que Koike posee sobre el momento histórico en que ha decidido ubicar su extensa saga, y también el increíble trabajo de documentación que Kojima ha cargado sobre sus hombros a la hora de dibujar este Japón lleno de sombras, misterios y gentes de todas las calañas.


La labor del dúo creativo es a todas luces titánica. Desde el punto de vista literario, Koike lo da todo, no sólo ideando cientos de situaciones en las que Ogami deberá demostrar su pericia con la katana (sin duda las escenas de acción son uno de los platos fuertes de la obra) sino también desarrollando unos personajes arquetípicos en apariencia (el samurai deshonrado que busca venganza; el hijo del anterior, que irá aprendiendo a desenvolverse en un mundo terrible influido por las enseñanzas de su padre; el malvado maquinador que pretende acabar con el héroe) que esconden una maravillosa profundidad que llevará al lector a pasar del calor al frío y viceversa en más de una ocasión (como en el caso del complejo Retsudo, un personaje al que se va respetando más y más a medida que se suceden las páginas). Mención especial merece el pequeño Daigoro, sin lugar a dudas el alma de la serie, que será el encargado de establecer el vínculo entre el lector y el resto de personajes. Y es que uno finalmente descubre la personalidad de cada uno de los demás pobladores de “El lobo solitario…” a través de los ojos sinceros de este niño condenado a vagar por la senda del infierno.

Por su parte, Kojima demuestra un dominio asombroso del uso de la línea para generar dinamismo, una capacidad evocadora que sólo sabría calificar como poesía visual y un manejo del ritmo narrativo muy cercano al cine clásico nipón (es especialmente reseñable la admiración confesa de Kojima a la obra del maestro Akira Kurosawa, cuyas películas ha trasladado en varias ocasiones al lenguaje del comic). Dicho estilo narrativo influiría posteriormente en autores occidentales como Frank Miller, encargado de dibujar muchas de las portadas de la edición que para los EE.UU. hizo la editorial Dark Horse (y que son las que se utilizan también en la edición española), que adoptó muchos de los convencionalismos artísticos que Kojima emplea en “El lobo solitario…” para llevar a cabo su célebre “Ronin” para DC Comics.

En la parte negativa de la balanza encontramos muy pocos defectos de mención, siendo el mayor de todos ellos la desorbitada extensión de la serie, con uno de los finales más alargados que recuerdo haber leído nunca (uno está leyendo el tomo 15 y se pregunta cómo demonios puede ser que aún falten otros cinco por delante, y es que la serie parece condenada a no terminar nunca cuando uno se lo espera), si bien es cierto que ello también podría ser motivo de alegría, pues el nivel no decae nunca (al menos, no más de lo que uno podría asumir como lógico en un comic con semejante número de páginas).

Por otro lado, aunque la edición de Planeta de Agostini es bajo todas luces muy económica (11 euros por más de 400 páginas en cada tomo), la calidad de la reproducción deja bastante que desear, sobre todo en lo relativo a los grises, que muchas veces cubren toda la viñeta como un manchón oscuro que impide que podamos apreciar en condiciones el talento de Kojima.

No obstante, estas circunstancias no pueden empañar el hecho de que “El lobo solitario…” es una obra de relevancia fundamental en la historia del comic japonés, y posiblemente el manga de samurais más importante de todos los tiempos.


Un par de apuntes (o tres) sobre “El lobo solitario…” y el cine:

- La serie fue adaptada al celuloide en Japón en numerosas ocasiones. Algunas de estas películas pueden conseguirse en nuestro país, como es el caso de “Shogun assassin”. Curiosamente, en “Kill Bill Vol. 2”, Quentin Tarantino realiza un homenaje a la saga cuando B.B., la hija de la Mamba Negra, le pide a su madre que le ponga “el vídeo de Asesino Shogun” antes de dormir (e incluso se puede apreciar la voz en off del personaje de Daigoro, estableciendo un claro paralelismo entre las historias de padres, hijos y venganzas que atañen tanto a la obra de Koike y Kojima como a la del propio Tarantino).

- Existen desde hace un tiempo rumores de una nueva adaptación al cine de “El lobo solitario…”, esta vez de la mano de la industria norteamericana, con el nombre de Darren Aronofsky (“Pi”, “Réquiem por un sueño”) sonando con fuerza como posible director del proyecto.

- Max Allan Collins y Richard Pyers Rayner adaptaron la historia al contexto de la Norteamérica de los años 30 en el comic “Road to Perdition”, que posteriormente sería llevado al cine por Sam Mendes, con Tom Hanks, Paul Newman, Jude Law y Daniel Craig en el reparto, dando lugar a una de las mejores cintas de cine negro de los últimos años (en mi humilde opinión).

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